Lesvy Berlín Osorio, de 22 años, apareció estrangulada en el campus de la Universidad Nacional Autónoma de México. Apenas después, la Procuraduría General de Justicia publicó en su cuenta oficial de Twitter que el día de los hechos ella y su novio se habían reunido con amigos, que “estuvieron alcoholizándose y drogándose”, que “ya no estudiaba desde 2014” y que debía materias. Traduzco: una voz oficial dijo que era lógico que Lesvy, por alcohólica, drogadicta y mala estudiante, terminara estrangulada. El Gobierno mexicano reincide en culpar a las víctimas (lo hizo con los estudiantes de Iguala, entre otros), pero ahora hubo grandes protestas y se creó el hashtag SiMeMatanQuéDirándeMí, donde muchas dijeron lo suyo.
Yo no tengo Twitter, pero sé qué dirían de mí si me mataran. Si los investigadores hablaran con mis vecinos sabrían que en la puerta de mi departamento aparecían cada tanto botellas de vino vacías (a nadie importaría que eso sucediera después de esporádicas cenas con amigos) y que yo entraba y salía de casa a horas extrañas (a nadie importaría que fuera debido a mi oficio). Si preguntaran en los hoteles donde me hospedaba en viajes de trabajo descubrirían que pasaban a buscarme hombres varios (a nadie importaría que fueran amigos o contactos laborales) y que nunca bajaba a desayunar (lo que inspiraría fantasías amatorio-resacosas, cuando en verdad me quedaba en mi cuarto tomando té y respondiendo mails). Descubrirían que no tenía Facebook ni WhatsApp, que no quería casarme ni tener hijos, que era atea y tomaba taxis en la calle. Así, dirían que era alcohólica, promiscua, antisocial, descuidada con mi seguridad, desaprensiva con los afectos y que, por tanto, me lo tenía merecido. Pero nadie podría negar mi espíritu de colaboración: ya ven que les dejo aquí el trabajo hecho.
(*) Escritora y periodista juninense, columnista del diario español El País, donde se publicó esta nota.
COMENTARIOS