Ya no es siquiera discutible: Venezuela se convirtió en una dictadura.
Con dudosa legitimidad de origen, debido a las más que fundadas sospechas de fraude, que caracterizó la llegada al poder de Nicolás Maduro, hoy muestra ya no solo una ilegitimidad, sino una ilegalidad manifiesta en sus maniobras por permanecer en el poder.
Desde la no convocatoria a un plebiscito revocatorio previsto en la propia Constitución hecha a la medida del extinto Hugo Chávez y el chavismo, hasta la negativa a renovar mandatos legislativos y estaduales, pasando por aquel intento de la Corte Suprema de cerrar el Congreso dominado por la oposición.
Todo bajo un marco de escasez de productos de primera necesidad, de parálisis económica, de pérdida de empleos y de corrupción generalizada en los distintos niveles del gobierno.
Es el destino trágico de una Venezuela que suma muertos en las legítimas protestas que el gobierno reprime o en medio de una anarquía que producen los saqueos como consecuencia de la escasez, sumada a la hiperinflación. Desde fines de marzo hasta la fecha, los muertos suman 21.
Si bien las comparaciones jamás son exactas, ni acabadas, la crisis venezolana es un indicio, o más bien una hipótesis posible, de cuanto hubiese ocurrido en la Argentina de haber continuado el gobierno kirchnerista.
La proximidad entre kirchnerismo y chavismo fue por demás elocuente. Unos y otros defendían una pseudo unidad latinoamericana frente al “imperialismo yanqui”. Unos y otros dieron marco a una corrupción a escala mayor. Unos y otros, generaron alta inflación y caída de la inversión y del Producto Bruto Interno. Unos y otros dividieron la sociedad con una brecha insalvable.
Solo difieren en el final. El kirchnerismo ya se fue. El chavismo resiste con la violencia.
Hoy, en ninguno de los dos países, queda margen para terceras fuerzas. En ambos, se enfrentan dos concepciones de la política. República versus populismo. Se trata de una dicotomía que fagocita cualquier matiz.
No deja espacio. Excluye. Pero es la realidad. O se es republicano o se es populista. O lo uno o lo otro.
De allí que en la Argentina de hoy resulta difícil de comprender el rol que pretende jugar el Frente Renovador de Sergio Massa junto al GEN de Margarita Stolbizer, junto a algunas expresiones menores.
Por lo general, una elección legislativa da pie a la diversidad. Porque quienes resultan electos, lo hacen como producto de un reparto proporcional. Porque no existen, como en las presidenciales, candidatos únicos en todo el país.
Esta vez es la excepción que, posiblemente, confirme la regla.
Aunque con matices, la concurrencia del massismo a las urnas divide al campo republicano. Así, para enfrentar al populismo, la República ofrecería dos opciones. El resultado puede ser una lectura equivocada de la realidad.
Cambiemos PRO
La decisión de Elisa Carrió de competir en la ciudad de Buenos Aires por expreso pedido de los principales referentes del PRO modificó sustancialmente el panorama político en los principales distritos del país, si se lo suma a la decisión del radicalismo santafecino de concurrir a las urnas dentro de una alianza opositora.
¿Por qué Carrió va a la elección porteña? Para analizarlo, no alcanza con el pedido de Macri, ni con los vetos de María Eugenia Vidal, ni con las carencias de Horacio Rodríguez Larreta, ni mucho menos con las estrategias electorales de Jaime Durán Barba, aunque todo ello incide de manera sostenida.
Será difícil determinar, a priori, las razones que, seguramente, excederán con creces eventuales candidaturas de partidarios y aliados de Carrió, como Marisel Echecoin o Toti Flores, en la provincia de Buenos Aires.
Esas razones probablemente sean conocidas tras el acto electoral, en caso de un triunfo de Cambiemos en Buenos Aires ¿Lorenzetti? ¿Angelici? Veremos.
Cuando se la consulta, Carrió afirma que retornó a la ciudad porque todos –Vidal, Durán Barba y Macri- dan por “innecesaria” su presencia en territorio bonaerense.
