PANORAMA POLÍTICO NACIONAL
Entre la pobreza real y la conceptual
Desde el último trimestre de 2013, el INDEC no informa ningún dato sobre la canasta básica, que es la que se utiliza para estimar el nivel de la pobreza y la indigencia en la Argentina. La carencia de estadísticas oficiales no es sólo motivo de debates políticos entre el Gobierno y la oposición, sino que también dispara una pregunta de fondo: ¿Hubo realmente un avance en materia social en la última década? El año electoral dificulta una respuesta de consenso.
Por eso, la discusión en torno al nivel real de la pobreza se perfila como el primer tema importante de la campaña presidencial que acaba de comenzar. La presencia del papa Francisco en la región pudo haber despertado empatías religiosas y también polémicas con los gobernantes sudamericanos, pero en esencia puso en el centro de la escena la demanda de la igualdad social, más allá de las pseudo-interpretaciones políticas sobre su mensaje pastoral.
Antigua prédica
Desde que era arzobispo porteño, Jorge Bergoglio alertaba sobre los “descartes” que produce el sistema económico y financiero. Ese concepto tantas veces escuchado en la Catedral metropolitana tuvo una dimensión concreta en la crisis de 2001, cuando los cartoneros “invadieron” la ciudad de Buenos Aires en busca de sustento para sus familias. Bergoglio fue entonces una voz de referencia y se consolidó como líder de la Iglesia católica argentina.
En aquellos años, el primer kirchnerismo lo consideraba como “el jefe de la oposición”. Fue cuando Bergoglio alentó el trabajo de los curas villeros que combatían el fenómeno del paco. Más tarde, el arzobispo también se ganó cierta antipatía del macrismo cuando llamó la atención sobre el trabajo esclavo en los talleres clandestinos de la Capital. Pero en rigor, siempre puso su agenda de prioridades más allá del debate político y los colores partidarios.
A la cabeza de la Iglesia argentina, Bergoglio también defendió ideas impopulares para el actual estado de desarrollo de la sociedad, como cuando se opuso a la sanción del matrimonio igualitario. Sin embargo, siempre pareció actuar de buena fe. Algo que con el paso de los años ratificó en su condición de Papa, al recibir con honores a la misma Presidenta que había sido al menos distante con él. Y entonces el acercamiento con Cristina Kirchner se hizo notorio.
Tanto es así, que este mismo fin de semana la mandataria se encuentra en Paraguay para acompañar al pontífice en el último tramo de su visita a la región, que comenzó en Ecuador y siguió en Bolivia antes de llegar a tierra guaraní. Por eso comenzará la semana con una nueva foto entre el Papa y Cristina, que el oficialismo replicará, seguramente, con toda su artillería. Pero esa imagen representará solamente la cara de una realidad más compleja.
Es que el próximo miércoles se difundirá un estudio del Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA), que asoma como muy crítico de la situación de pobreza en el país. Las autoridades de esa casa de estudios cuentan con el aval del papa Francisco, a quien consultaron en más de una oportunidad antes de la difusión de estadísticas destinadas a la polémica, como las que reflejaron un preocupante aumento de la actividad del narcotráfico.
Algunos cálculos estimativos indican que unas 12 millones de personas se encuentran bajo la línea de la pobreza en la Argentina, ocho millones más de las que reconoce el Gobierno. El fenómeno inflacionario, menos agudo pero persistente, tiene mucha incidencia en esa situación. La crisis de las economías regionales no contribuye a paliar el flagelo, ni a evitar la concentración masiva de población en asentamientos donde reside la pobreza estructural.
La decada pasada
Ese nivel es parecido al que midió oficialmente el INDEC en el segundo semestre de 2006, cuando la pobreza ascendía al 27 por ciento a nivel nacional. De esa fotografía de la década pasada se valdrá justamente el Gobierno para replicar las estadísticas de la UCA, con el argumento de que por aquel entonces había más desocupación y trabajo informal que en la actualidad. Y no existía la asistencia directa expresada en la Asignación Universal por Hijo.
De hecho, la inversión social del Estado registró en el primer trimestre de este año un aumento del 43,3% en términos corrientes respecto del mismo período de 2014, de acuerdo con un informe de la Asociación Argentina de Presupuesto y Administración Financiera Pública (ASAP). El incremento resultó incluso superior al experimentado en el gasto primario (35,6%) y al público total, que subió 39,2%. El año electoral evidentemente influye en estos números.
