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ENFOQUE

Ciencia y tecnología en el territorio

Es extraño, en nuestros días, encontrar alguna actividad material de la sociedad que no requiera de la obtención de determinados conocimientos mediante la investigación como medio para lograr objetivos particulares. Desde mi profesión de ingeniero agrónomo he visto en los últimos veinte años la inmensa transformación del agro a través del aporte tecnológico de ramas de la ciencia como la biotecnología, la química, la agricultura de precisión, etc.
El valor de los activos en una industria depende de la gestión de la innovación y de su impacto en el mercado. Las economías líderes en ciencias se caracterizan por tener un alto valor de innovación, resultado de varios factores, como los significativos niveles de inversión en la investigación básica de las ciencias, pasando por la etapa de investigación y desarrollo, hasta los procesos de marketing de los productos o servicios obtenidos. Sumado a la conformación de portafolios de propiedad intelectual o tecnológicos y los importantes procesos de transferencia de tecnología.  
Todo es parte de los ecosistemas de innovación.
La idea de que el desarrollo de la ciencia y la tecnología son determinantes para la verdadera independencia económica de un país ha pasado de ser una teoría a una imperiosa necesidad. Hoy la discusión atraviesa un momento histórico particular, no debatimos si necesitamos o no desarrollar el sistema científico, sino qué tipo de ciencia y tecnología tenemos que desarrollar. A excepción de ciertas áreas como la agroindustria y la biomedicina o el desarrollo de la aeronáutica, nuestro país depende del saber extranjero.
La publicación “2015 Top 100 Global Innovators” de Thomson Reuters muestra que entre las áreas más innovadoras a nivel global están la de semiconductores y componentes electrónicos, dispositivos médicos, computadoras y biotecnología. En los Estados Unidos, un trabajo conjunto de la Organización de Innovación Biotecnológica y TEConomy muestra el dinamismo en los registros tecnológicos sobre patentes para la industria de la biociencia, con cifras de 26.794 y 26.046 patentes para 2014 y 2015 respectivamente, siendo la medicina y dispositivos quirúrgicos, farmacia y bioquímica las actividades con mayor número.
Otras economías líderes como Canadá, Reino Unido y Rusia cuentan con sistemas de innovación conformados por amplias plataformas tecnológicas y significativas inversiones en investigación y desarrollo. Rusia, específicamente, diseñó una estrategia de sustitución de importaciones. También hay que resaltar el centro de biotecnología BioCity en Finlandia, por su potencial en el desarrollo de las biociencias.
Para salir del subdesarrollo es imprescindible tener el control tecnológico de lo que se produce en el país. Sin embargo, es importante evitar que esta obviedad nos conduzca a un error: pretender poseer y conocer todas las tecnologías sin tener en cuenta la realidad del país en que vivimos. Debemos seleccionar cuidadosamente la forma de crecer en ciencia y tecnología que nos permita llegar a nuestra meta: lograr independencia tecnológica. Para eso es necesario conocer a fondo la situación científico/tecnológica argentina. Solo entonces será posible hacer proyecciones detalladas y exitosas.

Una política pública

Dentro de los organismos estatales dedicados a la ciencia se destacan el Ministerio de Ciencia y Tecnología y la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica (ANPCyT). A nivel nacional, organismos clave en el diseño de políticas que nos permitan llevar a cabo los objetivos planteados. Su creación y fortalecimiento fue esperado y deseado pero fallas en sus políticas impidieron lograr los impactos deseados.
El aumento de recursos en el sistema científico es un hecho innegable y absolutamente positivo, que se traduce en aumentos de sueldos, infraestructura, aumento del ingreso a la carrera científica, becas, equipamientos, subsidios, etcétera. La situación actual del país exige mucho más, si queremos transformarnos en una sociedad mejor. Es necesario pensar proyectos donde la producción de conocimiento se encuentre íntimamente ligada a su aplicación.
Institutos de transferencia tecnológica como INTI, INTA, Conae o CNEA, que deberían ver incrementados sus recursos para funcionar como el nexo necesario con el sector productivo. Generar un canal adecuado de demanda para las empresas; un proceso que aliente a la formación de posgrado de los profesionales que actualmente se desempeñan en ellas, ayudaría a conectar estos sectores, además de aumentar el nivel de conocimientos universitarios derivados al sector industrial. Fortaleciendo sobre todo el contacto con Pymes.
¿De qué sirve financiar tantos trabajos científicos si no llegan a las Pymes? Ellas son las que generan más del 80% del trabajo argentino. La política pública en ciencia y tecnología debe apuntar a desarrollar conocimiento y aplicación en áreas claras de alto impacto en la realidad productiva, social, ambiental y geopolítica. Abordar los temas interdisciplinariamente de una manera más natural, en donde se vincule el conocimiento con las demandas sociales. En lo inmediato: mejorar la competitividad y calidad de los productos regionales en el mercado interno e internacional. Erradicar enfermedades características de Argentina, incorporar valor agregado a los productos, control climático y de inundaciones podrían ser objetivos de mediano plazo. A largo plazo el desarrollo de nuevas tecnologías en energía, salud, industria espacial, desarrollos estructurales en general. Objetivos que deben ser revisados y constantemente actualizados, en pos de conseguir los mejores desarrollos para el país y la región.
Un planeamiento eficaz, que asegure en alguna medida que es incluyente para todos los integrantes de la sociedad, una fuerte cohesión entre los diferentes actores del Estado que permita plantear y llevar adelante programas que perduren en el tiempo. Se necesita un ente regulador serio, imparcial y veraz que se haga cargo del seguimiento, revisión e investigación para garantizar o por lo menos reducir en gran medida las prácticas corruptas (clientelismo, favoritismo, nombramientos innecesarios, concesiones políticas, cargos públicos, contratos con el Estado, etc.). Necesitamos inversión en tecnologías para la producción, grandes escalas de inversión, requeridas para transformar el escenario productivo argentino, eliminar la pobreza estructural y generar una demanda de mano de obra tal que todos los sectores marginados puedan incorporarse a la producción de manera que las crisis de los tiempos venideros no produzcan hambre y concentración de capitales.


(*) Subsecretario de
Producción de la
Municipalidad de Junín.

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