¿Qué significa exactamente “innecesaria”? ¿Acaso el Gobierno imagina ya confirmada una eventual victoria en la provincia más poblada del país? ¿O prioriza el territorio del que es oriundo aun si el rival a vencer allí no es el populismo?
Como sea, el retorno de Carrió a la ciudad de Buenos Aires deja dudas ¿Alcanza con María Eugenia Vidal para ganar una elección en la que ella no es candidata? ¿Y si enfrente va Cristina quién compite con ella? ¿Esteban Bullrich?
Con todo, despejada la incógnita Carrió, llegó el momento de afinar el lápiz y confeccionar las listas. Y allí, hace falta acomodar muchas piezas, más allá de las concesiones a la Coalición Cívica.
Cambiemos UCR
Uno de los temas es cuál será el rol reservado al radicalismo. Y en todo caso, a cuál radicalismo.
En la ciudad de Buenos Aires, el centenario partido muestra una división inédita. Un sector, encabezado por Enrique Nosiglia, está determinado a integrar una alianza opositora con Martín Lousteau como cabeza de lista.
Del otro lado, dirigentes que supieron ser muy cercanos a Nosiglia, como Jesús Rodríguez o Facundo Suárez Lastra, optan por cerrar filas junto a Rodríguez Larreta. A estos últimos, los apadrina Ernesto Sanz.
La apuesta de Nosiglia fue muy fuerte. Al punto que debió intervenir el propio presidente Mauricio Macri para convencer a Elisa Carrió de convertirse en la candidata del oficialismo en el distrito.
Resta saber ahora si Nosiglia irá o no hasta el final. Es decir hasta la elección. Si la jugada consistía en un reposicionamiento del alicaído radicalismo porteño, habrá de hacerlo. Si, por el contrario, solo se trataba de ganar espacio en una lista única de Cambiemos, la participación se irá diluyendo.
Es que una cosa era Lousteau contra cualquier candidato del PRO y otra muy, pero muy distinta Lousteau versus Carríó. Rodríguez Larreta respira aliviado.
Por el lado de la provincia de Buenos Aires, todo está por verse. La negociación comienza ahora. El radicalismo aspira a conservar las bancas que renueva, tanto a nivel de legisladores nacionales como provinciales, y agregar alguna más. El PRO, como siempre, no se mostrará generoso. No paga historia, solo presente.
Y es que el PRO provincial, o mejor dicho, María Eugenia Vidal aspira a sumar peronistas de los distritos. Y para eso, hay que dejar lugares vacantes.
Para cerrar el capítulo radical, hace falta hacer referencia a Santa Fe y al Chaco, distritos donde el radicalismo no forma parte de Cambiemos, en el primer caso, y donde la alianza se rompió en el segundo.
Lo de ambos distritos genera consecuencias hacia adentro de la UCR. La negativa santafecina debería arrastrar al presidente del Comité Nacional, el intendente de la ciudad capital, José Corral.
Franco partidario de la alianza con el PRO, su figura queda muy deteriorada tras la decisión del partido en Santa Fe, de renovar la alianza con el opositor socialismo.
En menor medida, ocurre lo mismo con la rebelión chaqueña, donde el radicalismo presentó una lista provincial con exclusión del PRO y de la Coalición Cívica. La decisión debilita al referente y presidente del bloque de Cambiemos en el Senado, el ex gobernador Angel Rosas.
Peronismo
El partido, –o movimiento, como algunos pretenden decirle- que fundó el por entonces coronel Juan Domingo Perón, es hoy por hoy un aquelarre o al menos un intríngulis de difícil esclarecimiento.
Por un lado, están los peronismos que responden a los gobernadores. Allí, salvo excepciones como Tucumán o Córdoba, los titulares de los ejecutivos provinciales definen o influencian sensiblemente sobre la constitución de las listas electorales.
En Tucumán, porque no está del todo claro el rol que cumple el gobernador Manzur frente al ex gobernador Alperovich. El primero cercano a Cambiemos, el anterior enrolado con el kirchnerismo.
En Córdoba, porque tampoco queda claro el papel del peronista con más pergaminos para dejar atrás al kirchnerismo, el ex gobernador José de la Sota, frente al actual gobernador Schiaretti, también cercano al presidente Macri.
