En un marco de abultada oferta mundial en la mayoría de los commodities, con acumulación de stocks y precios relativamente estables, se inicia el ciclo 2017-2018 con la siembra de la cosecha gruesa en nuestro país, la cual representa más del 85% de la producción total con un equivalente superior a las 100 millones de toneladas.
Sin duda una de las claves de este ciclo, es la marcada variabilidad climática a lo largo de toda la región productiva.
Mientras que las zonas más alejadas del Noroeste y Noreste argentino soportan una pertinaz sequía; en gran parte de la región pampeana todavía existen áreas con excesos hídricos que demoran la siembra de los granos gruesos.
Ello se refleja en el avance de las labores. Hacia fines de octubre el total implantado con maíz no alcanzaba el 35%, por lo cual se puede inferir no sólo una nueva apuesta de los productores a los materiales tardíos, sino que abre un interrogante en cuanto a la competitividad de este forrajero con el principal cultivo del país: la soja.
En efecto, si bien hay un consenso en cuanto a un nuevo año de expansión del maíz, producto de las ventajas en cuanto a la eliminación de las retenciones, y la mayor productividad observada en los últimos ciclos, como resultado de un alto nivel tecnológico (semilla, fertilizantes, fitosanitarios etc.); y paralelamente una reducción de soja, esta relación no está aun definida.
Esto se basa en la evolución de los precios de ambos granos, donde se observa una mejora relativa en el caso de la oleaginosa, respecto del maíz. Con niveles cercanos a los 270 dólares la tonelada a cosecha, la soja, a pesar de una fuerte carga tributaria, sigue siendo una opción muy rentable.
A lo que se suma, que los precios futuros tienden a mejorar, por efecto de la paulatina disminución de los derechos de exportación sobre todo el complejo (0.5% por mes) y de una demanda externa de la materia prima y los productos de su elaboración (harina, aceite y biocombustible), muy sostenida.
Algunas fuentes estiman una reducción del área sembrada con soja de hasta 1 millón de hectáreas, lo cual parece excesivo en el marco de lo descripto. Recordemos que a los menores costos de implantación de la soja vs. el maíz, se debe adicionar el importante impacto de los costos de transporte en este último, por efecto del mayor volumen relativo respecto de la soja, y altos costos de comercialización considerando el almacenaje y acondicionamiento (secado, limpieza, etc.) de este forrajero.
No obstante se espera que en este ciclo 2017-2018 se reiteren, clima mediante, volúmenes de relevancia, en cuanto a la producción final granaría. Si bien pareciera difícil superar los volúmenes del ciclo anterior, es factible que la oferta total de la campaña esté muy cerca de los 125 a 130 millones de toneladas.
Esta oferta permitiría disponer de un saldo a exportar cercano a las 96 millones de toneladas –equivalente grano- que significa ingresos comerciales por encima de los 29 mil millones de dólares.
Obviamente, y como lo venimos reiterando, será un nuevo año donde se pondrá a prueba el sector de logística y movilización de graneles, el cual continua siendo el "cuello de botella" del sistema, con el impacto sobre los costos finales al productor, y por ende una menor rentabilidad de la operación.
(*) Agritrend SA.
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