No iba a acontecer de otra manera. El desprecio por la ley es igual desde uno y otro lado. Hasta en las declaraciones de unos y otros. Aquellos militares golpistas del 76 y estos kirchneristas de la actualidad.
Hace rato que sabemos que Hebe de Bonafini dejó de ser una madre valiente que reclamaba por la aparición con vida de sus hijos desaparecidos. Nadie ignora -salvo quienes deliberadamente deciden ignorarlo- que fue cooptada por el kirchnerismo, negocios y dinero mediante.
Por supuesto, no se trató de negocios transparentes, ni de dinero propio. Se trató de sobreprecios, de pagos por tareas que no se llevaban a cabo, de lavado de dinero. En síntesis, de estafas. Fueron los derechos humanos puestos al servicio del enriquecimiento ilícito.
Pero, si corrupción ya resulta sinónimo de kirchnerismo, el abierto desafío a la justicia y a la ley por parte de esta señora Bonafini supera la habitual intención delincuencial, la mera impunidad del poder y la remanida victimización de la persecución política, para ingresar en el terreno de la impunidad absoluta, más allá del tiempo, el espacio, los delitos, los jueces y los gobiernos.
A esta altura del partido conviene aclarar, una vez más, que Bonafini fue citada en la causa por el desvío de fondos de “Sueños compartidos”, la constructora que administraban la Bonafini y los Shocklender, antes “madre e hijos”, ahora enemigos irreconciliables.
No se trata pues de los exabruptos que esta mujer suele decir en público como la mal intencionada declaración de “no sé si Macri termina su mandato” o los insultos que profiere a los jueces. Se trata de faltante de dinero público mal habido, suministrado entre otros por José López, el de los bolsos con millones de dólares en el convento –que no es convento- de General Rodríguez.
Su llamado a ocupar plaza y calles no es otra cosa que un llamado cobarde para enmascarar la utilización de la violencia como herramienta política. Exactamente lo mismo que pregonaba y ejercía el fascismo de Benito Mussolini, con el agravante de la hipocresía “pseudo revolucionaria” con el objeto de negociar impunidad.
Finalmente, todo indica que la bravura duró poco y que mañana declarará ante el juez Martínez de Giorgi.
Mientras tanto se encuentra en Mar del Plata tras ser custodiada por Axel Kicillof, Máximo Kirchner, Carlos Zannini y el diputado nacional Andrés Larroque, cuya tarea es legislar y cuya práctica consiste en alentar la violación de las normas legisladas.
Entre quienes fueron a presenciar el desplante de Bonafini a la ley, se encontraban el ex funcionario de Fernando de la Rúa, Gustavo López y el radical Leopoldo Moreau; Oscar Parrilli; Amado Boudou. No faltó, claro, Luis D’Elía y Martín Sabbatella.
La culpa del otro
Esta semana saltó un nuevo escándalo. Esta vez en la provincia de Buenos Aires. Tocó el turno de Daniel Scioli, no solo el peor gobernador constitucional de la provincia, sino además jefe de una administración salpicada por la corrupción.
Más allá de los detalles legales y de la eventual desaparición de varios miles de millones de pesos de las arcas públicas, es factible ahora ensayar una explicación para las conductas timoratas del ex gobernador frente a la intolerante emperatriz de hecho que decidió los destinos de la Argentina, hasta el 9 de diciembre pasado.
La reducida, por no decir la inexistente exhibición de hombría del ex gobernador y fracasado ex candidato presidencial Daniel Scioli, puede ser ahora comprendida ante los “carpetazos” que la SIDE –ahora Agencia Federal de Inteligencia (AFI)- acercaba a Cristina Kirchner.
Carpetazos que abarcaban desde la quiebra fraudulenta de la empresa de ropa interior de su ex esposa que dejó un tendal de deuda con el extinto Banco Nacional de Desarrollo (BANADE) pese a haber sido favorecida con créditos a tasa subsidiada que, obviamente, pagamos el resto de los argentinos hasta las propiedades que Scioli sumaba en su patrimonio. Sin olvidar el raro incendio de su dúplex de la avenida Callao, en Buenos Aires.
Fue durante la época Scioli era ferviente partidario del presidente neoliberal peronista Carlos Saúl Menem. Luego, pasó a secundar al aparentemente opuesto de Menem, es decir Néstor Kirchner. Lo de aparentemente va por aquello del enriquecimiento de ambos.
Néstor Kirchner y después Cristina Kirchner vapulearon, casi maniáticamente, a Scioli. El daño no fue para él, sino para los habitantes de la provincia de Buenos Aires que, ahora, debe salir a la búsqueda de los recursos del Fondo del Conurbano Bonaerense que, pese a su nombre, son distribuidos entre las provincias.
