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La inflación muestra el fracaso de la política económica porque ya supera el 9% anual y el proyectado pronostica un 29%, muy lejos de la pauta oficial del 16% para todo el año 2017.
LA COLUMNA DE LA SEMANA

La estrategia china

Un fallo judicial, controvertido en términos políticos, pero inobjetable en materia jurídica, retrotrajo la Argentina cuatro décadas al plantear una discusión que poco y nada tiene que ver con la realidad que atraviesa el país.
Fue un “revival” donde todo se mezcló y todos pugnaron por mostrarse como inocentes, justicieros, éticos, morales, representantes del conjunto y demás yerbas que hacen a la santidad de algunos y a la demonización del resto.
No vale la pena insistir en lo eternamente repudiable de los crímenes de lesa humanidad cometidos durante la pasada dictadura militar que terminó allá por… 1983.
Pero lo repudiable no hace a lo jurídico. La conducta de un asesino es, fue y será siempre repudiable, más aún si se trata de un asesino “inscripto” en el terrorismo de Estado, pero ello no implica que se lo ejecute. Sencillamente, porque la ejecución, la pena de muerte no figura entre las sanciones previstas por el Código Penal. Ni tampoco la pena de prisión de cien años.
Es la diferencia central entre un Estado de Derecho en el que muchos aspiramos a vivir y una dictadura a la que todos ahora descalifican. Solo que no son pocos quienes aspiran a reemplazar aquella dictadura por otra, de signo aparentemente contrario.
¿Cuántos de quienes concurrieron a la Plaza de Mayo para mostrar su enojo con el fallo de la Corte Suprema de Justicia, se movilizaron por ese único móvil? La respuesta es obvia. Solo algunos. El resto buscó una ventaja política.

Democracia y República
Suelen confundirse las ideas cuando estos términos se expresan. Seguramente la explicación se debe a que fue necesario transcurrir más de medio siglo de sucesiones de gobiernos electos con gobiernos de facto surgidos de la mano de un golpe de Estado.
Más aún, en los primeros años de ese medio siglo, los gobiernos democráticos fueron electos mediante el mal llamado “fraude patriótico” que no fue otra cosa que un fraude a secas. Algo parecido al “roban pero hacen” de décadas después que consistía, a secas, solo en un robo.
Tal vez por ello, allá por 1983, el candidato y luego presidente Raúl Alfonsín hablaba de recuperar la democracia. Precisamente, con el juicio a las juntas militares y a los principales responsables de la subversión armada selló el final de la impunidad ante cualquier intento de toma del poder por las armas.
Por aquellos años, dos cintas cinematográficas anticiparon con su título cuanto aún no superamos pese a los 33 años ininterrumpidos de democracia. Ese título fue “La República Perdida 1 y 2”.
Se trató de una idea original del político radical Enrique Vanoli, con guión de Luis Gregorich, dirección de Miguel Pérez y locución de Juan Carlos Beltrán. En la segunda, los textos fueron obra de María Elena Walsh y las voces en off estuvieron a cargo de los actores Rita Cortese y del fallecido Aldo Barbero.
Y a esta altura del partido queda en claro que si bien la democracia, como método de selección de los gobernantes, parece definitivamente recuperada, la República, en cambio, sigue perdida, salvo por algunos breves pasajes de la contemporaneidad.
No es menor la diferencia. Con la democracia, pueden llegar al poder –como ocurrió- los Kirchner. Con la República, es decir con el imperio de la ley, no hubiesen podido colocar a la Argentina entre los países más corruptos del globo terráqueo.
Así, nos guste o no, la marcha contra el fallo de la Corte no tuvo nada de republicana. Porque los jueces aplicaron la ley. Una ley que puede no gustarnos pero que es ley. Y como dijimos, la República es el imperio de la ley.
En todo caso habrá que echar una mirada a las decisiones de los otros poderes. Del Poder Ejecutivo, actual claro, pero sobre todo del anterior, que no envió ningún proyecto de ley al Congreso para subsanar las falencias de aquel dos por uno sancionado bajo otro gobierno peronista, el de Carlos Menem.
Y no fue un olvido. Si el actual período de gobierno carga con una sentencia de la Corte Suprema que aplicó el 2 por 1 en beneficio de un autor de crímenes de lesa humanidad, durante el gobierno anterior no se contabiliza un fallo en igual sentido, sino dos. Uno del juez Ariel Lijo y otro de Raúl Zaffaroni, cuyo voto respaldó un procedimiento similar desde la Corte Suprema que integró hasta su jubilación.
En aquellas ocasiones, ninguno de quienes ejercieron el deporte nacional de marchar a la Plaza, entorpecer el tránsito y molestar a quienes trabajan, cortó nada, ni caminó a ningún lado, ni se preocupó por los represores o los apropiadores liberados.
Ninguno tampoco marchó, ni levantó la voz –con algunas honrosas excepciones- cuando Cristina Kirchner designó al sospechoso del delito de desaparición de personas, general César Milani, como jefe del Ejército para llevar a cabo ilegales tareas de espionaje interno. 
Con el peronismo y más aún con su vertiente kirchnerista estamos frente al imperio de la ley selectiva. Vale para mis enemigos, jamás para mis amigos. En síntesis, una demostración más de la inmadurez argentina y de la hipocresía kirchnerista.

