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ANTICIPOS ECONÓMICOS

Los empresarios miran de reojo a octubre

La recuperación comienza a confirmarse en indicadores clave como construcción, creación de empleo y actividad industrial, aunque todavía el crecimiento no llega a notarse con la profundidad necesaria sobre el consumo, y persisten interrogantes sobre la sostenibilidad del modelo.
Existe nerviosismo en aumento entre sectores empresariales porque en las PASO pudieron comprobar que el kirchnerismo y su ensayo populista mantienen adhesiones duras en vastos sectores populares del conurbano bonaerense, Rosario y otras ciudades del país atravesadas por la pobreza y la marginalidad.
"Confiamos en este rumbo económico, pero aún no tenemos certidumbre sobre si el populismo está terminado", se sinceró el número uno de una de las principales compañías de la Argentina para graficar el tenso momento que atraviesan los centros de poder.
El populismo, para el establishment, lo encarna en el país Cristina Fernández y, más allá de lo que ocurra finalmente en octubre, está claro que el 10 de diciembre tendrá derecho a asumir como senadora nacional, y que desde ese espacio tratará de volver a gobernar la Argentina en el 2019, una pesadilla para quienes encarnan el poder en el país.
Esos sectores ya evalúan que tal vez el principal error de Macri fue haber basado su campaña electoral en una promesa de "pobreza cero", y no haber sido más explícito en cuanto a postulados y plazos.
También el hecho de que las primeras medidas del gobierno de Cambiemos hayan favorecido a sectores concentrados de la economía, como la agroindustria y la minería.
A esto se sumó la revulsión provocada por el acuerdo con los detestados fondos buitre por la deuda, un paso entendible para evitar que la Argentina se quedara sin financiamiento externo, pero difícil de digerir desde el punto de vista político.
Todo condimentado con haber aplicado una fuerte devaluación para salir de la trampa del cepo cambiario, otro mal trago necesario pero difícil de digerir en la población, como ocurrió con el alza tarifaria.
La "bomba" dejada por Cristina Fernández no llegó a hacer volar por los aires a la alianza que le impidió mantener el poder en su reducto de la provincia de Buenos Aires vía el experimento fallido de Aníbal Fernández gobernador, pero sus esquirlas se sienten hasta ahora, como lo refleja la influencia que la ex mandataria mantiene sobre círculos con creciente capacidad de movilización y protesta social.
Aún así, persiste el optimismo en los despachos de la Casa Rosada: los datos duros de la economía reflejan fuertes crecimientos del 20% en la construcción y de casi 6% en la industria, uno de los sectores que más tardó en reaccionar.
Pero debe tenerse en cuenta que la comparación se realiza con 2016, un año recesivo.
El comportamiento de la economía viene siendo analizado por las principales centrales empresarias, preocupadas porque el gobierno no termina de confirmar un rumbo que los entusiasmó desde el principio.

Existe nerviosismo en aumento entre sectores empresariales porque en las PASO pudieron comprobar que el kirchnerismo y su ensayo populista mantienen adhesiones duras en vastos sectores populares.

Algo de eso pareció intuir Macri en el nutrido acto por el Día de la Industria realizado en Pilar.
"No vengo a decirles que inviertan para hacerme un favor a mí, quiero que inviertan porque confían y creen en los argentinos y porque este es el momento", le dijo a los industriales.
Las palabras reflejan que el presidente no está conforme con los niveles de inversión alcanzados, y de alguna forma que esperaba más a esta altura de los acontecimientos.
En el acto de Pilar hubo un fuerte respaldo al gobierno: el presidente de la UIA, Miguel Acevedo, pidió al Gobierno medidas de largo plazo para sostener las mejoras alcanzadas en la actividad económica y evaluó que se deben "concentrar esfuerzos en bajar el costo argentino".
"En un mundo cada vez más desafiante, debemos concentrar nuestros esfuerzos en bajar el costo argentino. Debe convertirse en una necesidad de carácter prioritario", dijo Acevedo en la celebración por el Día de la Industria en Pilar.
El reordenamiento de las distorsiones económicas heredadas del kirchnerismo, muy superiores a las esperadas, y cierta impericia en el manejo de la cosa pública, le impidieron a la administración de Macri llegar a las legislativas de medio término con un país en marcha como habían prometido en la campaña.
La alta conflictividad social, potenciada por un fuerte ajuste y fogoneada por la alteración que la imagen del "millonario Macri" provoca en vastos sectores de la población, conspira contra muchas de las políticas públicas.
Una de esas políticas comenzará a ser puesta a prueba después de octubre: el gobierno quiere acelerar una reforma impositiva que permita reordenar las superposiciones en materia de impuestos que dominan la economía hace décadas.
Como ocurre en distintas esferas del Estado, un nuevo impuesto se va apilando sobre los anteriores, y el esquema de distorsiones se va acumulando y termina conspirando contra la productividad de la economía.
Uno de los principales problemas será convencer a las provincias de que deben bajar los altísimos niveles de ingresos brutos que cobran, porque los Estados se fueron agrandando al ritmo del clientelismo político década tras década.
La reforma en la estructura impositiva incluye gravar la renta financiera, en especial los plazos fijos y las controversiales Lebacs del Banco Central, que multiplicaron las ganancias de la especulación.
Macri está dispuesto a apoyar la propuesta del ministro Nicolás Dujovne en este sentido, a riesgo de ganar enemigos de peso en el mundo de las finanzas.
La propuesta deberá pasar el filtro del Congreso y la disputa puede transformarse casi en batalla campal.
Es que el proyecto oficial podría prever aplicar los nuevos impuestos en forma retroactiva al stock de cada banco, lo cual potenciaría en forma exponencial su potencial de recaudación, pero podría provocar duros cruces con uno de los funcionarios más admirados por el presidente: el jefe del BCRA, Federico Sturzenegger.

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