Puede que, en términos políticos, el Gobierno bonaerense haya terminado de transitar una de sus semanas más complejas.
La sucesión de movilizaciones cuyo denominador común son los furibundos cuestionamientos al presidente Mauricio Macri, no le son indiferentes ni inocuas. Tampoco los movimientos que se vienen registrando en el peronismo que alejan cada vez más la alternativa de dividir al PJ con la que viene soñando Cambiemos para afrontar con menos sobresaltos la cita electoral.
Algunas de esas cuestiones pegaron de lleno en el equipo de la Gobernadora. La pregonada llegada de dirigentes del peronismo al equipo provincial sufrió un fuerte revés con el portazo del intendente Francisco Echarren, el ahora ex subsecretario de Vivienda.
Echarren venía dando señales de incomodidad. Sonaron las alarmas y nadie las atendió. El 911 de la política falló en su más pura esencia y cuando la salida estaba consumada, aparecieron gestiones de última hora que no lograron convencer al alcalde de Castelli.
No es el único contratiempo político que sufre el oficialismo por estos días. La denominada pata peronista empieza a exhibir síntomas de cierto agotamiento. Sigue allí firme el sindicalista de los peones rurales Gerónimo “Momo” Venegas, que por estas horas presiona para quedarse con el Ministerio de la Producción y ofrece justamente a quienes tuviera a cargo esa cartera durante la gestión de Eduardo Duhalde: el ex diputado Carlos Brown.
Quien parecía ser uno de los sostenes de ese armado en el Conurbano, empezó a dar señales de distanciamiento. El intendente de José C. Paz, Mario Ishii, venía mostrando sintonía con el oficialismo, pero en las últimas horas salió a quejarse del trato que recibe del gobierno de Vidal. No sólo eso: también advirtió que dará la pelea dentro del peronismo. Le dio la espalda incluso al promocionado acto de lanzamiento del SAME provincial que involucra a su propio distrito.
El peronismo se une
Estos sobresaltos no parecen estar ajenos al clima que se respira en el peronismo bonaerense, envalentonado por los traspiés oficiales y la caída de la imagen presidencial que también impacta, aunque en bastante menor medida, sobre Vidal.
Esos vientos empujaron a retratarse juntos a dos enemigos íntimos: el matancero Fernando Espinoza y al titular de Nuevo Encuentro, Martín Sabbatella. Se enfrentaron como vices de Julián Domínguez y Aníbal Fernández, casi sin remedio en la interna peronista de hace casi dos años. Ahora se encaminan a trabajar juntos en el armado que podría terminar encabezando la ex presidenta Cristina Kirchner.
Con esa misma lógica hay que leer la fusión de dos de los tres de senadores del peronismo que se produjo en las últimas horas. En la nueva estructura convivirán La Cámpora y legisladores alineados a Sabbatella y Espinoza.
Otra novedad surgió cerca de ese armado. La intendenta de La Matanza pareció bajarle el tono a la posibilidad de que sea candidata a senadora nacional. La versión, en rigor, había sido alimentada por sectores cercanos a la jefa comunal y algunos intendentes del Grupo Fénix que abrevan en aguas colindantes con el kirchnerismo.
Esa candidatura muletto por si no participa Cristina no habría que descartarla del todo. La ex presidenta seguirá jugando al misterio un tiempo más y en el peronismo existen visiones encontradas sobre la decisión final que adoptará.
Dudas oficialistas
Las señales parecen ser más concretas en torno del otro posible actor central de una eventual Primaria bonaerense. Florencio Randazzo multiplica sus reuniones y ahora se dice que quizás brinde mensajes mucho más contundentes luego del paro general del 6 de abril.
El oficialismo sigue con atención esos movimientos que podrían terminar ordenando su propio esquema de candidaturas. Si la elección fuese hoy y la ex presidenta no compitiera, quien encabezaría la lista de senadores de Cambiemos sería el ministro de Educación, Esteban Bullrich. El neurocientífico Facundo Manes iría como diputado. Elisa Carrió sería la elegida si Cristina finalmente va por la Provincia.
El clima social y una economía que no termina de generar buenas noticias, estaría dejando de lado la idea arrimada por sectores del macrismo de “desinflar” las expectativas electorales promoviendo candidatos jóvenes y no tan conocidos. Se habló de los intendentes Diego Valenzuela (Tres de Febrero) y Martín Yeza (Pinamar). Ese esquema oficial acaso haya sido dejado de lado luego de una semana agitada en la que Cambiemos se habría convencido de que no está en condiciones de arriesgar tanto en una elección que va ganando peso y sustancia en sintonía con un creciente malhumor social.
El gran desafío
Vidal afronta además el desafío de intentar dar por terminado el conflicto docente. El martes los funcionarios volverán a recibir a los gremios y se aguarda una nueva propuesta. ¿Se moverá del 19% anual en tres cuotas o se apuntará los cañones a reconocer la pérdida salarial que los maestros sufrieron el año pasado en una paritaria que cerraron al 34,6%?
Las medidas de fuerza han venido perdiendo empuje e incluso los gremios dejaron en libertad de acción a sus seccionales para que resuelvan cómo seguir. Pero ese desgaste no garantiza por sí solo el final de una pulseada larga y extenuante. Menos aún si los sindicatos insisten en que se llame a una paritaria nacional que el gobierno de Macri no está dispuesto a convocar.
Notorio fue, por lo demás, el choque de estilos y actitudes entre las administraciones nacional y bonaerense en relación al 24 de Marzo y la política de derechos humanos.
Vidal ensayó un fuerte acercamiento con Abuelas de Plaza de Mayo y firmó un convenio para digitalizar partidas de nacimiento en pos de contribuir a la búsqueda de niños apropiados durante la dictadura. El macrismo, en tanto, se mostró mucho más distante y toreó con una foto en la que varios diputados nacionales aparecen con carteles que rezaban, por ejemplo, “Nunca más a los negocios con los DD.HH”.
La mandataria eludió meterse en ese fango y algunos funcionarios bonaerenses se quejaban, en voz baja, de la estrategia nacional en este tema tan espinoso como sensible y polémico.
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