“A nosotros nos eligieron para gobernar, no para auditar la gestión de Scioli. Siempre se lo digo a Lilita”. La frase, que pertenece a María Eugenia Vidal, grafica las diferencias que hay entre el PRO y Elisa Carrió en el seno de Cambiemos. A nivel nacional, lo mismo le pudo haber dicho el presidente Mauricio Macri a la jefa de la Coalición Cívica, pero sobre Cristina Kirchner.
Sin embargo, de cara al proceso electoral que se viene, la mesa chica del PRO fijó su estrategia con pragmatismo: puso a Carrió de cabeza de lista de diputados en la capital y a Graciela Ocaña en la Provincia, ambas expertas en temas de transparencia y lucha contra la corrupción. El macrismo y su gurú Jaime Durán Barba ya mostraron que saben ganar elecciones.
“La gente no vota por cosas abstractas sino por su bienestar”, sostuvo el asesor ecuatoriano ante un centenar de candidatos de Cambiemos que se reunieron el viernes en Parque Norte. Durán Barba no se refirió a la situación económica -a priori el punto débil del oficialismo- sino al malestar que provoca Cristina Kirchner en una franja de la población.
En un lenguaje coloquial, la propia Carrió abonó la idea: “Cristina es como el cuco”, dijo al término de ese encuentro. El estilo de campaña que empieza a esbozar la Unidad Ciudadana kirchnerista parece recoger el guante y presenta a una líder más edulcorada y menos propensa a los discursos ásperos y altisonantes.
No obstante, dos hechos de la semana que pasó evidenciaron las limitaciones de la estrategia kirchnerista: las declaraciones de Fernanda Vallejos, su primera candidata a diputada, que dijo que Amado Boudou es un perseguido político y lo comparó con Yrigoyen y Perón, aunque también con Néstor y Cristina Kirchner. El segundo episodio fue violento y ocurrió en plena avenida 9 de Julio.
Endurecimiento
Frente al Ministerio de Desarrollo Social, grupos piqueteros afines al kirchnerismo -y también Quebracho- quemaron neumáticos y desafiaron a la Policía con palos y rostros cubiertos, lo que provocó el cese de las negociaciones que sus dirigentes tenían con la ministra Carolina Stanley y la posterior intervención policial, que desalojó a los manifestantes de la vía pública.
Ante protestas similares el Gobierno porteño había reaccionado de manera más permisiva desde que Macri llegó a la Casa Rosada, pero en esta oportunidad el alcalde Horacio Rodríguez Larreta dio una clara señal de que las cosas van a cambiar. El endurecimiento del oficialismo también se observa en la política de la ministra Patricia Bullrich en barrios tomados por los narcos. De hecho, el desembarco de las fuerzas de seguridad en la villa 1-11-14, del Bajo Flores, registra dos antecedentes con menos prensa pero igualmente potentes en cuanto al despliegue de efectivos e incautación de drogas y armas ilegales: un operativo en el barrio Carlos Gardel de Morón, al oeste del Conurbano; y otro en Alto Verde, Santa Fe.
En el combate contra el narcotráfico es el terreno donde el Gobierno está demostrando con más efectividad que es la contracara de la administración anterior. Ayer mismo fue capturada en Rosario la madre del líder de la banda “Los monos”, que era buscada desde hace más de un año.
Pero en tiempos electorales, las autoridades pueden caer en la sobreactuación y acentuar la tendencia a convertir la política en una secuencia de spots publicitarios. Esa lógica no les permite ver las amenazas que algunas veces se les presentan en sus propias narices: la irrupción de un automovilista desequilibrado que llegó hasta las puertas de la Casa Rosada es una muestra de ello.
Tirón de orejas
Por ese episodio, que ocurrió el 21 de junio pero recién trascendió el último jueves por una filtración judicial, hubo un tirón de orejas para la Policía Federal y también para la Casa Militar, encargada de velar por la seguridad del Presidente en la sede gubernamental. El propio Macri ya había sufrido agresiones en Mar del Plata y Neuquén que exhibieron la endeblez de su custodia.
El mismo jueves, un exclusivo colegio francés al que asiste Antonia, la hija del Presidente, debió ser evacuado por una amenaza de bomba. En el Gobierno estiman que el clima político tenderá a enrarecerse debido a la campaña electoral, que formalmente comenzará el próximo 14 de julio, un mes antes de las PASO. Ese día renunciará el ministro de Educación, Esteban Bullrich.
También dejarán sus cargos el ministro de Defensa, Julio Martínez, y el titular del Plan Belgrano, José Cano. Los tres funcionarios serán candidatos de Cambiemos en Buenos Aires, La Rioja y Tucumán, respectivamente. Sus salidas del Gabinete podrían acelerar la reestructuración que planeaba ejecutar Macri después de las elecciones, con el objetivo de reducir el déficit fiscal.
Por caso, la cartera de Defensa podría ser ocupada por Oscar Aguad, actual ministro de Comunicaciones, una repartición que sería disuelta y cuyas funciones se repartirían en otros sectores del Gobierno. La UCR conservaría un ministerio, como un reconocimiento del Presidente a su aliado y al distrito de Córdoba, donde mantiene una imagen positiva superior al 60%.
En el entorno del mandatario creen que llegó el momento de pulir su forma de comunicarse, para que sea menos coloquial y más sustancial. Admiten que es un Presidente que “no luce” por sus discursos, lo que explica que haya empezado a utilizar un telepromter para sus apariciones en la Casa Rosada. El aparato costó unos 250 mil pesos.
El lema de Cambiemos
En el acto donde utilizó ese dispositivo, Macri presentó un informe sobre el consumo de drogas en el país y volvió a reivindicar la “lucha contra las mafias”, una consigna que el Gobierno aplica en distintos rubros, como elemento diferenciador del resto del sistema político. Junto al Presidente estuvo la gobernadora Vidal, tal vez la figura que mejor encarna esa manera de llevar la gestión.
“Es una cruzada en la que nosotros no cedemos. Negociar con la Policía y la Justicia no lleva a un lugar mejor en la Provincia”, advirtió la Gobernadora a sus funcionarios, en una bajada de línea como para que no les quede lugar a dudas. Algunos se habrían tentado con reproducir esquemas anteriores. Pero Cambiemos está urgido por demostrar que no forma parte de ese “sistema”.
Esa voluntad es política -porque sus representados los votaron en buena medida para enfrentar la corrupción- y también obedece a la necesidad electoral, como lo blanqueó Marcos Peña, el jefe de Gabinete, al mencionar con nombre y apellido a los rivales más importantes del Gobierno. “Cristina, Massa y Randazzo vienen del mismo sistema político peronista”, dijo el funcionario que habla por Macri.
Al meterlos a todos en la misma bolsa hizo una jugada de manual: emparentar a sus adversarios con el pasado y por ende mostrar a la alianza oficialista como una superación de aquella etapa del país. Por eso en las redes sociales se van a publicar reiteradamente fotografías de Cristina, Massa y Randazzo juntos en viejos actos oficiales.
Peña y los estrategas de Cambiemos -entre ellos Durán Barba- no están exentos de incurrir en el error que suelen cometer los que llegan al poder y procuran conservarlo: hablarle a los propios, pero no a los que a priori, ni parecen dispuestos a votarlos. Cristina cometió ese error y lo pagó caro en 2009, 2013 y 2015.
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