Actualmente la democracia es la forma de gobierno elegida por la mayoría de los países del mundo, pero esta elección no ha sido así a lo largo de la historia.
De hecho, la mayor parte del tiempo fue la monarquía o, como diría Aristóteles, su variante impura: la tiranía, la forma de gobierno predilecta por la humanidad.
La democracia se utilizó en el Siglo IV A.C., principalmente, la denominada democracia “directa” practicada en la ciudad de Atenas y caracterizada por la toma de decisiones adoptada de manera directa por los ciudadanos.
Pero su aplicación masiva es relativamente reciente. Podemos decir que es a partir del Siglo XIX, cuando la mayoría de los Estados comienzan a adoptarla como forma de gobierno.
La influencia del pensamiento político liberal, las denominadas revoluciones burguesas y el surgimiento de los partidos políticos han sido algunos de los hechos determinantes para esa decisión.
Por lo tanto, la valoración positiva de la democracia es propia de la modernidad y es el resultado de un proceso de evolución de la actividad política y de los asuntos de gobierno. Entendiendo que el gobierno es, lo que Bobbio en su diccionario de Ciencia Política designa como “imponer reglas de conducta y tomar decisiones para mantener la cohesión del grupo”.
Hoy lo que tenemos es una democracia “indirecta” o representativa, que es aquella en la cual las decisiones son tomadas por los representantes que actúan en nombre del pueblo y son elegidos mediante el voto popular.
En cuanto a la calidad de la democracia, es justo decir que es la mejor forma de gobierno para intentar resolver la diversidad y la pluralidad política.
Lo que el politólogo Robert Dahl define como poliarquías, aquellas formas de gobierno que cumplen ciertos requisitos como: la existencia de cargos públicos elegidos, que haya elecciones libres y equitativas con sufragio inclusivo, que los ciudadanos puedan optar a cargos públicos, que se respete la libertad de expresión y libertad de asociación.
Aunque en nuestros días la democracia es aceptada, aún sigue generando profundos debates y controversias en la teoría política.
Muchas veces, esas diferencias se expresan en los resultados de las políticas públicas y en las expectativas de los ciudadanos respecto a la democracia.
América Latina, y la Argentina en particular, ha tenido una historia de idas y vueltas respecto al ejercicio democrático, no sólo por la ruptura e interrupción de los sistemas constitucionales en casi todos los países, por parte de poderes facticos y autoritarios, sino también por la enormidad de problemas y desafíos que la democracia ha debido enfrentar en los últimos cien años.
Desafíos que no han sabido atenderse en relación a las demandas de los ciudadanos y a las respuestas que éstos esperaban por parte de la dirigencia política.
Calidad y eficacia
Asimismo, puedo señalar que la democracia latinoamericana ha estado sujeta a vaivenes permanentes, que los podemos asociar, desde mi punto de vista, por un lado a la calidad del ejercicio político democrático y por otro lado, a la eficiencia y a la eficacia en el diseño, la planificación y la ejecución de las políticas públicas.
En cuanto a la calidad de la democracia, es justo decir que la democracia es la mejor forma de gobierno para intentar resolver la diversidad y la pluralidad política.
La democracia aspira a respetar el pluralismo y a ofrecer en la esfera pública, el espacio en donde las diferencias ideológicas puedan expresarse y debatirse, construyendo así una comunidad política en todos sus sentidos.
La democracia moderna se sostiene en tres pilares fundamentales, que cuando alguno de ellos falta o es erosionado, provoca el desgaste y el deterioro de la calidad democrática. Estos son:
La división de poderes: que permite la protección de los derechos y garantías de los individuos respecto de la acción de otros individuos; y al conjunto de ellos frente a las acciones del Estado y a los abusos de poder, respetando, siempre, el máximo de libertad posible para cada uno.
La tolerancia: que se expresa en el respeto por las opiniones e ideas de los demás integrantes de la sociedad y en el hecho de no considerar al adversario político como un enemigo al que hay que destruir, si no como alguien que opina diferente.
La alternancia: que es el cambio o la sustitución de un grupo gobernante por otro, producto de un proceso electoral y del ejercicio soberano de la voluntad popular, bajo el funcionamiento de las instituciones de la democracia.
En cuanto a lo referido a la eficacia y a la eficiencia, sin lugar a dudas, son temas pendientes por parte de la gran mayoría de las democracias latinoamericanas.
No por un problema de la democracia en sí, como sistema, sino por las defecciones de la clase dirigente, que por incompetencia en algunos casos, falta de formación, corrupción o tendencias autoritarias en otros, no ha estado a la altura de las circunstancias
Gobernar
Por lo expuesto, puedo decir que lo más complejo de la democracia es gobernar. Sobre todo, cuando se debe administrar de manera casi permanente con escasos recursos, mientras que las demandas y los problemas de los ciudadanos son crecientes.
La consolidación de la democracia en América Latina se ha visto asociada a la falta de educación y cultura política por parte de los ciudadanos, que junto con la ideología, son os motivos que llevan a la participación política
Si la eficacia de los gobiernos es alta y los ciudadanos se identifican como actores que pueden influir en la toma de decisiones, la participación política es mayor y los índices de consolidación democrática se acrecientan. En cambio, cuando se da una percepción débil respecto de la eficacia y eficiencia y de la capacidad de incidencia, la participación política se reduce, pudiendo derivar en la apatía o en la abstención, lo que resulta perjudicial para la consolidación democrática y da lugar a aventuras populistas o a la instauración de regímenes autoritarios.
La democracia contemporánea se mueve en un tiempo de incertidumbre y de cambios acelerados por eso debe legitimarse con resultados que aseguren mejores condiciones de vida para los ciudadanos, en cuanto a la superación de las desigualdades y la marginación.
En consecuencia, la democracia tiene que ser protegida con capacidad política, con participación y con visión de futuro por parte de todos: gobernantes, dirigentes y sociedad civil, ejerciendo los derechos civiles y políticos, involucrándose en los asuntos políticos y generando condiciones alentadoras para la percepción que estos tienen de ella.
Frente al fracaso de su consolidación, la alternativa se reduce a gobiernos autoritarios, dictatoriales y despóticos.
(*) Licenciado en Ciencia Política.
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