Diciembre próximo, un mes marcado en el calendario del gobierno bonaerense
En el calendario del gobierno provincial hay un mes marcado con rojo: es diciembre próximo. En la mesa chica de la gobernadora María Eugenia Vidal, efectivamente, el fin del año aparece como un foco de preocupación desde el punto de vista social. Algo que jamás será reconocido en público. Lisa y llanamente, se teme un desborde. Es un tema que se habla en voz baja y a la gobernadora le preocupa bastante más que, por ejemplo, el costo que le insumirá a su administración hacerse cargo de los subsidios que se le otorgan a las empresas eléctricas Edenor y Edesur, algo que ya se da por hecho aunque aún no se blanqueó con todas las letras.
La verdad es que Vidal entiende que el impacto de la crisis económica tendrá su epicentro en el populoso Conurbano. Tiene motivos para tal preocupación: desde el propio gobierno nacional, a través de voceros encumbrados como el ministro de Hacienda Nicolás Dujovne, se avisa que el pico del período recesivo, que ya se inició, se dará en el fin de este año.
Con su amiga Carolina Stanley, la ministra de Desarrollo Social de la Nación, Vidal diagrama por estas horas un plan de contingencia para atender las demandas sociales en el Gran Buenos Aires, en momentos en que llegan datos a su escritorio que dan cuenta de un aumento de la cantidad de personas –léase familias- que concurren a los comedores comunitarios a pedir alimentos.
El cóctel de inflación alta, suba del dólar trasladada a precios y caída de la actividad laboral informal, lo que se conoce como “changas”, agravó notoriamente la realidad en la zona más pobre de la Provincia.
Vidal no sólo recibe información de sus funcionarios. Emisarios de la Iglesia argentina, que con ella mantienen buen vínculo, también arriman sus inquietudes respecto a la situación social. Es la misma data que maneja, desde Roma, el papa Francisco, cada vez más alejado –por esta cuestión pero también por el tema de la legalización del aborto- del presidente Mauricio Macri.
Vidal entiende que el impacto de la crisis económica tendrá su epicentro en el populoso Conurbano.
El objetivo de Vidal es asegurarse, entre los fondos bonaerenses y los nacionales, las partidas necesarias para armar una malla de contención en el mes más sensible del año. Diciembre es, en efecto, una fecha maldita para la política argentina. Desde la debacle de 2001 y aún antes. Tanto que muchas fuentes de Cambiemos toman ese hito del almanaque como una suerte de bisagra, un punto de inflexión que puede marcar la suerte electoral de Cambiemos en 2019 y acaso configurar el mapa político, tanto en el oficialismo como en la oposición.
Un dato a favor del Gobierno en este aspecto: del ajuste fiscal que impulsa la Casa Rosada para cumplir con las metas comprometidas con el Fondo Monetario Internacional se ha salvado bastante el ministerio de Stanley, cuyos fondos no serán guadañados. Incluso, esto fue parte de la negociación con el FMI.
En ciertos despachos oficiales bonaerenses se tiene la certeza de que sectores opositores al macrismo intentarán convulsionar las calles del GBA cerca de la Navidad. Lo mismo piensan alrededor del influyente jefe de gabinete nacional, Marcos Peña. Suena a un diagnóstico más cargado de temores, que de información real.
Oficialmente, las organizaciones sociales con poder de movilización, como Barrios de Pie o la Corriente de Trabajadores de la Economía Popular, niegan intenciones levantíscas. Pero, y a esto se aferra el vidalismo para argumentar sus inquietudes, la reciente amenaza de estas agrupaciones de concurrir masivamente a los supermercados a pedir alimento si no los reciben las autoridades, pudo haber sonado bastante a una extorsión.
Daniel Menéndez, coordinador de Barrios de Pie, suele decir cada vez que puede que “la paz social está en riesgo”. Más allá del tono intimidante, se agarra de un dato que es absolutamente real: la variación de la canasta básica de alimentos en lo que va del año estuvo entre el 13 y el 15%, dependiendo de la medición que se tome.
Lo que nadie sabe responder en la mesa chica de Vidal es cómo se comportará el fragmentado peronismo en el fin de año que se espera caliente. Con el ultra kirchnerismo no existe el diálogo y los más conspirativos creen posible una alianza de este sector con la ultra izquierda para “empiojar” la calle. Tienen aún fresco el caótico debate por la ley de reforma previsional, justamente en diciembre del año pasado, que dejó postales violentas en las puertas del Congreso de la Nación.
En todo caso, la duda del oficialismo apunta a ese justicialismo definido como “racional” o “dialoguista”, que en el Conurbano encarnan la mayoría de los intendentes jóvenes que manejan el aparato partidario. Llegado el caso, ¿colaborarán con la contención social o se desentenderán?, se preguntan en la gobernación. Resta medio año para saber la respuesta a ese interrogante, se responden las mismas fuentes.