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EN PRIMERA PERSONA

El diario del lunes

Lo que usted está leyendo en este momento es –literalmente– el diario del lunes, esa especialidad tan argentina que nos permite hacer sentencias categóricas sobre los hechos consumados.
Ahora, con el diario del lunes, se cuentan por miles los indignados porque parecía obvio que en Olavarría iba a pasar una tragedia, los azorados por la falta de previsión, y los crispados con el Indio Solari, la producción del espectáculo, la falta de control, la ausencia estatal y el comportamiento del público.
Para alguien que fue a disfrutar del show del que considera uno de los artistas más importantes de la música popular (y que la excede), resulta difícil hacer un análisis de la que, probablemente, haya sido su última presentación.
Sobre todo, porque la experiencia para mí fue totalmente diferente a la que vivió la mayoría de los asistentes: llegué sin problemas a la ciudad, me alojé en un camping en el que había no más de 20 carpas, entré al predio La Colmena sin incidentes ni retrasos (la persona que estaba en el control de ingreso me pidió la entrada, la vio y me dijo: “No te la corto, te la dejo de recuerdo”), vi el show a unos 300 metros del escenario, salté, canté, nunca me separé de mis acompañantes, salí en menos de quince minutos del lugar y me fui de Olavarría a las dos de la madrugada, en un viaje absolutamente normal.
Cuando tomamos conocimiento de las noticias, un amigo me dijo: “Parece que fuimos a otro recital”.
Pero no. No estuve en otro lado. Estuve en Olavarría el 11 de marzo de 2017, un día sobre el que supuse que podía ser histórico por ciertos motivos y terminó siéndolo por otros muy distintos: hubo récord de asistencia, público de todos los lugares posibles (desde Bariloche o Mendoza, hasta Salta o Uruguay), previa de música en las calles y en los campings, y un clima absolutamente festivo, que se volvió caos en el concierto, desborde en la salida y descontrol el domingo.
Y de esto último es de lo que se habla ahora. Hay opinadores, analistas y observadores que explican por qué lo que pudo haber sido una fiesta, terminó en treinta horas de semianarquía. Aconsejan, resolutos, cómo se debería haber actuado, qué decisiones se tendrían que haber tomado, cómo se hubiese previsto. Pero no antes. Hoy: con el diario del lunes. 

(*) Periodista del diario Democracia

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