El cargo de presidente de la Reserva Federal (Fed) siempre lleva consigo un aluvión de críticas, pero lo que Jerome Powell no esperaba es que las más punzantes procedieran de quien le designó hace un año, el presidente de EE UU, Donald Trump.
El Banco Central estadounidense es la principal referencia monetaria mundial, y quien se sitúa al mando se convierte en cierto modo en su capitán global. En 2018, la Fed subió en cuatro ocasiones el precio del dinero en EE.UU., hasta el rango actual de entre el 2,25 % y 2,50 %.
La proyección de la Fed es que la economía de EE.UU. cerró el pasado año con un tasa de crecimiento más que saludable del 3 %, con un desempleo en mínimos que en enero se ubicó en el 4 %; y unas presiones inflacionarias controladas, el panorama sólo provocaba envidia entre sus colegas de otros bancos centrales.
Sin embargo, las críticas comenzaron a arreciar desde el lugar más insospechado: la Casa Blanca. “La Fed se ha vuelto loca (...) Hasta ahora, no estoy para nada contento con mi elección (Jerome Powell)”, aseguró Trump.
Los ataques dejaron boquiabiertos a los mercados dada la habitual distancia adoptada por el Ejecutivo respecto a la política monetaria.
Powell evitó responder directamente a Trump y recalcó que la senda de la política monetaria la marcan los datos económicos disponibles, junto con el doble mandato dado por el Congreso de promoción de pleno empleo y estabilidad de precios.
Para celebrar el primer aniversario, y quizá limar asperezas, Trump invitó a Powell y al vicepresidente de la Fed, Richard Clarida, a una “cena informal” en la Casa Blanca.
El encuentro se produjo justo después de la primera reunión del año de la Fed, en la que decidió mantener sin cambios los tipos de interés y apuntó a una pausa en el ritmo de ajuste monetario. En esta ocasión, Trump evitó ofrecer comentarios y el silencio desde su cuenta de Twitter puede entenderse como una muestra de aprobación.
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