MIRADA ECONÓMICA
El colmo de la conmemoración: “El Día de la Moneda Nacional”
Cuando la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner asumió su cargo en diciembre del 2007, con $100 pesos argentinos se podía comprar lo mismo que hoy con $536. En otras palabras, que los precios se hayan multiplicado por 5 es lo mismo que decir que el poder de compra de la moneda doméstica se redujo un 80% durante su gestión.
Es justo decir que en esto la Primera Mandataria no es original, por el contrario, fue el propio General Perón el que inauguró la triste historia de la depreciación monetaria en nuestro país.
En los primeros 44 años del siglo pasado, el índice de precios al consumidor acumuló un incremento del 71%, correspondiendo a una inflación (acumulativa) del 1,2% anual. En los 11 años que siguieron hasta el golpe del 55, el peronismo destrozo la moneda, multiplicando los precios de la economía 6,8 veces. La espectacular devaluación del peso, sin embargo, no mello el apoyo político del gobierno, en parte porque los salarios crecieron incluso más.
Los gobiernos que siguieron, confirmando que el bastardeo de la moneda no tenía consecuencias políticas, continuaron con el vilipendio. Para empeorar aún las cosas, a diferencia de lo que históricamente hizo Brasil, por ejemplo, que también tenía inflación, pero que mantenía altas tasas de interés, promoviendo el ahorro en moneda nacional, en Argentina las tasas se regularon sistemáticamente por debajo de la inflación, incentivando el vuelco hacia monedas extranjeras, típicamente el dólar.
La voluntad popular de ahorrar en divisas, a su turno, complicó el problema estructural de escasez de dólares, que empezó en nuestro país con el cierre del comercio mundial en los años 30 y se profundizó por la estrategia de desarrollo implementada entre 1943 y 1958, que básicamente consistía en cerrarse al mundo, justo cuando los demás países confluían en Bretton Woods para reabrir el comercio.
Que los argentinos pensemos en dólares, no es entonces un accidente histórico, ni un designio de la naturaleza que llevamos en los genes. Tampoco el resultado de un proceso de colonización cultural, sino la consecuencia del debilitamiento continuo de nuestro signo monetario.
La inflación persistente destruye la moneda y sin moneda, obviamente, no hay soberanía, condición indispensable para el desarrollo económico sostenible, puesto que no hay ningún antecedente histórico en el mundo, de país alguno que se haya desarrollado a la par de la depreciación sistemática de su moneda.
Una propuesta increíble
Por esta razón sorprendió la propuesta de la diputada nacional Stella Maris Leverberg, que muy probablemente se apruebe en el Congreso. La idea de la legisladora fue declarar el 15 de diciembre como el Día de la Moneda Nacional Argentina, porque en esa misma fecha, hace 10 años atrás, se comunicó el “Plan de Desendeudamiento con el Fondo Monetario Internacional”
El proyecto de ley, en su artículo tercero incluso sugiere: “Invitar al Consejo Federal de Educación a incluir dicha fecha en los calendarios escolares de la República Argentina, con el objeto de difundir y promover el estudio de la valorización de la soberanía monetaria a partir del conocimiento de los hechos históricos que le dieron marco y consecuencia al 15 de diciembre de 2005”.
Y ya en sus considerandos plantea que “…por ello, la presente iniciativa pretende contribuir a la recuperación por la sociedad de, la aceptación general y espontánea de nuestra moneda nacional como instrumento de pago”.
En la generosa imaginación de la autora, la desvalorización de la moneda y la preferencia del dólar para el ahorro, como así también su utilización como referencia en las operaciones inmobiliarias, sería el resultado de las políticas del Fondo Monetario Internacional, desconociendo los procesos inflacionarios que erosionaron el valor de la moneda, generados o potenciados en el uso irresponsable de la emisión monetaria sin respaldo para financiar el déficit fiscal de gobiernos que escondiendo la Constitución debajo de la alfombra, gastaban por encima de lo que el Congreso les autorizaba, con fondos que esa misma institución no les proveía.
No se pregunta la legisladora, por qué otros países con mejores relaciones con el FMI como Chile o Brasil, por poner dos ejemplos, no sufren el deterioro en el valor de sus monedas y consecuentemente no han experimentado una pérdida de la soberanía monetaria, en el sentido que sus poblaciones no piensan en dólares, ni se mueven en referencia a esa divisa, ni existe escasez de moneda extranjera en esos países.
Tampoco recuerda la autora de la propuesta, que incluso bajo el gobierno del propio Néstor Kirchner, se multiplicaban las reservas del Banco Central y sobraban dólares, porque la inflación controlada hacía conveniente el ahorro en moneda nacional.
En consecuencia, se piensa que la elección de la moneda por parte de la gente, que es la verdadera fuente de soberanía económica, se puede influenciar por el efecto retórico de una ley, o por un programa de educación propagandístico, desconociendo doscientos cuarenta años de investigaciones científicas sobre los determinantes de la demanda de dinero.
Si realmente queremos recuperar la moneda, pues bajar la inflación es condición absolutamente necesaria. Para ello debemos recuperar el espíritu de la Constitución del 53 que disponía que solo el Congreso podía autorizar el presupuesto de gastos, ejercer la política monetaria y emitir deuda.
Y conmemorar sí como tragedia, que la moneda nacional perdió el 80% de su valor en los últimos 8 años, como se conmemora el golpe del 24 de marzo del 76, para que no vuelva a ocurrir nunca más.
