Exultante discurso del doctor Facundo Manes (en la Unnoba) proponiendo una mayor inversión en ciencia básica y aplicada, investigación científica y tecnológica libre, asociadas a diversas cadenas de valor productivo, para salir de la oscuridad del corto plazo e integrarnos a la virtud del desarrollo.
Después de destacar la evolución neurológica del cerebro humano y el salto cualitativo en esta época digital, enfatizó en las políticas públicas que tiendan a disminuir las grietas entre los cerebros de la desnutrición y la instrucción superior.
Propone retornar a la gesta de Sarmiento que redujo el 80% de los argentinos del analfabetismo al 20%, al promocionar la revolución educativa que significó la escuela primaria gratuita y obligatoria.
Y yo me pregunto entonces, cómo este sanjuanino pobre, que intentó infructuosamente dos veces ingresar al Colegio San Carlos (Nacional Buenos Aires), condenado a ser autodidacta, pudo:
-Desarrollar el ferrocarril y promocionar la inmigración, para pasar de 700.000 ha cultivadas a 13.000.000 (diseñó la ciudad de Chivilcoy como modelo agropecuario).
-Nos unió con Europa a través del cable telegráfico transoceánico.
-Combatió la Fiebre Amarilla de la zona sur (La Boca) y trasladó a la población a la zona norte (Recoleta), previo diseño y construcción de la red de agua y cloacas (vigente hoy). Argentina tenía agua procesada del Rio de La Plata antes que New York y Chicago.
-El obrero argentino ganaba tres veces más que el italiano.
-Aconsejó no traer la cepa del malbec francés por estar contaminado con la fitosera y la trae junto con enólogo galo desde Chile para el fenomenal desarrollo cuyano del mejor malbec del mundo (Tomo 42, Obras Completas, Ed. Belín Sarmiento).
¡Proponía la revolución con la educación y no con las armas!
Por nombrar algunas de las tantas proezas, en tan solo sus seis años de gobierno (1958-74).
¿Qué sucedió en este cerebro, genética o epigenéticamante, que pudo adelantarse a sus generaciones?
Me llamó la atención, conviviendo un año en Norwich, que los ingleses resaltaran el “british genius” como característica de la inventiva de su pueblo.
Entonces recuerdo que Alemania hace diez años, viendo su pérdida de liderazgo en el mundo desarrollado, decide aumentar al 3.5% del PBI su inversión en ciencia. Ya con ellos, la jefa del Instituto Mac Planck reúne a los 70 centros que tiene en el mundo, para preguntarles de dónde sacaban ahora los recursos humanos.
¡Todos coincidieron que de La Argentina!
Como dice Marcelino Cereijido (médico investigador que integró el éxodo de los primeros ochocientos científicos con el golpe militar) en sus libros “La ignorancia debida” y "La ciencia como calamidad: un ensayo del analfabetismo científico" ( Ed. Gedisa, 2009, México”): “Los mejores cerebros argentinos son recibidos en el mundo desarrollado, no para integrar, sino para dirigir los equipos de investigación”.
Fenómeno similar en las artes plásticas, musicales, arquitectónicas, deportivas y literarias, que nombrarlas excedería este breve relato.
Entonces se me ocurre que ¡el cerebro argentino debe tener alguna singularidad también!
Recuerdo la fábula de Irving (1784) en las granjas fuera de New York, donde cabalga un fantasmagórico “jinete sin cabeza” que en la búsqueda de la misma tiene en vilo a los aldeanos en la noche de los bosques.
Y encuentro en el “Reino del Revés” de María Elena Walsh, que podríamos agregar como metáfora de nuestro querido país: “La Argentina es ¡una cabeza sin jinete!”.
¡Con lo cual nos explicaríamos la paradoja argentina de tener el conocimiento esencial, pero una clase política inepta que no nos lleva a ningún lado!
Pero por suerte escucho los tropeles de los apasionados educadores, que no son pocos, y nos sacarán del bosque de la ignominiosa ignorancia.
Tengo la agenda tan cargada, que resuena como metrónomo con presto agitato. Pero recuerdo el “ocio creativo” que Manes recomienda y resistiéndome a adherir a Cronos, me tiro a contemplar el techo. ¡Y nace este relato!.
(*) Médico cirujano.
COMENTARIOS