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PUNTOS DE VISTA

Subestimando al cambio climático

En los últimos años escribí varios artículos en estas mismas páginas donde las palabras claves eran: consumismo, desarrollo sostenible, ecología, paradigmas, cambio climático. Cada una de ellas estará de aquí al futuro en el vocabulario obligado de todo ser humano. Nadie escapará al deber de entenderlas ya que cada una marcará el destino de sus vidas y, fundamentalmente, la de sus hijos.
Estas últimas semanas hemos podido constatar los siguientes hechos: temperaturas que rondan los 25º; inundaciones graves en los cuatro puntos cardinales del país; jazmines que florecen en forma abrupta. Nada de esto podría sorprendernos sin aclarar previamente que estamos en pleno otoño, aunque ya no exista diferencia con la primavera.
Pero, a la luz de los acontecimientos y las reacciones sociales y políticas estos hechos inverosímiles dejan la sensación que no son del todo comprendidos. Que el término Cambio Climático es cosa de la ciencia y no una condicionante de nuestras vidas. Hay una clara subestimación del problema (un viejo deporte nacional).
Este es un punto crítico que como sociedad afrontamos: la falta de entendimiento sobre el origen y relación directa de estos fenómenos climáticos que nos angustian, con las formas de vida que llevamos adelante en los últimos 100 años, y que además estimulamos en forma irresponsable.
Al mismo tiempo que reclamamos más producción, más consumo, más obras, y seguimos entendiendo que de eso depende la idea de progreso y felicidad, estamos dejando en evidencia la falta de conciencia sobre la relación existente entre esos patrones de vida y la generación de gases de efectos invernadero que son los causante del cambio climático que hoy sufrimos. Imaginemos que sufrimos problemas respiratorios y fumamos todo el tiempo porque no tenemos internalizada la relación directa entre tabaco y problema respiratorio. Sufriremos una enfermedad y reclamaremos su cura al tiempo que con nuestros actos la vamos profundizando.
Cien años educando generaciones en la idea de “abundancia” torna en titánica la tarea de comprender la escasez. Tantos años de hacernos creer que bienestar y felicidad dependen del progreso material hace que difícilmente detengamos la carrera por tener más bienes que muchas veces compramos sin una necesidad real. Un tiempo tan largo de pensar que podemos comprar, consumir, tirar y volver a comprar, sin tener idea a dónde va lo que tiramos y sus consecuencias, genera hábitos de conducta frente a los residuos que son difíciles de modificar.
El Cambio Climático que hoy vivimos tiene fuentes antropogénicas. Es decir, se origina en las acciones humanas. Su gravedad, exige cambiar aquellas acciones humanas que hoy lo potencian: sustituir el modelo de producción y consumo lineal por uno circular de forma de utilizar en nuevos ciclos aquellos bienes o residuos que ya no usamos; alargar la vida de los productos extendiendo sus vidas útiles (no comprar un nuevo celular cada año); clasificar residuos en origen separando los orgánicos vegetales para compostar de aquellos orgánicos animales, los plásticos, papel y vidrios.
En paralelo el Estado debe dar información sobre: cómo disponer de ellos y qué empresas o sectores industriales utilizan esos residuos como insumos (botellas de vidrio, de plásticos, cartones, etc). Hay aquí un capitulo central que es la responsabilidad social empresaria de utilizar un packaging de sus productos que puedan ser reutilizados y así estimular al consumidor para guardar y clasificar ese residuo para un nuevo ciclo de producción.
Es alarmante que el Estado en todas sus jurisdicciones (generadores de cientos de toneladas de residuos diarios) no tenga protocolos de clasificación de los residuos que genera en sus reparticiones, y un régimen especial para su disposición, a lo que agregamos, procedimientos de control y uso racional de la energía eléctrica. Hoy debería existir inversión pública en cada gran ciudad, y en los pueblos del interior a escala regional, para construir biodigestores que permitan absorber sus residuos (experiencia probada en San Luis). Existe la tecnología, existe la seguridad de provisión abundante de insumo para su funcionamiento, y su salida produciendo biogás, fertilizantes, y hasta electricidad.
Si bien las medidas de adaptación y mitigación son muchas, tenemos que marcar la necesidad de tomar conciencia de la importancia del cambio de la matriz energética. Las energías renovables no son un sueño. Costa Rica, Uruguay, son dos ejemplos de países de nuestro continente, de pequeñas dimensiones, pero de ideas claras sobre el futuro de escasez en contexto de cambio climático. Ambos desarrollan en forma muy acelerada la sustitución de sus matrices. En este sentido nuestro país debe acelerar el marco jurídico nacional y en todas las provincias para un sistema distribuido de estas energías. Clave para el estímulo de inversión en cada hogar.
También, debemos crear bici sendas, lograr que la industria automotriz regional ofrezca autos eléctricos, transporte público eléctrico (bus), bioconstrucciones (diseños y materiales). Todas alternativas hoy en uso y disponibles que se suman a una nueva matriz de industrialización que nos ayude a entrar en el siglo 21 con un modelo económico y social sostenible.
Otra acción que no puede demorarse es la enseñanza y práctica escolar desde la primaria en forma continua. La escuela debe formar al ciudadano del siglo 21 que debe tener base de conciencia y hábitos ecológicos para adaptarse al cambio climático. Lo que las últimas generaciones destruyeron (medio ambiente), debe ser reconstituido por las nuevas.
No hay obras de ingeniería que puedan frenar la furia de la naturaleza. El cambio climático no fue magia. El cambio climático es la soberbia obra humana que se atrevió a cambiar en apenas 100 años aquello que al planeta le llevo edificar en 5.000 millones. Nosotros fuimos los causantes. Nosotros debemos ser la solución.

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