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El presidente Mauricio no calibró correctamente que se había metido con un tema sensible para la sociedad, como el de las jubilaciones.
PANORAMA NACIONAL

La radicalización del kirchnerismo agita los fantasmas del pasado en contra del Gobierno

La sociedad argentina llega a esta Navidad cargada de rencores. No es que exista una insatisfacción generalizada con el Gobierno ni con la situación económica, sino más bien una bronca que es más transversal y que no es nueva en el país. Pero que algunos sectores políticos se encargan de fogonear como si esa fuera la única receta que tienen para mantener protagonismo.
La alianza estratégica entre el kirchnerismo y la izquierda resulta más que evidente en este agitado fin de año. Y tiene su lógica: ambos grupos políticos consideran que “gobierna la derecha” y que hay que combatirla a como dé lugar. Si hasta volvió a escucharse en los corrillos informales una exaltación de la “vanguardia” como punta de lanza para despertar a los argentinos supuestamente adormecidos.
El problema para la ex presidenta es que la mayor parte de la estructura política del Justicialismo siempre se opuso a la radicalización izquierdista y más aun los gremiales que en muchos sindicatos enfrentan la cerrada oposición  de los ahora aliados del kirchnerismo en las protestas callejeras. Más aún las llamadas “organizaciones sociales” se retiraron de la Plaza de los dos Congresos, cuando los grupos violentos y radicalizados intensificaron su accionar.
Claro que los intereses de estos ocasionales socios políticos son bastante dispares: el kirchnerismo se embarcó en una fase de agitación a modo de defensa de último recurso ante la cantidad de dirigentes que fueron detenidos por diversos casos de corrupción, mientras que pende la espada de Damocles sobre Cristina Kirchner y su círculo íntimo, quien ya podría estar presa si no gozara de los fueros parlamentarios.
La izquierda combativa, por su parte, está llevando a la práctica su vieja teoría de cuanto peor, mejor. Esto podría explicarse como el método de acelerar las contradicciones del “sistema” para provocar la revolución.
Por eso se pudo ver tan claramente a sus partidarios atacando a la Policía de la Ciudad, primero y a la Policía Federal, después en la Plaza de los dos Congresos el lunes pasado.
La reaparición de los cacerolazos, en una versión reducida, completó el cuadro de la agitación de ese lunes funesto.
El kirchnerismo encabezó las protestas durante la primera sesión de la Cámara de Diputados por la reforma previsional, la llevada a cabo el  pasado jueves 14.
Ese día, sus diputados se pecharon con la Gendarmería fuera de los límites del recinto y rodearon en actitud agresiva y que poco tiene que ver con lo esperado de los diputados nacionales, al presidente del cuerpo, Emilio Monzó en el mismo estrado del titular de la Cámara baja en el interior del edificio.
La izquierda, en tanto,  tomó la posta el lunes 18, con un accionar violento pero mucho más torpe y menos efectivo que el de sus aliados.

Imagen presidencial
El Gobierno se vio sorprendido por la intensidad de la avanzada de esa porción de la sociedad opositora.
El presidente Mauricio Macri y la mesa chica de la Casa Rosada suponían que tras la victoria electoral en las elecciones de medio término de octubre y del acuerdo con los gobernadores, el paso de las reformas por el Congreso sería apacible. Pero no calibraron correctamente que se habían metido con un tema sensible como el de las jubilaciones.
De hecho, la mayoría de los argentinos se opone a la reforma previsional –en porcentajes que varían de acuerdo a la encuesta que se consulte-, al tiempo que se registró una caída de la imagen presidencial.
En la administración de Cambiemos evalúan que ese es el precio que van a pagar por la puesta en marcha de sus planes –incluyen ahí el Pacto Fiscal- para bajar el déficit del Estado. Pero mientras tanto, no se quedan de brazos cruzados en la batalla dialéctica cotidiana.
El propio Macri dijo que quien arroja piedras del tamaño de las que recibió la policía porteña el lunes último es porque está “dispuesto a matar” y reclamó que se arbitren medidas para que los jueces no liberen a los detenidos por incidentes de ese tipo de un día para el otro.
En el plano político, el Presidente blanqueó su enojo con algunos gobernadores y con Sergio Massa.
Es que algunos mandatarios, como Gerardo Zamora (Santiago del Estero) y Juan Manzur (Tucumán), no cumplieron con el compromiso de que los diputados de sus provincias votaran la reforma previsional, que finalmente fue sancionada con una diferencia de sólo 10 sufragios (127 a 117), lo cual no fue bien recibido por la Casa Rosada, pese a que logró su cometido originario.
Esa escasa diferencia también se explica porque el Frente Renovador, con sus 18 diputados, votó en contra del cambio de la fórmula para actualizar las jubilaciones y los planes sociales como la Asignación Universal por Hijo (AUH), lo cual despertó las sospechas del macrismo sobre un acuerdo de Massa con el kirchnerismo. Un efusivo abrazo entre el diputado Axel Kicillof y su par, el “Vasco” José de Mendiguren pareció comprobarlo.