(*) El autor es economista, profesor de la UNLP y la Unnoba, investigador del Instituto de Integración Latinoamericana (IIL) e investigador visitante del Centro de Estudios Distributivos Laborales y Sociales (Cedlas).
Es justo decir que en esto la Primera Mandataria no es original, por el contrario, fue el propio General Perón el que inauguró la triste historia de la depreciación monetaria en nuestro país.
En los primeros 44 años del siglo pasado, el índice de precios al consumidor acumuló un incremento del 71%, correspondiendo a una inflación (acumulativa) del 1,2% anual. En los 11 años que siguieron hasta el golpe del 55, el peronismo destrozo la moneda, multiplicando los precios de la economía 6,8 veces. La espectacular devaluación del peso, sin embargo, no mello el apoyo político del gobierno, en parte porque los salarios crecieron incluso más.
Los gobiernos que siguieron, confirmando que el bastardeo de la moneda no tenía consecuencias políticas, continuaron con el vilipendio. Para empeorar aún las cosas, a diferencia de lo que históricamente hizo Brasil, por ejemplo, que también tenía inflación, pero que mantenía altas tasas de interés, promoviendo el ahorro en moneda nacional, en Argentina las tasas se regularon sistemáticamente por debajo de la inflación, incentivando el vuelco hacia monedas extranjeras, típicamente el dólar.
La voluntad popular de ahorrar en divisas, a su turno, complicó el problema estructural de escasez de dólares, que empezó en nuestro país con el cierre del comercio mundial en los años 30 y se profundizó por la estrategia de desarrollo implementada entre 1943 y 1958, que básicamente consistía en cerrarse al mundo, justo cuando los demás países confluían en Bretton Woods para reabrir el comercio.
Que los argentinos pensemos en dólares, no es entonces un accidente histórico, ni un designio de la naturaleza que llevamos en los genes. Tampoco el resultado de un proceso de colonización cultural, sino la consecuencia del debilitamiento continuo de nuestro signo monetario.
La inflación persistente destruye la moneda y sin moneda, obviamente, no hay soberanía, condición indispensable para el desarrollo económico sostenible, puesto que no hay ningún antecedente histórico en el mundo, de país alguno que se haya desarrollado a la par de la depreciación sistemática de su moneda.
Una propuesta increíble
Por esta razón sorprendió la propuesta de la diputada nacional Stella Maris Leverberg, que muy probablemente se apruebe en el Congreso. La idea de la legisladora fue declarar el 15 de diciembre como el Día de la Moneda Nacional Argentina, porque en esa misma fecha, hace 10 años atrás, se comunicó el “Plan de Desendeudamiento con el Fondo Monetario Internacional”
El proyecto de ley, en su artículo tercero incluso sugiere: “Invitar al Consejo Federal de Educación a incluir dicha fecha en los calendarios escolares de la República Argentina, con el objeto de difundir y promover el estudio de la valorización de la soberanía monetaria a partir del conocimiento de los hechos históricos que le dieron marco y consecuencia al 15 de diciembre de 2005”.
Y ya en sus considerandos plantea que “…por ello, la presente iniciativa pretende contribuir a la recuperación por la sociedad de, la aceptación general y espontánea de nuestra moneda nacional como instrumento de pago”.
En la generosa imaginación de la autora, la desvalorización de la moneda y la preferencia del dólar para el ahorro, como así también su utilización como referencia en las operaciones inmobiliarias, sería el resultado de las políticas del Fondo Monetario Internacional, desconociendo los procesos inflacionarios que erosionaron el valor de la moneda, generados o potenciados en el uso irresponsable de la emisión monetaria sin respaldo para financiar el déficit fiscal de gobiernos que escondiendo la Constitución debajo de la alfombra, gastaban por encima de lo que el Congreso les autorizaba, con fondos que esa misma institución no les proveía.
No se pregunta la legisladora, por qué otros países con mejores relaciones con el FMI como Chile o Brasil, por poner dos ejemplos, no sufren el deterioro en el valor de sus monedas y consecuentemente no han experimentado una pérdida de la soberanía monetaria, en el sentido que sus poblaciones no piensan en dólares, ni se mueven en referencia a esa divisa, ni existe escasez de moneda extranjera en esos países.
Tampoco recuerda la autora de la propuesta, que incluso bajo el gobierno del propio Néstor Kirchner, se multiplicaban las reservas del Banco Central y sobraban dólares, porque la inflación controlada hacía conveniente el ahorro en moneda nacional.
En consecuencia, se piensa que la elección de la moneda por parte de la gente, que es la verdadera fuente de soberanía económica, se puede influenciar por el efecto retórico de una ley, o por un programa de educación propagandístico, desconociendo doscientos cuarenta años de investigaciones científicas sobre los determinantes de la demanda de dinero.
Si realmente queremos recuperar la moneda, pues bajar la inflación es condición absolutamente necesaria. Para ello debemos recuperar el espíritu de la Constitución del 53 que disponía que solo el Congreso podía autorizar el presupuesto de gastos, ejercer la política monetaria y emitir deuda.
Y conmemorar sí como tragedia, que la moneda nacional perdió el 80% de su valor en los últimos 8 años, como se conmemora el golpe del 24 de marzo del 76, para que no vuelva a ocurrir nunca más.
(*) El autor es economista, profesor de la UNLP y la Unnoba, investigador del Instituto de Integración Latinoamericana (IIL) e investigador visitante del Centro de Estudios Distributivos Laborales y Sociales (Cedlas).