Decía Raúl Alfonsín, allá por el 80, desde una tribuna de un pueblo de la provincia de Buenos Aires: "La política tiene cosas lindas y cosas feas, cosas limpias y cosas sucias. ¡Lo importante es no corromperse. Vamos por una sola moral! No aceptemos la hipocresía de tener una moral austera en el ámbito privado o familiar, una moral liviana o dudosa para las actividades comerciales o profesionales, y una moral maquiavélica en la política o en la función pública".
Cuánta vigencia tienen aquellos conceptos hoy, cuando un ministro del gabinete nacional hace lo que hizo, y dijo lo que dijo, sin el mínimo pudor que lo obligue a renunciar. Con una mera aceptación de "un simple error cometido", todo se arregla.
Pero lo de Triaca no fue un error, fue un agravio a la sociedad toda, que se agrava cuando el presidente de la Nación, Mauricio Macri, sale públicamente a bendecirlo.
También Macri se equivoca. Quien pretende llegar para re-descubrir la transparencia y recuperar los valores éticos, pisoteados por el "kirchnerismo" como nunca antes, no puede mirar para otro lado. De esta manera pierden fuerzas las denuncias a la corrupción si los denunciantes son sospechados.
La sociedad requiere de actos y no de palabras, los valores que tenemos y la obligación de recuperar para justificarnos ante el ayer y ante el mañana, son valores que se ejercen, no se declaman. Ojalá lo entienda.
Julio Ginzo. Dipuado nacionalo mandato cumplido por la UCR.
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