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Mauricio Macri se reunió con los gobernadores peronistas que comprometieron apoyo, pero ninguno de ellos ratificó ese respaldo en público al retirarse de la Casa Rosada.
PANORAMA POLÍTICO NACIONAL

El Gobierno recurre al FMI por la incertidumbre económica y queda condicionado políticamente

Macri afronta la difícil tarea de convencer a los argentinos de que la vuelta al Fondo es para beneficio del país y no para salvar al gradualismo con miras a 2019.

Fue el día en que Nicolás Dujovne se presentó como el nuevo ministro de Hacienda. La mesa chica del Gobierno acababa de despedir de ese cargo a Alfonso Prat Gay. Corrían las últimas horas de 2016 y también pasaba a tener rango de ministro Luis Caputo, en su caso en el área de Finanzas. Ambos prestaron juramento ante el presidente Mauricio Macri y luego comparecieron ante la prensa de la mano del jefe de Gabinete, Marcos Peña.
Después de un año en el que la administración de Cambiemos le había costado acomodarse en el poder, se ponía en marcha de ese modo el programa gradualista que ahora, un año y medio después, está bajo asedio del mercado cambiario y que llevó al Gobierno a pedirle auxilio al Fondo Monetario para salvarlo del fracaso. Pero ya en aquel momento había dudas respecto del financiamiento externo del modelo y el periodismo le hizo una pregunta al respecto a Caputo.
El flamante ministro, de perfil bajo y amistad personal con el Presidente, estimó entonces que el país necesitaría unos 22.000 millones de dólares para financiarse durante 2017 y que no veía en el horizonte ningún inconveniente para conseguirlos, dado que había un grupo de “bancos que apoyan” al Gobierno argentino en su política de apertura al mundo y regreso a los mercados internacionales. Así, Caputo rechazó que la deuda fuera a tornarse “poco sustentable”.
El ministro de Finanzas sostuvo -ante la pregunta en el salón de conferencias de la Casa Rosada- que la deuda neta representaba el 25% del Producto Bruto Interno y que llegaría al 33% ó 34% recién para 2020, un nivel que consideró razonable y menor al de otros países de la región como Brasil. Tal vez Caputo siga pensando lo mismo ahora, pero lo cierto es que el contexto internacional ya no es favorable para ese plan que abarcaba más de una Presidencia.

El efecto Trump
El propio Peña acaba de reconocer que la Argentina está en una situación de “vulnerabilidad” dada su dependencia del financiamiento externo, tras el aumento de la tasa de interés de referencia en los Estados Unidos y la apreciación del dólar en todo el mundo. La agresiva retórica proteccionista de Donald Trump hacía prever que sus candidatos para manejar la FED -el Banco Central norteamericano- pondrían en práctica lo que afirmaba el excéntrico empresario.
Pero nadie en el “equipo económico” pareció preocuparse por ello, al menos en público. Aunque los síntomas ya eran preocupantes a finales del año pasado y se acentuaron desde marzo pasado. En nuestro país, todo se ve agravado por la acción de capitales golondrina que fijaron posiciones en Lebacs -un instrumento fomentado por el BCRA bajo la conducción de Federico Sturzenegger- y que en las últimas semanas las desarmaron sin atender más que su propio interés, como es natural.
El precio del dólar subió entonces más que lo aconsejable, al principio a cuenta de cierto retraso en su cotización, pero después resultó evidente que el BCRA y el Gobierno no daban en la tecla para frenar la corrida. Y en el medio se perdieron cuantiosas reservas. Con el agua al cuello, en la Casa Rosada un miembro de la mesa chica planteó que la única manera de hacerle frente a la situación era acudir al FMI. Eso sucedió el viernes 4 de mayo, deslizaron fuentes oficiales.
La alternativa se manejó en secreto durante todo ese fin de semana y también el lunes 7, pese a que el presidente Mauricio Macri reunió ese día en la propia sede gubernamental a la dirigencia principal de Cambiemos, incluidos gobernadores como María Eugenia Vidal y las espadas oficialistas en el Congreso nacional. Recién el martes 8 por la mañana, antes de difundir el mensaje con el anuncio de las negociaciones con el Fondo, Macri se comunicó con sus principales aliados políticos.

