Daniel Angelici y Rodolfo D’Onofrio, presidentes de Boca y River.
ANÁLISIS

Hay que parar la pelota

“Nos podrán golpear, quebrar jamás”, “Esto tarde o temprano iba a pasar”, “La orden de perjudicar viene de arriba”, “En estos momentos hay que estar más unidos que nunca”, fueron las frases sugiriendo un complot que marcaron el fútbol nuestro de cada día en una de las etapas más delirantes de los últimos tiempos. 
La sucesión de afirmaciones atrajeron todos los fantasmas y robustecieron las suspicacias fundamentalmente de cara a la finalísima que animarán en pocas semanas más River y Boca en Mendoza. En un marco de suspicacias, la malicia le ganó ampliamente a la sensatez durante jornadas en las que cada uno se encargó de avivar el fuego de las sospechas.
Más allá del zafarrancho arbitral, queda claro que tanto recelo tiene directa relación con el partido por la Supercopa Argentina en el que los dos más grandes del fútbol criollo se jugarán mucho. El fuego cruzado suponiendo conjuras de alto nivel para beneficiar a alguno de los contrincantes robusteció la paranoia que por estos días gobierna en el deporte más popular.
Y si bien es cierto que los árbitros quedaron una vez más bajo la lupa no es sólo por lo ocurrido en el partido entre River y Godoy Cruz sino por los errores que vienen marcando la tarea de los hombres encargados de administrar justicia. En ese marco, a pocos días del Superclásico que tendrá lugar al pie da la cordillera de los Andes, se instaló un verdadero festival de discursos oportunistas frente a un encontronazo que supone una exposición muy alta. Otros serían los temas que se estarían discutiendo por estos días si los adversarios de esa finalísima fueran otros.
Vale la pena destacar, más allá de la debacle arbitral –preocupante, por cierto--, que Boca ha hecho los méritos suficiente como para estar más de 400 días como puntero en la tabla de posiciones y que los jueces que ahora “ayudan” al equipo xeneize son los mismos que fueron duramente castigados en el transcurso de las copas Sudamericana 2014 y Libertadores por ser demasiado blandos con el juego brusco de River.
Es más, investigaciones periodísticas pusieron el acento en un dato: Baliño fue quien ignoró dos goles legítimos de “Cachete” Morales para Tigre frente al equipo de Marcelo Gallardo hace menos de un año. La buena memoria no suele ser aliado de quienes prefieren la afirmación intolerante por sobre la cordura.
¿Qué es lo que queda por hacer? Recapacitar y poner el mayor de los esfuerzos por enderezar el rumbo en materia arbitral. Por lo pronto fueron oportunas las afirmaciones del Director Nacional de Arbitraje, Horacio Elizondo, al reconocer las equivocaciones de la última fecha. Todos, no sólo los que tuvieron por escenario la cancha de River.
Pero, al mismo tiempo, la responsabilidad de las autoridades arbitrales es mejorar la calidad de sus subordinados porque el nivel actual es uno de los más flojitos en mucho tiempo. El VAR –bien aplicado—puede ser una herramienta muy útil y convendría apurar su ingreso más allá de la experiencia negativa que arrojó como resultado su aplicación en el desquite entre River y Lanús por la Copa Libertadores.
El fútbol da para todo, esto no es nuevo. Pero algunas afirmaciones públicas de las últimas horas superaron la media. Cordura y trabajo para encontrar las respuestas adecuadas debería ser el camino. Es el momento de empezar a recuperar el tiempo perdido.