Me pasó de nuevo esta semana cuando quise comprar una bicicleta. De un amplio abanico de posibilidades, elegí dos lugares para profundizar sobre precio, condiciones de pago y otros detalles que determinan el momento de compra, esa última instancia donde muchos fallan.
En la primera experiencia y al ingresar al salón encontré motos y bicicletas, todas amontonadas. Diferentes marcas, precios, cuadros y prestaciones, todo con una pátina de tierra que, sinceramente, no me molestaba tanto como la actitud del vendedor.
Decidido a llevarme una bici a casa, formulé unas simples preguntas, las básicas, las naturales y esperables previo al cierre de una compra. Del otro lado solo encontré evasivas ante el pedido de confirmar esos tres datos que necesitaba, para suma de males mi interés estaba en aquella bicicleta del fondo. Para llegar a ella había que escalar 7 motos y unas 15 bicis. Entendiendo el esfuerzo, me ofrecí asumiendo el riesgo, solo quería ver eso que iba a comprar. Nada fue suficiente, me retiré sin lo que buscaba.
En la segunda experiencia, la situación de acopio no cambió mucho. Muchas bicis encastradas como piezas de un jenga perfecto se acumulaban unas sobre otras pero en este caso Martín se mostró predispuesto a la atención, aún cuando estábamos cerca del cierre. Haciendo malabares para exhibir y explicar sobre los modelos consultados, la experiencia culminó con el cierre de la compra.
Se preguntarán ustedes cual es la relación de estas dos situaciones con la publicidad. Pues bien, en el primero de los casos se trata de un local que hace fuertes inversiones en difundir su propuesta, mensajes plagados de frases hechas en torno a la atención personalizada y demás clichés que claramente caen cuando uno llega al local. En cambio, nadie sabe quien es Martín, solo sus clientes y el boca en boca de una buena atención lo que le garantiza una alta rotación de gente.
El mensaje que quiero dejarles hoy es que antes de hacer publicidad pongan un freno y evalúen la totalidad del mix entre producto y servicio. La publicidad no es ficción o creación fantástica de promesas incumplidas sino un trabajo desde adentro hacia afuera por lo que si, por alguna de esas casualidades tuviera que asesorar al primero de los dos locales empezaría por motivar al vendedor, ordenar la exhibición y por qué no pasar un trapito a las bicicletas.
La gestión de marketing integral no puede basarse en mensajes publicitarios vacíos que solo favorecen a la rápida decepción sino a un pensamiento total para potenciar la gestión comercial. Ponele un freno, proyectá tu diferencial antes de hacer publicidad.

MARKETING APLICADO
Bicicleteando
La publicidad como ficción.
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