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LA COLUMNA DE LA SEMANA

Cuando la inflación cae, el populismo se agita

Faltan catorce meses para las elecciones legislativas del medio tiempo y ya aparece como largada la carrera por candidaturas, frentes y alianzas para finales del año próximo.
Alguien podría decir “es que la clase política argentina es así, vive de elección en elección sin dar respuesta a los problemas de la sociedad y con la vista puesta sobre el futuro inmediato, nunca más allá”.
En buena medida así ocurre pero, como siempre, resulta una generalización de la que emerge intacto el peronismo.
El peronismo es un partido del poder, no es un partido de la alternancia republicana. Por tanto, cuando lo pierde considera al tiempo no como un período sino como un intervalo hasta la recuperación del gobierno.
Por supuesto que no todo es lineal. Por motivos “tácticos” algunos pueden exhibir actitudes diferentes. Es lo que ocurre.

El Gobierno
Mostró algunos éxitos iniciales como la salida no traumática del cerrojo o la devaluación cambiaria. Luego el berenjenal de las tarifas lo colocó, paradójicamente, en el terreno que menos conoce, el de la política.
Y allí se vio envuelto por los avatares de un peronismo que intenta rearmarse para una vez más recuperar el poder en el menor tiempo posible.
Obviamente que ese menor tiempo posible difiere según quien resulte el intérprete, un punto sobre el que ya volveremos.
Pero el Gobierno, tal cual aprendiz de brujo, ensaya fórmulas de las que parece recoger poco beneficio.
La primera fórmula es la captación de intendentes justicialistas de la provincia de Buenos Aires. La segunda fue el intento de partir el hiper poblado partido de La Matanza.
Algunos intendentes, efectivamente, pasaron o se acercaron al gobierno provincial de Cambiemos. Más allá de analizar si los costos de dichos pases fueron altos o no lo fueron, lo cierto es que dicho acercamiento representará una inevitable apertura de las listas de candidatos provinciales del año próximo. Y eso no resultará fácil frente a las pretensiones de los aliados de Cambiemos, incluido el PRO.
Por su parte, la vieja idea de partir La Matanza resultó rápidamente abandonada o, al menos, dejada de lado.
Se trató de un proyecto del legislador del GEN, Marcelo “Oso” Díaz, presentado hace  varios años que, de pronto, cobró una notoriedad que poco y nada tuvo que ver con el número de diputados provinciales que exhibe la bancada del GEN. Solo 4, todos con mandato que finaliza el año próximo, sobre un total de 92 legisladores.
Y así como cobró notoriedad, con la misma celeridad dejó de tenerla. Todo indica que alguna negociación de por medio se llevó a cabo.
En general queda la sensación de una conducción política que ensaya, a prueba y error, distintos esquemas.

El Massismo

Sergio Massa se transformó en un interlocutor privilegiado del Gobierno al comienzo de la gestión de Mauricio Macri.
Sencillamente, porque resultaba imprescindible para la construcción de mayorías legislativas ocasionales frente a cada requerimiento del Gobierno.
El Frente Renovador prestaba quorum y gobernabilidad a cambio de posicionamientos en lugares claves del Congreso Nacional y de la Legislatura bonaerense.
Claro que se trataba de mecanismos que deberían ser abandonados a medida que el tiempo de confrontación electoral se apropiara de la agenda política.
Y el tironeo comenzó. En parte debido a la torpeza del Gobierno para manejar el tema de las tarifas, pero fundamentalmente en función de la búsqueda de aliados y figuras que exhibir ante la sociedad y que le permitiesen a Massa demostrar que “los dirigentes” se le acercan y que quienes ahora se acercan colaboran para hacer olvidar su pasado como jefe de Gabinete de Cristina Kirchner.
Debe aceptarse que en la pretensión de hacer olvidar pasados, a Massa no le va para nada mal.
Salvo Elisa Carrió, nadie más dura, en tiempos recientes, con Cristina Kirchner que Margarita Stolbizer. Y Margarita Stolbizer deja correr la idea de su posible integración a las listas del massismo, aunque pretenda que no estamos en tiempo electoral.
Frente a Massa y Stolbizer se levantan dedos acusadores que pretenden algún tipo de acercamiento previo cuando ambos compitieron por la presidencia de la República, como un mecanismo de favorecer al candidato oficialista Daniel Scioli.
La contra hipótesis es que ambos restaron votos al kirchnerismo, Massa le quitó peronismo –particularmente, en el Gran Buenos Aires- y Stolbizer restó “progresismo sano” incapaz de votar a Macri o a Scioli.
Como sea ambos se acercan. Y no son pocos quienes observan a Stolbizer como eventual candidata a senadora nacional para el 2017 por la provincia de Buenos Aires, postulada por el Frente Renovador.
Dicen quienes lo conocen de cerca, que Massa atribuyó, en buena medida, su derrota del 2015 a la incorporación a sus filas del ex intendente de Merlo, Raúl Otacehé.
En su intención de alcanzar la cima, Massa suele incorporar a todo aquel que considere que le acerca votos, al menos eso dicen sus críticos. Recuerdan los varios candidatos a gobernador de Bueno Aires que alentó hasta que decidió favorecer al ex mandatario Felipe Solá.
Por supuesto que la calidad de un Otacehé nada tiene que ver con la de una Stolbizer. Pero, el procedimiento es el mismo.
A su alrededor, algunos se preguntan si Massa aún no comprendió el juego de suma y resta que representa la política.