Scioli nunca protestó. Los Kirchner le daban 650 millones de pesos por año, cuando debieron haberle dado, por ejemplo en el 2015, casi 49 mil millones. Scioli prefirió empobrecer la provincia antes que protestar. Obviamente, las amenazas de Cristina Kirchner fueron un disuasivo suficiente.
El también exponencial enriquecimiento de Scioli fue ocultado a través del sobreseimiento en tiempo record en la causa que se le abrió por enriquecimiento ilícito.
La fórmula de supervivencia del ex motonauta –campeón mundial en una especialidad en la que competía solo- fue entregar la provincia a cambio de protección para su enriquecimiento. Y casi le sale bien. Le faltó ganar la elección presidencial.
Y siga el baile…
Pero las sorpresas no paran. Aunque, en realidad, ya no son sorpresa para nadie.
Ahora se trata del jardinero de los Kirchner. Un tal Héctor Barreiro. Otro fiel exponente de la “movilidad social” kirchnerista.
Resulta que este señor presidía nueve empresas dedicadas a la exportación de frutas. Todos ellas con domicilio en Rosario y sus alrededores. Sí, con domicilio declarado pero… inexistente.
¿A qué actividad fantasma se dedicaban esas empresas fantasmas con domicilios fantasmas? A la exportación de frutas. Retengamos lo primero: a la exportación.
Como por casualidad ¿Vio? Estas empresas fueron constituidas con directorios integrados por personas cuasi insolventes y con muy bajo nivel de instrucción. “Perejiles”, que les dicen.
Obviamente, ninguna investigación avanzó hasta ahora, cuando avanzó y encontraron lo obvio. Una vinculación con el narcotráfico. Nada menos que con la banda rosarina de Los Monos y con el prófugo colombiano Erman Triana Peña, uno de los jefes del cartel de Valle Norte.
Barreiro puede quedar implicado en la causa por el narcoarroz. Un cargamento de cocaína con destino a Guinea Bissau, país intermediario cuyo ex jefe de la Marina está preso en los Estados Unidos, por narcotráfico.
Cristina Kirchner dirá, seguramente, que no sabía de la existencia de las actividades extra jardinería del jardinero Barreiro. Algunos de sus adláteres argumentarán que se trata de algún “bolsón de corrupción” que el “gobierno popular” padeció. Hebe de Bonafini afirmará que es obra del imperialismo, los medios concentrados y el poder judicial deshonesto.
Por suerte, cada vez son menos los que se dejan tomar por idiotas.
Mientras tanto, en esta zaga de relatos y mentiras para tapar lo obvio, la monja que no es monja dijo que ayudó a José López porque pensó que los bolsos contenían alimentos para el convento que no era convento. Ni se inmutó por el fusil automático que estaba depositado en el piso. Seguramente, le pareció normal.
Tan normal como que el jardinero de Cristina Kirchner se dedique a la exportación de frutas a través de nueve empresas, todas ellas con domicilio fantasmas donde se encuentran construcciones de bajo costo financiadas por el Fondo Nacional de la Viviencia (FONAVI).
Seguramente se trata de otra maniobra del imperialismo para ahogar las luchas populares, pero la Gendarmería Nacional secuestró, en un allanamiento, medio millón de dólares guardados en una bolsa de plástico dentro de un armario de un departamento donde vive Eduardo Bernardi, el jefe de la sede Buenos Aires de la Aduana durante la gestión en la AFIP de Ricardo Echegaray.
¿Qué hizo Bernardi? Pues, la vista gorda sobre 4.500 contenedores sospechosos de falsedad en la declaración del peso y en el contenido. Un “viva la Pepa” de 57 millones de pesos, si es que no había algo más.
Pero, más allá de los datos fríos, queda al descubierto un “modus operandi”. Desde aquel pseudo olvido de un pseudo inocente préstamo que la ex ministro de Economía, Felisa Miceli, “olvido en el baño de su oficina” con algo más de 30 mil dólares y algunos pesos argentinos hasta la fecha, los K muestran una pasión sin igual por las bolsas de plástico, si termo sellan dólares o euros, mucho mejor.
Miceli, la Rosadita, López, Florencia Kirchner, Bernardi ponen en evidencia, el mismo modelo de “empaquetamiento” al que adhieren. Claro que no solo en las formas, también en el origen de los fondos de la “cadena de la felicidad” que los “agració” durante 12 largos años. Empaquetaban los dólares, mientras Cristina empaquetaba a la gente.
Narcotráfico
Según la ministra de Seguridad de la Nación, Patricia Bullrich, el narcotráfico lavó 4 mil millones de pesos –poco menos de 300 millones de dólares- en la Argentina, durante los últimos cinco años del gobierno K.
Presentó el dato ante las Comisiones de Justicia y Asuntos Penales; de Seguridad Interior y Narcotráfico; y de Presupuesto y Hacienda del Senado de la Nación.