Luego, vienen dos distritos donde debe definirse la supervivencia o no del kirchnerismo. La poblada provincia de Buenos Aires con el superpoblado Gran Buenos Aires, y la provincia de Santa Cruz.
Gobernada por la cuñada Alicia Kirchner, gracias a una manipulable ley de lemas, la provincia vive horas de revuelo que llevó a manifestantes a rodear la casa de la gobernadora tras conocerse, redes sociales mediante, la presencia allí de Cristina Kirchner.
Es que la provincia petrolera está literalmente quebrada. No paga proveedores, no ejecuta obras, está atrasada con los sueldos de la hiper poblada administración pública y solo propuso un incremento para los docentes del… 3 por ciento. Teléfono para la kirchnerista CTERA y su filial SUTEBA de Roberto Baradel, tan exigentes en Buenos Aires.
La propia gobernadora Alicia Kirchner reconoce que la provincia está en quiebra y que le hace falta una ayuda del gobierno nacional macrista para pagar sueldos. Todo indica que en la próxima elección el kirchnerismo perderá, por primera vez, Santa Cruz.
Mientras tanto en Buenos Aires, el peronismo debe decidir si se enrola detrás de una eventual candidatura de Cristina Kirchner, si disputa una interna entre Florencio Randazzo y Daniel Scioli, si se divide con el sector de Diego Bossio, si promueve la candidatura de la “ploteada” Verónica Magario, si deciden los intendentes, si votan los afiliados o…
Un verdadero aquelarre del que nadie sabe cómo salir a 60 días de la presentación de listas.
Una cosa es segura. Florencio Randazzo no moverá las fichas hasta que no lo haga Cristina Kirchner.
Es que Randazzo ya decidió que quiere jugar en las ligas mayores –otra cosa es ver si puede- y, por ende, no quiere enfrentar a Daniel Scioli, sino a la propia Cristina Kirchner. Es que una cosa es perder con ella y otra, mucho más humillante, perder con Scioli.
A la fecha, sólo Randazzo considera que Cristina Kirchner finalmente resultará candidata. Mientras que todos los demás especulan con una “bajada” de la ex presidenta, para el ex ministro del Interior, los problemas con la justicia la obligarán a competir para tratar de alcanzar los fueros que la pongan a resguardo del cumplimiento de una sentencia judicial.
Y es que los problemas judiciales del kirchnerismo no pueden dejar de ser tenidos en cuenta a la hora de hablar de candidaturas.
Frente a ellos, un triunfo de Cambiemos acelerará las causas por corrupción contra la ex presidenta y los principales referentes de su gobierno. Por el contrario, un triunfo K las detendrá indefinidamente.
No se trata de descubrir ahora como se reubican las fichas en la justicia federal. Al igual que el capital, el poder judicial, con excepciones, quedará expectante del resultado electoral para acelerar, para ralentizar o para cajonear expedientes por corrupción.
Y queda Massa. Su sueño de la “ancha avenida del medio” se desvanece en la medida en que la polarización se hace omnipresente.
Resulta casi obvio que su Frente Renovador junto al GEN de Stolbizer deberán, para bien o para mal, competir en la próxima elección. Necesitan sostener algunos legisladores. NO debe olvidarse que ahora renuevan quienes fueron electos en el 2013 cuando, precisamente, Sergio Massa liquidó el sueño reeleccionista de Cristina Kirchner.
No obstante, quienes lo conocen dudan de su participación personal. Imaginan a un Massa que se preservará para el turno del 2019 –nuevamente presidencial- y que dejará su sitial a la dupla Stolbizer como senadora y Malena Galmarini –la esposa de Massa- como diputada.
Salvo la situación de Carrió, aún todo es posible en el escenario electoral. Solo una cosa es segura: el tiempo de las definiciones ya comenzó. Son 60 días en los que la información política comenzará a dominar la escena. Una danza de nombres y apellidos con tironeos, rupturas y demás yerbas de la política vernácula.
De momento, una mirada a Francia para constatar si el populismo que avanza en algunas latitudes y retrocede en otras fagocita al país de las libertades públicas y los derechos humanos.
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