Territoriales

De momento, quienes integran este espacio en formación, se definen como peronistas tradicionales, alejados del cristinismo, con representación en territorios.
Se trata de gran parte de los nuevos gobernadores del peronismo más el aspirante presidencial y gobernador por segunda vez de Salta, Juan Manuel Urtubey. La lista la integran Domingo Peppo, del Chaco; Gustavo Bordet, de Entre Rìos; Hugo Passalaqua, de Misiones; Sergio Uñac, de San Juan; Rosana Bertone, de Tierra del Fuego y Juan Luis Manzur, de Tucumán.
Del lado de los intendentes bonaerenses, Martín Insaurralde, de Lomas de Zamora; Gabriel Katopodis, de San Martín; Juan Zabaleta, de Hurlingham y Mariano Cascallares, de Almirante Brown.
Más allá de cierta preeminencia de Urtubey, suele decirse que están a la búsqueda de un liderazgo y que no aceptan –al menos de momento- el de Sergio Massa. Los diferencia, precisamente, la territorialidad. Quieren acompañar al Gobierno desde posiciones de convivencia en función de la fuerte dependencia que todos los distritos presentan frente a la administración central.
Con más o menos ruido, buscan separarse del kirchnerismo al que solo consideran una etapa superada. Desde lo legislativo, deben ser tenidos en cuenta dado que suman una base de diputados y senadores vinculados a los gobernadores. Esto último les otorga preeminencia sobre los intendentes.

El kirchnerismo

Su acción política se dirige, lisa y llanamente, hacia una desestabilización que los salve providencialmente de las inevitables –aunque lentísimas- condenas judiciales por corrupción.
Ya conforman un conglomerado de la marginalidad política. Solo dominan la gobernación de Santa Cruz donde no queda nada por repartir y donde Alicia Kirchner no hace sino pedir ayuda al Gobierno nacional.
A cada paso, surgen nuevas pruebas de la asociación ilícita que conformaron para saquear al Estado.
Se trate de Cristóbal López, de José López, de Lázaro Báez o de Julio De Vido, no hay semana en que no aparezca una nueva denuncia, una derivación de anteriores, una investigación o una comprobación.
La fortuna mal habida Báez, sin dudas testaferro de los Kirchner, ya supera, según fuentes judiciales, los 220 millones de dólares.
Peor aún –si es posible algo peor-, tanto Cristina Kirchner como Aníbal Fernández, están pendientes de las declaraciones, en una especie de testigo protegido, del condenado a 14 años de prisión por tráfico de estupefacientes, Mario Segovia, apodado “El rey de la efedrina”.
Segovia estaría dispuesto a relatar las vinculaciones del gobierno anterior con el tráfico de la efedrina a México, los aportes a las campañas electorales del kirchnerismo y el rol de Aníbal Fernández en el entramado.
El condenado ofreció declarar en dos causas: la que investiga al ex titular del Sedronar, Ramón Granero, y en la del Triple Crimen de General Rodríguez que involucra al extraditado Ibar Pérez Corradi.