¿Qué busca Bullrich? Pues, sencillamente, confiscar los bienes de los narcotraficantes. Pero no solo de los narcotraficantes. También de aquellos cuya compra se origine en la trata de personas, el terrorismo o el lavado de dinero como producto de actos de corrupción.
Y aquí, claro, es donde, casualmente, la iniciativa recibe la reprobación del Frente para la Victoria. Como no se van a negar si, durante las administraciones de Carlos Menem y de los Kirchner, los embargos sobre bienes considerados sospechosos totalizaron un valor nominal de 17.300 millones de pesos. De los cuales, solo fueron recuperados judicialmente por el Estado, unos míseros 25 millones de pesos.
La objeción parece basarse en una legalidad. La de la inconstitucionalidad de una ley que confisca sin la necesidad de sentencia firme. Parece correcto. Casi como que la posición defiende las garantías individuales previstas por la Constitución Nacional.
Solo que es hora de pasar, en estos delitos de crimen organizado, a la inversión de la prueba. Si alguien es condenado por narcotráfico, trata de personas, terrorismo o por actos de corrupción, sus bienes deben ser automáticamente confiscados. Luego, si consigue probar el origen lícito recién entonces deberán ser devueltos.
A nadie escapa que las razones que mueven al kirchnerismo a oponerse a la ley, no pasan por la defensa del ordenamiento jurídico. La reciente fuga de Hebe de Bonafini rodeada por altos ex funcionarios demuestra el ningún apego a la ley de esta gente.
Se trata, en cambio, de una autodefensa de ellos mismos y de cuanto adquirieron con los sobreprecios de la obra pública, el tráfico de efedrina y demás yerbas.
Relatos
Muchos kirchneristas acompañaron y posibilitaron la fuga de Hebe de Bonafini en su intento de demostrar que a ellos la justicia no los puede alcanzar porque están en condiciones de “desestabilizar” al gobierno en las calles.
De momento, al menos, no convencen a casi nadie. El gobierno paga precios, aún no muy altos, por sus errores y no por la acción del kirchnerismo deshilachado. El peronismo busca reorganizarse sin espacio para los K, salvo por el a priori inverosímil encuentro entre Máximo Kirchner y Sergio Massa.
No resulte extraño que apelen a algún tipo de pueblada. Saben que sus mentiras quedaron desenmascaradas y que sus chances electorales son escasas.
Deberían intentar parecer –imposible ser- respetuosos de la ley y, fundamentalmente, llevar a cabo una profunda autocrítica.
No solo no lo hacen, sino que hacen lo contrario. Desde las bravatas de Bonafini y Esteche, de D’Elía y Boudou, de Mariotto y Moreno, hasta las pintadas agresivas en la Municipalidad de La Plata, el kirchnerismo intenta amedrentar para evitar lo inevitable: el juicio de los principales miembros de la asociación ilícita, con la ex presidente a la cabeza.
En esto de relatar y relatar, las piezas oratorias de Cristina Kirchner en sus apariciones pre armadas ya resultan rayanas en el autismo.
La semana pasada fue cuando pretendió hacerse acreedora del Premio Nobel de Economía.
Ahora intentó arrogarse una cierta victimización atrasada por “La Noche de los Bastones Largos” acontecida hace 50 años en la Manzana de las Luces, sede por aquel entonces de las facultades de Ciencia Exactas y de Filosofía y Letras. Fue el desalojo violento de por parte de efectivos policiales de estudiantes y profesores.
Curioso, más que curioso, hipócrita lo de Cristina Kirchner y su ex ministro de Educación, Daniel Filmus.
Aquella noche, más allá de una represión que fue insignificante si se la compara con lo ocurrido en los años 70, el daño terrible a la educación y a la investigación fue la decisión del gobierno dictatorial de Juan Carlos Onganía de pisotear y derogar la reforma universitaria, no solo en lo que respecta al autogobierno de las casas de estudio sino, en particular, en la plena vigencia de la libertad de cátedra.
No fue el peronismo, pese a los esfuerzos de la Kirchner y de Filmus, la víctima de aquel episodio. Por el contrario, el peronismo jamás defendió, ni postuló la reforma universitaria, mientras que sus principales dirigentes de aquel entonces colaboraron para la caída, solo un mes antes, del gobierno constitucional y ejemplar de Arturo Illia.
Entre los sabios argentinos expulsados de la universidad pública estaban Manuel Sadosky –el introductor de la computación en la Argentina-; el epistemólogo Gregorio Klimovsky; el historiador Tulio Halperín Donghi; el físico Rolando García; el filósofo Risieri Frondizi. Ninguno de ellos, peronista.
Que Cristina Kirchner pretenda adueñarse de aquella noche y que intente equiparar al gobierno actual con la dictadura de Onganía solo cabe en su manipulación goebbeliana de la verdad.
LA COLUMNA DE LA SEMANA
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