Intentar hacer un recorrido histórico en pocas líneas sobre el concepto de niñez no es una tarea sencilla a pesar de que el reconocimiento de esta categoría, como la conocemos actualmente, es relativamente temprano (siglos XVIII, XIX). Muchos autores coinciden en señalar a la modernidad, y más específicamente a la revolución francesa, como el cambio significativo en el paradigma de la infancia. La afirmación de DeMause “la historia de la infancia es una pesadilla de la que hemos empezado a despertar hace muy poco”, da cuenta de lo velado en la historia de la infancia.
En las culturas antiguas como la protoamericana existen datos que describen los métodos pedagógicos utilizados por los aztecas. Se podía observar una infancia socializada en el seno de la familia y la comunidad. En la adolescencia el varón partía para su educación religiosa o guerrera, mientras que la adolescente hilaba y tejía esperando su boda. También se hacen presentes los aspectos punitivos de la educación con castigos desde los ocho años. Si pensamos el tratamiento que se les dio a los niños en nuestro país, tenemos el ejemplo de los niños de llullayaco, que fueron entregados como sacrificio a los dioses.
La ley, la opinión pública y los grandes filósofos no veían nada malo en el infanticidio en las antiguas Grecia y Roma. Séneca describía el tema así: “A los perros locos les damos un golpe en la cabeza; al buey fiero y salvaje lo sacrificamos, a la oveja enferma la degollamos para que no contagie al rebaño, matamos a los engendros, ahogamos incluso a los niños que nacen débiles y anormales. Pero no es la ira, sino la razón la que separa lo malo de lo bueno”.
También se sabe que el infanticidio de hijos legítimos e ilegítimos se practicaba normalmente en la antigüedad. Una costumbre muy frecuente era creer que cuando un niño lloraba demasiado se convertía en un “engendro”. Por esta razón se los ataba o fajaba bien apretados durante largo tiempo, esto evitaba seguramente que se transformen en seres malvados. Esta tradición se prolongó durante la Edad Media.
Algunas mejoras en el trato de los niños se comienzan a vislumbrar a partir de los siglos XVII Y XVIII. Pero recién en el siglo pasado comenzó a desaparecer en Europa la costumbre de los azotes.
Si nos detenemos un instante y releemos lo aquí expuesto, encontraremos que en todas las épocas, más allá de las diferencias, hay algo que se repite y es la violencia hacia la niñez. A pesar de que han ido desapareciendo ciertas modalidades de castigo en nuestra sociedad, existen formas de violencia que no necesitan azotes para ser aplicadas.
Negar ciertos derechos a los niños y adolescentes, dejarlos desamparados y vulnerables a ciertas situaciones, es una violencia que no necesita de los azotes. Esta violencia sin látigo, deja marcas, huellas, secuelas difíciles de borrar que van forjando el carácter de un niño, su personalidad, su mirada hacia el otro, su posición en la vida.
(*) Psicólogo, egresado de la Universidad Nacional de Rosario
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