Bernardo Alberto Houssay, nuestro abuelo, nació en Buenos Aires el 10 de abril de 1887. Su madre Clara Laffont y su padre Alberto Guillermo Houssay, ambos nacidos en Francia, se establecieron en Buenos Aires en el año 1886. Por aquel entonces, decidieron que Bernardo, su cuarto hijo, estudiara en Buenos Aires, ya que sus tres hermanos mayores fueron enviados a Francia a estudiar y los resultados no fueron muy alentadores.
Bernardo comienza sus estudios primarios a temprana edad. Motivado y estimulado por su madre, quien despertó en él gran interés por los libros. Nuestro abuelo llegó a disfrutar de la gran biblioteca paterna desde muy pequeño. Comenzó la escuela primaria y sin dificultades continuó rindiendo exámenes para terminarla en tan sólo dos años. A la edad de 13, se recibe de Bachiller en el Colegio Nacional de Buenos Aires. Decide, a sus 14 años, continuar con sus estudios universitarios, pero al no poder ingresar en la carrera de Medicina por su corta edad, se anotó en la Escuela de Farmacia y Bioquímica de la Universidad de Buenos Aires, obteniendo su título de Farmacéutico con sólo 17 años. En 1901 es nombrado ayudante de fisiología en el Hospital Francés, y unos años más tarde, en el Hospital de Clínicas, como interno.
Su casa paterna, donde vivía, quedaba a 90 cuadras del Hospital Francés, y él realizaba este recorrido a pie, dos veces por día, memorizando la cartelería de las cuadras, ejercitando así su memoria y como ejercicio para mantenerse en buen estado físico. En 1904, decide pagarse la carrera de Medicina, que finaliza en el año 1910, en la Universidad de Buenos Aires a sus 23 años. Cuando tenía 21 años, antes de graduarse de médico, fue designado profesor de Fisiología de la Universidad de Buenos Aires, aceptando ese cargo con la condición de tener dedicación exclusiva a esa tarea. Un aspecto poco conocido de nuestro abuelo, en su época de estudiante de Medicina, fue su pasión por el deporte: integró el equipo de fútbol de la Facultad de Medicina, y también fue ganador de diversas medallas de remo, representando a la Universidad de Buenos Aires. Tenía un buen estado físico, era veloz y con una gran resistencia, y se destacó como atleta en el Torneo Universitario, ganando carreras de 800 metros. Representó a la Asociación Atlética de Medicina participando en el equipo de rugby universitario.
Fue maestro de toda una generación de científicos e investigadores y creador del CONICET y varios institutos y organismos.
En 1915, Bernardo ingresó como jefe de la sección Sueros en el Instituto Bacteriológico del Departamento Nacional de Higiene. Allí, conoce a la Doctora en química María Angélica Catan, con quien se casa en 1920, y tiempo más tarde, nacen sus tres hijos varones, Alberto Bernardo, Héctor Emilio y Raúl Horacio, que luego estudiaron Medicina, como su padre. El rol fundamental de nuestra abuela acompañando y colaborando con Bernardo en sus trabajos de investigación, y a la vez con la crianza de sus hijos, fue crucial en la vida de quien luego sería premio Nobel. Nuestro padre, Alberto Bernardo, el mayor de los tres hijos, siempre recordaba a su madre como una madre exigente, cariñosa y colaboradora full time con su padre. En el año 1922, el abuelo recibió el Premio Nacional de Ciencias por su trabajo Acción fisiológica de los extractos hipofisiarios, antecedente de las investigaciones que le valieron posteriormente el Premio Nobel. Nuestro abuelo, fue maestro de toda una generación de científicos e investigadores argentinos, latinoamericanos, europeos y estadounidenses, fue creador del CONICET y de varios institutos de investigación y organismos para obtener subsidios y becas en el país y en el exterior. Bernardo sumó a su exitosa carrera como investigador, 18 Doctorados Honoris Causa, 127 medallas y condecoraciones, 286 certificados y diplomas de honor, entre otros. Fue el 10 de diciembre de 1947 cuando recibe en la Academia Sueca, en Estocolmo, el premio Nobel de Medicina. Su Premio Nobel fue y sigue siendo motivo de orgullo y alegría no sólo para la Argentina, país en el que nació, sino también para toda Latinoamérica, región que amó entrañablemente y comprendió en sus necesidades de desarrollo científico-tecnológico. Unos años antes de su muerte, el 21 de setiembre de 1971, él decía: “No deseo estatuas, placas, premios, calles o institutos cuando muera. Mis esperanzas son otras. Deseo que mi país contribuya al adelanto científico y cultural del mundo científico actual. Que tenga artistas, pensadores y científicos que enriquezcan nuestra cultura y cuya obra sea beneficiosa para nuestro país, nuestros compatriotas y toda la especie humana”.
(*) Nietas del Premio Nobel Bernardo Alberto Houssay
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