Los “progresistas”

En esta categoría cabe incluir a los protestatarios de esta semana con la denominada Marcha Federal. Están los hasta ayer enemigos acérrimos de las dos centrales sindicales CTA, Hugo Yaski y Pablo Micheli.
Ambos hablaron como si el kirchnerismo no hubiese existido. De Micheli, puede ser comprensible, dado que no formó parte de aquella asociación ilícita. Lo de Yaski es otra prueba más del relato eterno.
“No nos merecemos gobernantes que nos saqueen como lo están haciendo”, dijo sin ruborizarse Micheli y sin por supuesto mirar, ni reparar, en su otrora rival, Yaski. Y Yaski, para no quedarse rezagado, vaticinó que este es el comienzo de un gran paro nacional que “seguramente” llegará. Algo así como yo voy a liderar lo que decidan y hagan otros.
La  Marcha Federal fue concurrida. Claro que si la excusa fue contra el tarifazo, el ajuste–que no se aplica- y los despidos, luego cada sector levantaba consignas distintas.
Estaban las que pedían la renuncia del Presidente. Las que exigían la libertad de Milagro Sala. Las que demandaban el retorno de Cristina Kirchner. Las de “Fora Temer” en referencia a Brasil, y el “fuera Uber” de los taxistas.
Banderas de ATE, de las dos CTA, del Movimiento Evita, de Miles de Luis D’Elía, de Nuevo Encuentro de Sabattella, de Tupac Amaru de la Sala, del Suteba de Baradel. En síntesis, la grieta.

Política exterior

Por estas horas, el presidente Macri participa de la reunión del Grupo de los 20, en Hangzhou, China. Es su primera cumbre del G20 que se lleva a cabo en una de las ciudades más bellas de ese país.
No bien descendió del avión Macri definió a su participación como “la intención de colaborar con países más poderosos en la lucha contra el terrorismo, el narcotráfico y la pobreza”.
Además de su participación en las deliberaciones, el Presidente mantuvo reuniones personales con algunos líderes en la búsqueda de acuerdos bilaterales.
Lejos de bajar la guardia, pese a los intentos de los retrógrados locales, Macri sigue adelante con su cruzada por la reincorporación de la Argentina a la comunidad internacional, luego del aislamiento a que llevaron los 12 años de kichnerismo.
Obviamente, 12 años no se tapan con 8 meses. Menos aún, cuando algunos basan su éxito en conseguir paros nacionales. Es decir paros políticos. Aunque después se digan preocupados por el empleo.
También debutará en el G20, el flamante presidente de Brasil, Michel Temer.
Como siempre ocurre con el populismo latinoamericano, a la cuestión brasileña se la mide con dos pesos y dos medidas.
Si el “despedido” es un gobernante de “derecha”, entonces el procedimiento es legal, legítimo y hasta genuino. Ahora bien, si se trata de un populista, aún si robó y mintió, el mismo procedimiento establecido por la Constitución es un golpe de Estado.
Para los gobiernos de Venezuela, de Ecuador, de Nicaragua y de Cuba, en Brasil hubo golpe de Estado. Idéntica calificación a la que expresa Cristina Kirchner.
Ya no existen golpes militares en Latinoamérica. Sobreabundan, en cambio, gobernantes corruptos electos popularmente.
Es, por tanto, imposible victimizarse. Entonces, para agitar la excusa anti popular hace falta considerar golpe de Estado a una destitución legal y hasta una elección perdida.
Claro que para reducir el populismo a una expresión insignificante es necesario superar las crisis económicas que el propio populismo, inevitablemente, produce.
Y eso no es fácil. Ni inmediato. Pero bien vale un soplo de optimismo. El Banco Central colocó un nuevo título en dólares –Lete- por 2.290 millones de dólares al 3,04 por ciento anual de tasa promedio. Comparado con el 16 por ciento anual al que nos prestaba el “popular” amigo Hugo Chávez….
Y una más. El propio Banco Central tomó dinero, 32.632 millones de pesos –repito, pesos- al 22,8 por ciento anual.
La inflación baja… los populistas se ponen nerviosos.

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