En un país que de tantas grietas parece un territorio castigado por el peor terremoto de la historia, no es novedad que exista una gran grieta que divide el espacio opositor al gobierno actual, que mira con asombrosa expectativa cómo caen en las encuestas sus índices de aprobación y popularidad.
Los desatinos gubernamentales de Cambiemos son tantos y tan graves que ni siquiera le permitió gozar de una breve primavera que se suponía vendría de la mano del éxito (al menos organizativo) de la cumbre del G20. Espacio en el que, es necesario decirlo, Argentina es un convidado de piedra, o como ocurrió en esta ocasión el mayordomo que le extiende la alfombra roja y atiende servilmente a los que en verdad manejan el mundo.
Una oposición fragmentada y atomizada es la única esperanza que tiene el gobierno para lograr la reelección, sea del actual presidente o de su espacio político. Son muchos los dirigentes, la mayoría de ellos de procedencia Justicialista que abonan la unidad opositora en un espacio amplio y plural dentro del cual las diferentes posturas se diriman en una gran primaria. Si la política fuese matemáticas, la cuenta es fácil y el resultado indiscutible. El gobierno ronda el treinta por ciento de aprobación; lo que indica que siete de cada diez argentinos en condiciones de votar no lo elegiría. Resultado cantado: “siamofuori” gritarían a dúo el ubérrimo Marcos Peña y el gurú venezolano gastador de tintura negra Durán Barba.
Pero se sabe, la política es la única ciencia dónde lo imposible se puede realizar; y en ese escenario la grieta opositora le facilita el armado a Cambiemos, que tiene mucho más claro el escenario y consolidada la tropa (poder económico mediante).
A los peronistas nos devora la urgencia por dar fin a un gobierno que desbarrancó en su política económica y social, y cuyas consecuencias juzgará la historia. A pesar de esa ansiedad, no debemos dejar de tener en cuenta que al actual gobierno le llevó siete años articular una oposición que logre ganar elecciones. Comenzó a gestarseen el 2008 con un variopinto colectivo de políticos opositores tomando por abordaje cual piratas (dicho metafóricamente) los tractores que marchaban contra Cristina, en el mal denominado “conflicto con el campo”.
El espacio opositor, en su mayoría peronista, en toda su amplitud y con todas sus contradicciones; comenzó a vislumbrar que debía unirse, recién después de las elecciones de octubre de 2017. Poco tiempo para una tarea tan difícil; sin embargo la dirigencia deberá deponer ambiciones, sanar heridas, reconocer errores y trabajar en los consensos necesarios para llegar a esa gran primaria que referenciaba al principio del texto. De lo contrario, solo tendremos varias oposiciones cuyas únicas concreciones serán declarativas, ya que el poder seguirá en manos de una minoría que supo ser más hábil e inteligente.
Un párrafo final a la división del bloque de Concejales del Partido Justicialista-Unidad Ciudadana de nuestra ciudad; que va totalmente a contramano de las conveniencias, al menos de la sociedad de Junín, y que infiero tiene que ver más con una disputa de los referentes de ambos sectores que con profundas diferencias ideológicas; de hecho compartieron el espacio político y boletas electorales durante muchos años. En el medio, un poco desorientados, muchos peronistas comenzarán a buscar opciones que contengan su pensamiento ideológico e intereses sociales; y tal vez lo hagan escrutando algo mucho más simple y al alcance de su mano: tomando en el cuarto oscuro la boleta electoral de quien les garantice un Junín mejor.
(*) Dirigente del PJ. Secretario general de ATSA Filial Junín.
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