Economía
Los problemas reales de la Argentina recorren carriles muy distantes de la marcha del miércoles pasado.
Y uno de los problemas centrales es la inflación cuyo guarismo de abril  desmintió una vez más a las ilusiones oficiales que pretende esparcir el multitudinario gabinete económico del presidente Macri.
Es que el crecimiento del índice de precios al consumidor dado a conocer por el INDEC y correspondiente al mes de abril pasado arroja no solo un valor alto, el 2,6 por ciento, sino que, además, revierte una tendencia a la baja que se consideraba como ya consolidada.
En el acumulado del año, el incremento supera el 9 por ciento y el proyectado anual, de no aminorar el crecimiento, pronostica un 29 por ciento. Lejos, muy lejos, de la pauta oficial de inflación del 16 por ciento para todo el año 2017. Al punto que, desde el viernes, la meta inflacionaria anual ya no es más el 16 por ciento, sino el 20.
Ese 2,6 por ciento echa por tierra cualquier pronóstico optimista, pero desnuda la verdadera causa de la inflación que los responsables del área económica se niegan a reconocer: el déficit fiscal originado por un gasto público altísimo y mayoritariamente improductivo.
Es que frente a un panorama de retracción del consumo y de retraso cambiario resulta impensable imaginar cualquier otra razón como causa de la persistente, y ahora creciente, inflación.
No vale de nada caer en la tontera de echar las culpas sobre la tasa de interés del Banco Central. No se trata de atacar las consecuencias, sino las causas.
De vez en cuando, suele el presidente Macri decir algo sobre el tema, pero la reacción del gobierno no pasa de allí, con excepción de una lenta adecuación de tarifas que busca, a la larga, reducir los subsidios estatales a los consumos. 
No son muchas las esperanzas al respecto. Nadie imagina un cambio drástico en un escenario de tres meses hasta la concreción de las discutibles PASO y de cinco hasta las necesarias elecciones generales.
A seguir así parece, entonces, ser la consigna de la hora. Ni brotes verdes, ni consumo en alza, algunas inversiones y poca creación de puestos de trabajo aunque sin crecimiento del desempleo. Excepción: el campo y toda la agroindustria y los servicios que del sector derivan.
En la alforja, solo cháchara del ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, que insiste con pronósticos optimistas a los que siempre modifica la fecha de vigencia. Ahora, según él, la inflación rondará el uno por ciento mensual aunque recién en el último trimestre del año.  
Un panorama que obliga a pensar en otros términos para la cuestión electoral. Paradójico, la economía que siempre decide todo, no será demasiado tenida en cuenta por el oficialismo y quizás hasta menos, por la oposición.
La situación económica que no mejora lleva a imaginar, en las filas del oficialista Cambiemos, una campaña diferente, fundada en la comparación con el pasado.
Será República o populismo. Como cuando empezamos.


