Quienes elijan no leer esta columna hasta el final no podrán comprender cabalmente su sentido. Hoy me refiero a la carga simbólica que, en los últimos años, se montó sobre una letra de nuestro abecedario. Un sistema de que funciona a base de la asociación de ideas y redes conceptuales motivando creencias y opiniones.
Se trata de una cuestión cultural, social y económica. No me quiero meter en polémicas sino profundizar el fenómeno a partir del cual una simple referencia alfabética genera comportamientos, algo vinculado directamente con la comunicación como madre del marketing y la publicidad.
Convertida en una marca, la letra ya no tiene independencia de significado sino que queda unida a lo que representa en esta etapa de la historia. Algo que inconsciente que despierta buenas o malas connotaciones según el prisma con el que se lo mire. Letreros, banderas y demás herramientas visuales la contienen acercando o alejando a la gente.
En tiempos de simplificaciones veloces, imagino que muchos lectores vieron el titular de esta columna y escupieron su veredicto a favor o en contra. Acaso la denominada grieta tenga relación con cuestiones de comunicación, de no escucharse o de no leerse. Esa es la lógica del símbolo, la síntesis como recurso que enarbola una serie de ideas.
En este espacio solo quiero repasar el tema comunicacional por el cual algunos clientes que, aún conteniendo la letra K en su nombre, prefieren no usarla como símbolo, por temor a ser cuestionados por muchos y aún ante la posibilidad de ser amados por otros tantos.
El punto final es saber quienes son “Los K” y todo depende del contexto social y cultural. Seguramente dentro de unos años todo esto pasará y la letra recuperará su independencia de sentido. Por ahora, se siguen multiplicando, proliferan y se reproducen. Están en todos los barrios, en las esquinas, de día y de noche. Todos bien sabemos que la letra los identifica, solo basta verla para saber que estamos cerca de un KIOSCO.
MARKETING APLICADO
Los K
La carga simbólica.
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