Por estos motivos, candidatos opositores como Macri o Massa hacen un esfuerzo notorio para que en las barriadas populares les crean que no serán cortados los planes sociales en caso de que lleguen a la Presidencia de la Nación. Menos garantías debe brindar en ese sentido Scioli, dado que es el candidato del Gobierno que instrumentó la AUH, ahora en vías de adquirir un formato de ley en el Congreso y con 3,6 millones de niños beneficiarios en todo el país.
Entre la Asignación Universal y otros planes sociales, como el Progresar, el Argentina Trabaja y las pensiones no contributivas, más de cinco millones de personas reciben asistencia directa en la Argentina. Sin todo ese entramado, la pobreza se multiplicaría exponencialmente, pese a que el ministro Kicillof sostuvo que las estadísticas estigmatizan a los pobres. El estudio que se apresta a difundir la UCA es el único que actualmente goza de prestigio y resulta confiable.
Pero más allá de los méritos de esta universidad privada que controla la Iglesia, lo cierto es que la medición vino a reemplazar de alguna manera a las que realizaba históricamente el INDEC. Es decir, que ocupó un espacio vacío dejado libre por el Estado en función de intereses sectoriales, sin atender a la necesidad básica de cualquier gobierno de contar con estadísticas creíbles para el diseño y la posterior instrumentación de políticas, en este caso, sociales.
Replicas
En cambio, la gestión kirchnerista optó por crear su propia versión de la realidad. Por eso la Presidenta y los principales funcionarios salen a responder con tanta asiduidad las noticias que no les agradan. “No sólo mienten con descaro, lo que no es ninguna novedad, sino que ahora literalmente tergiversan lo que el Papa escribe y piensa”, sostuvo ayer Cristina Kirchner sobre un mensaje que le hizo llegar Francisco y que algunos interpretaron como una referencia crítica del Pontífice.
Las críticas al Gobierno llegaron, en ese caso, por su avanzada sobre la Justicia. La cuestión de la pobreza representa, por su parte, un problema que no se puede comprender sin tener en cuenta su dimensión real, cruda y dura, junto a otro aspecto más conceptual, que encierra no pocos enigmas económicos y políticos. Y que será uno de los principales desafíos para el próximo gobierno, si es que llegara el tiempo de dejar de discutir sobre lo indiscutible.
Por eso, la discusión en torno al nivel real de la pobreza se perfila como el primer tema importante de la campaña presidencial que acaba de comenzar. La presencia del papa Francisco en la región pudo haber despertado empatías religiosas y también polémicas con los gobernantes sudamericanos, pero en esencia puso en el centro de la escena la demanda de la igualdad social, más allá de las pseudo-interpretaciones políticas sobre su mensaje pastoral.
Antigua prédica
Desde que era arzobispo porteño, Jorge Bergoglio alertaba sobre los “descartes” que produce el sistema económico y financiero. Ese concepto tantas veces escuchado en la Catedral metropolitana tuvo una dimensión concreta en la crisis de 2001, cuando los cartoneros “invadieron” la ciudad de Buenos Aires en busca de sustento para sus familias. Bergoglio fue entonces una voz de referencia y se consolidó como líder de la Iglesia católica argentina.
En aquellos años, el primer kirchnerismo lo consideraba como “el jefe de la oposición”. Fue cuando Bergoglio alentó el trabajo de los curas villeros que combatían el fenómeno del paco. Más tarde, el arzobispo también se ganó cierta antipatía del macrismo cuando llamó la atención sobre el trabajo esclavo en los talleres clandestinos de la Capital. Pero en rigor, siempre puso su agenda de prioridades más allá del debate político y los colores partidarios.
A la cabeza de la Iglesia argentina, Bergoglio también defendió ideas impopulares para el actual estado de desarrollo de la sociedad, como cuando se opuso a la sanción del matrimonio igualitario. Sin embargo, siempre pareció actuar de buena fe. Algo que con el paso de los años ratificó en su condición de Papa, al recibir con honores a la misma Presidenta que había sido al menos distante con él. Y entonces el acercamiento con Cristina Kirchner se hizo notorio.