Hechos consumados
El presidente de la UCR, Alfredo Cornejo, y la titular de la Coalición Cívica, Elisa Carrió, fueron anoticiados de lo que iba a suceder, pero ninguno tuvo margen de maniobra para que Macri aplazara la medida y accediera a discutirla un poco más. La carrera alcista del dólar provocaba un tembladeral en Cambiemos: tanto los radicales como “Lilita” habían participado del Gobierno de la Alianza que sucumbió en 2001 en medio de una crisis mucho más extendida que la actual.
En aquel momento, que retrotrae a los argentinos a imágenes dramáticas, la crisis no se circunscribía solamente al sector cambiario, puesto que había tomado la política monetaria y contagiado a los bancos. La endeblez de la alianza gubernamental sumó, a ese combo de por sí explosivo, una crisis de orden político. Y los radicales alfonsinistas empezaron a dejar solo a Fernando de la Rúa, a quien ya había abandonado el Frepaso del “Chacho” Alvarez.
La lección de aquella historia aciaga es que el Presidente no debe encerrarse en términos políticos. Eso mismo pensaron en los últimos días los principales asesores de Macri, que no sólo buscaron aceitar los lazos con los aliados en Cambiemos sino que aconsejaron abrir el juego también a los gobernadores peronistas, sobre todo a los que se considera ajenos a las duras posiciones de la ex presidenta Cristina Kirchner. Y montaron rápidamente una reunión con foto incluida.
La imagen que transmitió el Gobierno, con Macri sentado a la cabecera de la mesa pese a que generalmente acostumbra a ubicarse en los laterales, es que el Presidente está en control de la situación. Los gobernadores lo escucharon y comprometieron apoyo, pero ninguno de ellos lo hizo luego en público al retirarse de la Casa Rosada. Ese silencio es político: busca evitar que el Presidente les traslade el costo de haber recurrido al Fondo Monetario ante la sociedad.

¿Antes de tiempo?
Las primeras encuestas conocidas tras la decisión presidencial ratificaron el sentimiento que impera entre los argentinos: el Fondo está asociado a los peores recuerdos del país. Pero aun así, el inicio de las gestiones en Washington podría ser fundamental para que el mega-vencimiento de Lebacs del próximo martes no termine de quebrar la confianza del mercado en el programa económico. Así de cortos son los plazos con los que debe manejarse ahora el Gobierno.
En la oposición, en tanto, empieza a extenderse la idea de que el Gobierno recurrió al FMI “antes de tiempo” por una razón: necesita una cobertura de esa magnitud para implementar el ajuste que no pudo hacer por falta de apoyo interno o por el efecto retardado del gradualismo. Toman nota, en ese sentido, del pensamiento de economistas cercanos a Macri pero críticos del rumbo como Carlos Melconian, quien advirtió que “las planillas de Excel ahora las hará el Fondo”.
En ese contexto, los distintos bloques en los que se encuentra fragmentado el peronismo se unieron –también con la izquierda- para sancionar en la Cámara de Diputados un proyecto que ata el aumento de las tarifas a la variación de los salarios, con muchos cambios introducidos en el propio recinto. Se trata de una decisión que dificulta las negociaciones con inversores y financistas que vuelven a destacar que en el país la fuerza política más importante -el peronismo- sigue pensando que se puede gastar más de lo que se produce.  La semana próxima comenzará el debate en comisiones en el Senado y Cambiemos piensa que puede frenar la iniciativa, pero sigue dependiendo de los gobernadores del PJ.
Ninguno de los mandatarios con los que habló hasta ahora el Presidente le garantizó que eso vaya a suceder. Más bien todo lo contrario: los 14 diputados alineados con los cinco gobernadores que el último jueves visitaron a Macri en la Rosada, votaron a favor del proyecto opositor. El jefe de Estado sabe que no está el horno para bollos y decidió que no irá a la apertura del Mundial de Rusia el mes próximo.
También amplió el arco de consultas: por su despacho pasaron en los últimos días desde el ex ministro de Economía Martín Lousteau -quien contabilizó 26 acuerdos del país con el FMI desde 1956, con los resultados conocidos- hasta su amigo personal Nicolás Caputo, un empresario muy escuchado por el Presidente que se había alejado por desavenencias con el manejo económico.
Como sea, a Macri le aguarda ahora la difícil tarea de convencer a los argentinos de que el acuerdo con el Fondo es para beneficio de la Argentina y no para ponerle un respirador artificial al gradualismo que, en el plano político, siempre incluyó su reelección de cara a 2019.

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