Geopolítica
Mientras tanto, el Presidente ensaya salidas al exterior para tratar de convencer a los inversores a interesarse, cuanto antes mejor, por la Argentina.
Ahora es el turno de Dubai en los Emiratos Árabes Unidos, Pekin y Shanghai en China y Tokio en Japón. En total, 9 días en la salida al exterior más extensa de cuantas lleva Mauricio Macri.
Obviamente, las expectativas argentinas están puestas en algunas inversiones en particular: dos nuevas centrales nucleares, obras en el ferrocarril San Martín y energía solar en Jujuy.
Pero, para el gobierno chino se trata de avanzar más allá de lo meramente comercial, sin descuidarlo por supuesto.
Se trata de ganar presencia internacional como alternativa frente los Estados Unidos y a la alicaída Unión Europea. Es la hora del “One Belt, One Road” –“una franja, una ruta”- como alusión a la histórica famosa ruta de la seda.
En rigor es un nombre dado a la búsqueda del reconocimiento de China como superpotencia mundial que propone el presidente Xi Jinping. Es un cambio geopolítico mayor.
La iniciativa cuenta con dos vertientes: la denominada Ruta de la Seda cinturón económico y la Ruta de la Seda marítima.
La Ruta de la Seda, cinturón económico, abarca como espacio de referencia Asia Central, Rusia y Europa en su vertiente norte. Asia Central, Asia Occidental, Oriente Medio y el Mediterráneo como vertiente central. Sudeste asiático y Asia del Sur en su vertiente sur.
La Ruta de la Seda Marítima incluye las regiones del Pacífico y del Índico. Es decir los países ribereños del Pacífico sur –Australia- y los africanos de este.
La iniciativa china lejos está de ser solo declamación. Por el contrario, consiste en inversiones en 60 países. Inversiones que generan baja rentabilidad pese al carácter riesgoso de muchos de dichos estados. La herramienta es el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura al que se lo dotará de 100 mil millones de dólares.
Paralelamente, fue creado un Fondo de Infraestructura que no prestará dinero como el Banco Asiático, sino que invertirá directamente en proyectos fuera de China y que contará con 40 mil millones de dólares.
Es geopolítica. Pero no se entiende bien donde calza la Argentina en la estrategia china. Y menos aún, al revés. Salvo, claro, en lo meramente, y no por ello de poca importancia, comercial.
Por lo pronto, frente a la poco clara política exterior del gobierno argentino en el juego internacional, se yergue una participación más activa en el terreno regional.
Por un lado, está la insostenible situación venezolana. Tan insostenible que hasta el propio papa Francisco, de probadas simpatías populistas, salió a levantar la bandera de las elecciones como única solución anticipada.
El Papa se acerca así a la posición oficial de la Argentina desde que asumió el presidente Macri: la salida electoral para el país caribeño y sudamericano envuelto en la peor crisis de su historia con más de 30 muertos por la represión de las movilizaciones, con 700 por ciento de inflación anual y con escasez de productos básicos.
El contraste radica en la posición del kirchnerismo. Con una Cristina Kirchner que fue a Europa a denunciar la “ilegitimidad” del gobierno de Macri, pero concede entrevistas a la ultra chavista cadena de televisión Telesur.
En Bélgica, solo fue escuchada por un puñado de eurodiputados de extrema izquierda --el grupo socialista no asistió- en una sala auxiliar de la segunda sede del Parlamento europeo en Bruselas. La sede central del Parlamento europeo, donde se llevan a cabo las sesiones, está en Estrasburgo, Francia.


Terreno propio
Mientras tanto, fronteras adentro, la información político partidaria tiende a avanzar sobre el resto de las noticias. 
Desde el peronismo, todo continúa abierto. Con excepción de la renuncia de José Manuel de la Sota de postularse para diputado nacional por Córdoba y su paralelo anuncio sobre su intención de presentar candidatura presidencial en el 2019.
De la Sota cumplió con todo el “cursus honorem” que debería cumplir un político que se postula para la presidencia de la República y cuenta en su haber con una conducta que lo diferencia de la mayor parte del peronismo: nunca fue kirchnerista.
Y un dato por demás significativo: no tiene cuentas pendientes con la justicia.
Lo contrario de Cristina Kirchner, razón por la cual pese a sus preparadas contradicciones, nadie puede aseverar que la ex presidente, con varias causas abiertas por corrupción, lavado de dinero y traición a la patria, no competirá en provincia de Buenos Aires o en provincia de Santa Cruz por una banca que la ponga a cubierto de cumplir una pena de prisión.
Junto a Cristina Kichner, tiende a perder peso el ya impresentable Daniel Scioli, envuelto ahora en un escándalo de alcoba.
Por su lado, con Alberto Fernández como jefe de campaña, Florencio Randazzo inició un acercamiento hacia Sergio Massa, en el afán de aislar al kirchnerismo de la provincia de Buenos Aires
De aquí en más, las novedades en el ámbito político partidario no se harán esperar. Como muestra: el pase de la otrora aliada de Martín Lousteau en la Capital Federal, Graciela Ocaña, a la provincia de Buenos Aires y a las filas de Cambiemos. 
O, mejor dicho, a la lista de diputados nacionales de Cambiemos.

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