Tanto es así, que este mismo fin de semana la mandataria se encuentra en Paraguay para acompañar al pontífice en el último tramo de su visita a la región, que comenzó en Ecuador y siguió en Bolivia antes de llegar a tierra guaraní. Por eso comenzará la semana con una nueva foto entre el Papa y Cristina, que el oficialismo replicará, seguramente, con toda su artillería. Pero esa imagen representará solamente la cara de una realidad más compleja.
Es que el próximo miércoles se difundirá un estudio del Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA), que asoma como muy crítico de la situación de pobreza en el país. Las autoridades de esa casa de estudios cuentan con el aval del papa Francisco, a quien consultaron en más de una oportunidad antes de la difusión de estadísticas destinadas a la polémica, como las que reflejaron un preocupante aumento de la actividad del narcotráfico.
Algunos cálculos estimativos indican que unas 12 millones de personas se encuentran bajo la línea de la pobreza en la Argentina, ocho millones más de las que reconoce el Gobierno. El fenómeno inflacionario, menos agudo pero persistente, tiene mucha incidencia en esa situación. La crisis de las economías regionales no contribuye a paliar el flagelo, ni a evitar la concentración masiva de población en asentamientos donde reside la pobreza estructural.
La decada pasada
Ese nivel es parecido al que midió oficialmente el INDEC en el segundo semestre de 2006, cuando la pobreza ascendía al 27 por ciento a nivel nacional. De esa fotografía de la década pasada se valdrá justamente el Gobierno para replicar las estadísticas de la UCA, con el argumento de que por aquel entonces había más desocupación y trabajo informal que en la actualidad. Y no existía la asistencia directa expresada en la Asignación Universal por Hijo.
De hecho, la inversión social del Estado registró en el primer trimestre de este año un aumento del 43,3% en términos corrientes respecto del mismo período de 2014, de acuerdo con un informe de la Asociación Argentina de Presupuesto y Administración Financiera Pública (ASAP). El incremento resultó incluso superior al experimentado en el gasto primario (35,6%) y al público total, que subió 39,2%. El año electoral evidentemente influye en estos números.
Por estos motivos, candidatos opositores como Macri o Massa hacen un esfuerzo notorio para que en las barriadas populares les crean que no serán cortados los planes sociales en caso de que lleguen a la Presidencia de la Nación. Menos garantías debe brindar en ese sentido Scioli, dado que es el candidato del Gobierno que instrumentó la AUH, ahora en vías de adquirir un formato de ley en el Congreso y con 3,6 millones de niños beneficiarios en todo el país.
Entre la Asignación Universal y otros planes sociales, como el Progresar, el Argentina Trabaja y las pensiones no contributivas, más de cinco millones de personas reciben asistencia directa en la Argentina. Sin todo ese entramado, la pobreza se multiplicaría exponencialmente, pese a que el ministro Kicillof sostuvo que las estadísticas estigmatizan a los pobres. El estudio que se apresta a difundir la UCA es el único que actualmente goza de prestigio y resulta confiable.
Pero más allá de los méritos de esta universidad privada que controla la Iglesia, lo cierto es que la medición vino a reemplazar de alguna manera a las que realizaba históricamente el INDEC. Es decir, que ocupó un espacio vacío dejado libre por el Estado en función de intereses sectoriales, sin atender a la necesidad básica de cualquier gobierno de contar con estadísticas creíbles para el diseño y la posterior instrumentación de políticas, en este caso, sociales.
Replicas
En cambio, la gestión kirchnerista optó por crear su propia versión de la realidad. Por eso la Presidenta y los principales funcionarios salen a responder con tanta asiduidad las noticias que no les agradan. “No sólo mienten con descaro, lo que no es ninguna novedad, sino que ahora literalmente tergiversan lo que el Papa escribe y piensa”, sostuvo ayer Cristina Kirchner sobre un mensaje que le hizo llegar Francisco y que algunos interpretaron como una referencia crítica del Pontífice.
Las críticas al Gobierno llegaron, en ese caso, por su avanzada sobre la Justicia. La cuestión de la pobreza representa, por su parte, un problema que no se puede comprender sin tener en cuenta su dimensión real, cruda y dura, junto a otro aspecto más conceptual, que encierra no pocos enigmas económicos y políticos. Y que será uno de los principales desafíos para el próximo gobierno, si es que llegara el tiempo de dejar de discutir sobre lo indiscutible.