La semana pasada, después de que el dólar coqueteara con cumplir los 21, el Banco Central empezó a intervenir tibiamente en el mercado; primero vendió 30 millones, después 120, más adelante tanteó colocando 215 y el último viernes le tiró con 413 millones por la cabeza, para que el billete cerrara a $20,21 en el mayorista y $20,45 en el home banking del Nación.
El jueves, por su parte, salió publicado el índice de precios mayoristas del Indec, reflejando una suba en febrero del 4,8% en sintonía con la escalada de la divisa en ese mes. Como es sabido, el índice de precios de los productores está mucho más influido que el que sufren los consumidores, por los saltos en el tipo de cambio. En un extremo, los bienes importados muestran una traducción literal de su precio en dólares, mientras que los que se fabrican en territorio nacional tienen un mayor o menor traslado dependiendo de la composición del precio; esto es: de cuánto costo en pesos les agregan a los insumos transables, que pueden ser potencialmente subidos a un barco. De la fábrica a la góndola, en cambio, la mayoría de los costos de intermediación, logística y comercialización no están atados necesariamente al dólar, de modo que, aunque esperamos un salto más importante de los precios mayoristas cuando se mueve la moneda norteamericana, el impacto en góndola no debería ser tan lineal.
¿De qué depende el traslado a los precios?
Como ya expliqué en otras oportunidades, la literatura científica reconoce básicamente tres factores que contribuyen a amortiguar el impacto en góndola de las subas del dólar; a saber: el nivel de salarios, alquileres, e impuestos (porque ello explica el componente no transable de los precios en góndola); el nivel y la persistencia de la inflación pre devaluación y el ajuste del mark up, que depende de la estructura de mercado y de las tecnologías de fijación de precios.
En nuestro país el componente salarial es muy significativo dentro de los costos y lo mismo ocurre con los alquileres, de modo que por esa vía, el impacto de la suba del dólar no debiera ser tan significativo en góndola. En cambio, el nivel y persistencia de la inflación desde el 2007 a la fecha, favorece un mayor traslado, porque los formadores de precios tienen en cuenta las expectativas de persistencia del fenómeno. Por esta razón cuando sube el dólar en el resto de los países latinoamericanos el traslado a precios es tan bajo, a pesar de las fuertes devaluaciones que han sufrido en los últimos cuatro años, puesto que simplemente han reducido de manera espectacular la inflación en los años anteriores.
Por último el nivel de concentración en la formación de precios y la utilización de reglas heurísticas en los procedimientos de remarcación, condicionan la velocidad de traslado y el impacto de la devaluación en el nivel de actividad, vía la mayor o menor contracción del consumo.
En nuestro país el componente salarial y de alquiler es muy significativo dentro de los costos.
Cuando el BCRA relaja su política monetaria, no es que sube el dólar, sino que baja el peso.
Lo primero porque si los formadores actúan sin tener en cuenta la reacción de los demás, como si su decisión no moviera la aguja de la demanda de todo el mercado, probablemente trasladen de manera completa el aumento del dólar, en el convencimiento de que otros harán lo mismo y que podrán vender toda la producción de todos modos (supuesto competitivo). Por el contrario, si actuaran de manera concentrada, porque hay colusión entre los grandes, o porque los coordina la Autoridad regulatoria (Secretaría de Comercio), pues en el peor de los casos trasladarán solo la mitad del aumento de los costos, porque saben que cada peso de aumento hace caer la demanda, derrumbando aún más su ingreso marginal.
Lo interesante de esto es que el efecto de la concentración va en sentido contrario de lo que muchos piensan. A mayor concentración de la economía, hay menos traslado a precios.
Lo segundo, porque la regla heurística naif que yo denomino “regla del kiosquero” que consisten en cargar en un Excel los costos de las mercaderías y dejar que opere la regla de multiplicación automática (que remarca 30%, 50%, 70% o 100% sobre costo de mayorista), nunca permite que el comerciante amortigüe una parte del shock de la devaluación, achicando el mark up. Esto resulta ineficiente porque el comerciante ganaría más dinero achicando el mark up cuando vende productos cuya demanda es muy sensible al precio (efecto sustitución), pero además si todos los comerciantes actúan de la misma manera, aumentan el traslado de la devaluación, haciendo que se requiera una corrección cambiaria mayor para producir el mismo cambio en los precios relativos necesario para estabilizar el balance de pagos.
Devaluaciones “buenas” y devaluaciones “malas”
Un último punto tienen que ver con distinguir las subas endógenas y exógenas del dólar. Me explico: Una cosa es cuando la moneda norteamericana se fortalece en el mundo entero, por ejemplo por alguna decisión política en los Estado Unidos, en cuyo caso sube el dólar acá y en la china. Ese tipo de aumento del dólar, con las salvedades hechas anteriormente, tiene muy poco impacto en los precios locales, como ocurrió cuando se produjo el Brexit, cuando ganó Trump o cuando estalló el escándalo de corrupción que salpicaba a Temer en Brasil. En esos tres momentos subió el dólar, pero no hubo prácticamente traslado a precios.
Otra cosa distinta es cuando el Banco Central relaja su política monetaria y la hace más expansiva, porque ahí lo que ocurre no es que sube el dólar, sino que baja el peso. La emisión sin respaldo le quita valor a la moneda local respecto del resto de los bienes de la economía, produciendo inflación. El aumento del dólar, en ese contexto, es un aumento más, de similar característica al aumento del pan, de la ropa, o del alquiler. A la vista de todos, en estos casos, el dólar se mueve de la mano de la inflación y la tendencia general es a pensar que son los aumentos del dólar los que empujan los precios, pero eso es solo una ilusión cognitiva producida porque el aumento en la emisión de dinero se traslada más rápidamente a los precios de los activos financieros (como el dólar) y tarda un poco más en llegar al resto de los bienes.
COMENTARIOS