Los indicadores sociales hablan de que la economía argentina tiene un desempleo medio en la región y hasta quizás en el mundo. Incluso entre los jóvenes, que recientemente sorprendieron a algunos con la masiva concurrencia a la feria Expo Empleo Joven, la tasa de desocupación no es mucho más alta que en países de la Unión Europea. Pero el promedio maquilla otros problemas que sí son preocupantes: una fragmentación en la que puede coexistir escasez de empleos junto a dificultades para cubrir vacantes por falta de formación. Todo al mismo tiempo y bajo las mismas circunstancias. ¿Qué ocurre entonces?
El mercado laboral no está ofreciendo soluciones a quienes las buscan. Por un lado, la economía sigue anémica y no genera oportunidades suficientes para calmar las expectativas de los jóvenes que ven en el mundo laboral una asignatura pendiente. Es difícil conseguir un trabajo en blanco, con una retribución razonable y de carácter formativo. Es que la economía argentina hace mucho tiempo que no genera, globalmente, empleos de calidad. Sí de carácter precario, informales, o en el sector público con dotaciones que difícilmente sigan alguna racionalidad más que lo clientelar y una discutible forma de maquillar un seguro de desempleo. No es extraño: las épocas de crecimiento “a tasas chinas” ya pasó hace muchos años y la actualidad presenta metas mucho más modestas. Eso desinfla cualquier ilusión de un shock de empleo, salvo que las perspectivas de un brusco aumento de la actividad económica trajera aparejado un boom de inversiones para más tarde, irrumpir en el mercado laboral con más demanda. Pero aún para el más optimista, no es el escenario próximo más probable ya que las inversiones vendrán en el mundo de las grandes empresas, que no son necesariamente las que generarán mucho empleo. Paralelamente también hay procesos innovadores para los que es difícil conseguir a la gente debidamente calificada para ello, con la consecuente demora en capacitación que hasta puede ser un cuello de botella para mantener niveles competitivos.
Para paliar la situación, el Gobierno ha continuado con la política de planes sociales que, si bien aliviaron casos de extrema necesidad, se está extendiendo en el tiempo, al no haber una respuesta de parte de la demanda de trabajo genuino. Además del costo fiscal que implica un crecimiento del número y la prestación de dichos planes, la caída en el empleo preocupa a los sindicatos que ven mermadas sus bases de afiliados, pero también se resiente la cultura del trabajo, cuestión tan sutil como decisiva a la hora de reconstruir el tejido social.
Desde el campo empresario, esta realidad nos interpela e invita a buscar soluciones, que son varias, no excluyentes y hasta interrelacionadas entres sí: A) Aumento sustancial de la productividad, elemento que hará más competitivas y, por lo tanto, sustentables nuestras organizaciones.
B)Encontrar sentido de oportunidades antes que amenazas, a las novedades que imponen la innovación tecnológica, creando valor y potenciando talentos de los colaboradores.
C)Buscar asociaciones en cadenas de valor con proveedores o clientes y aún con otros interesados -stakeholders- del sector para procesos de mejora continua y con ganancias de valor compartidas como resultante.
La base del empleo en la Argentina lo constituyen las pequeñas y medianas empresas, muchas de ellas de naturaleza familiar. Son ellas las que más pueden torcer el rumbo del mercado laboral si el entorno en el que se desenvuelven se torna un poco más amigable. Para ellas es imperioso trabajar junto al Gobierno en la búsqueda de soluciones a las distorsiones en el mercado laboral (ART e industria del juicio, por ejemplo), una legislación laboral más adecuada para su realidad, menor presión en los impuestos al trabajo, un impulso en la infraestructura de comunicaciones y seguridad; por citar algunos de los deberes tantas veces reclamados y pendientes; que termina pesando tanto más que el salario en sí mismo, a la hora de decidirse a invertir e incorporar personal.
Desde nuestro rol de empresarios, nos toca asumir el liderazgo de impulsar el diálogo entre todas las partes y en especial con los trabajadores, para ir removiendo los obstáculos señalados para un objetivo de común interés: poder invertir para producir cada vez más y ofrecer trabajo mejor remunerado en forma permanente. Allí no debería haber grieta posible.
(*) Empresario.Presidente del XX Encuentro Anual de ACDE.
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