“La izquierda combativa está llevando a la práctica su teoría de cuanto peor, mejor”

Renovadores y federales
Pero puertas adentro del massismo, el veterano industrial recibió la recomendación de que las victorias legislativas “no se festejan como en una cancha de fútbol”.
Los renovadores atraviesan por una crisis que disparó el magro resultado electoral y la decisión de Macri de desplazar a Massa como aliado estratégico para priorizar su relación con los gobernadores, especialmente los más dialoguistas del PJ.
Pero el Presidente ya tuvo un primer anticipo de que, para armar mayorías parlamentarias, no le basta sólo con la palabra empeñada al momento de las conversaciones.
El bloque Argentina Federal –que se referencia en los gobernadores del PJ- le sacó un bono compensatorio para los jubilados entre la sesión que fracasó por falta de quórum y la que terminó sancionando la reforma.
Los referentes de esa bancada de 35 integrantes, el salteño Pablo Kosiner y el bonaerense Diego Bossio, se reunieron en la semana con el jefe de los senadores del PJ, Miguel Ángel Pichetto, con quien acordaron “profundizar el trabajo que vienen desplegando y aunar criterios políticos en la discusión de cada proyecto”.
Traducción: serán interlocutores del Gobierno pero mantendrán un criterio propio.
Los bloques “federales” del Congreso no sólo articularán sus estrategias parlamentarias, sino que también buscarán incidir en el futuro del peronismo, al que conciben más cercano al PJ histórico y alejado del kirchnerismo. Por eso mismo, la disputa de poder que se registra entre Pichetto y Cristina Kirchner en la Cámara alta es mucho más importante que una mera trifulca legislativa.
La ex presidenta faltó a su primer día de trabajo en la comisión de Presupuesto y Pichetto dio su visto bueno para que Esteban Bullrich -el candidato de Cambiemos, vencedor en las elecciones legislativas en la Provincia de Buenos Aires- accediera a la titularidad de la mencionada comisión. Pero eso es un detalle: de la decisión del poderoso senador depende, en rigor, que Cristina mantenga los fueros parlamentarios que le permiten seguir en libertad.

Amigos del poder
Pichetto sigue a rajatablas el criterio de que los fueros sólo pueden ser retirados a un legislador cuando pese sobre éste una condena firme de la Justicia. Eso fue justamente lo que salvó al ex presidente Carlos Menem de ir a prisión en la causa en la que fue condenado por el tráfico de armas a Croacia y Ecuador. En el Gobierno creen, además, que Pichetto “le calienta la oreja” a Claudio Bonadío, el juez que más inquieta a la ex presidenta.
“Soy amigo de mucha gente. Tengo amigos en toda la Argentina. ¿Y eso qué tiene que ver?”, reaccionó días atrás Pichetto cuando se lo consultó por esa versión a la que, paradójicamente, también adhiere el diputado kirchnerista Leopoldo Moreau. El mismo que justificó la golpiza al periodista televisivo Osvaldo Bazán por parte de violentos.
En este contexto, habrá que ver cómo debuta Cristina Kirchner en el Senado el próximo miércoles, cuando el cuerpo se reúna para debatir en el recinto el Presupuesto 2018 y la reforma tributaria.
En su entorno piensan que será una voz potente “en contra del ajuste” que, desde Unidad Ciudadana, le reprochan al Gobierno. Aunque dadas las circunstancias, a la ex presidenta también le quedan las opciones del silencio... o del oportuno faltazo.

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