Como nunca antes, termina una semana en la que quedó expuesta la vulnerabilidad legislativa del gobierno de Javier Milei. Se expuso en el Congreso cómo el Presidente está preso de “mayorías circunstanciales” que le imponen “el sí o el no” a leyes propias o incluso a iniciativas nacidas en la oposición. Como la actualización jubilatoria votada el último jueves, que para la Casa Rosada atenta contra la premisa irrefutable de que el equilibro fiscal es la base del ordenamiento de las cuentas públicas.
La ley de mejora de las jubilaciones, que será vetada por el Poder Ejecutivo, el rechazo al DNU en Diputados que fondeó al sistema de inteligencia con 100 mil millones de pesos y la colonización opositora de la estratégica Comisión Bicameral que ausculta los gastos de ese área sensible, asoman como derrotas libertarias acaso más profundas y dolientes que aquel primer revés de principios de año cuando cayó en el Congreso la primera y kilométrica versión de la Ley Bases. Sobre todo, por el comportamiento de los que se suponían aliados. Iba a pasar tarde o temprano.
Pensar que un gobierno de minorías legislativas no iba a tener problemas en el Congreso es como no creer en las leyes de la física. Sobre todo teniendo en cuenta el camino que tomó Milei en la búsqueda de la gobernabilidad: la negociación ley por ley, sin un marco global de acuerdos.
Para garantizarse éxitos por esta vía se necesita tiempo, mucho oficio político (algo escaso en el mundo libertario) y, claro, dinero. No en el sentido espurio, vinculado a compra obscena de voluntades, sino al “toma y daca” con, por ejemplo, las provincias, para ganarse el favor de senadores o de los bloques de diputados. Ceder obras públicas, prometer fondos, etc.
Esto es lo que ha hecho la gestión Milei, por ejemplo con Bases o paquete fiscal. Pero se le evidenció infructuoso en la última semana legislativa. ¿Tenía otras opciones? Si.
LOS CAMINOS POSIBLES
Ignacio Labaqui, politólogo y docente de la Universidad Católica Argentina y de la UCEMA, detalla que ese es uno de los tres caminos posibles que pudo seguir el Presidente una vez que se sentó en el sillón de Rivadavia.
Otro era, acaso, el más autoritario: gobernar por DNU desde el convencimiento de que así se le puede pasar por arriba al Congreso y, eventualmente, recurrir a herramientas de tipo plebiscitarias para pedir la opinión de la población. Que siempre son riesgosas para el que gobierna.
El tercer camino era volcarse hacia un “presidencialismo de coalición”, que ya ha funcionado en otros países de Latinoamérica. Esto es, básicamente, armar una acuerdo estable con partidos afines para controlar como mínimo alguna de las dos cámaras del Congreso y cuya pieza de cambio son lugares en el Poder Ejecutivo. Ministerios, secretarías, organismos.
Esto último, sin decirlo con esa crudeza, es lo que parece impulsar Mauricio Macri, quien tuvo un rol central para ayudar a que Milei ganara el balotaje del año pasado contra el peronismo/kirchnerismo -aportó fiscales y fondos- y cuenta con cuadros con experiencia en el manejo de la cosa pública.
Pero es lo que rechaza el entorno presidencial y por eso hoy se está frente a una suerte de oxímoron: nada de entrada de gente amarilla al gabinete, salvo que juren pureza libertaria y renuncien a la jefatura política del ex mandatario.
LAS TENSIONES CON MACRI
Hablamos de una resistencia a esa idea cuyo abanderado es el poderoso asesor Santiago Caputo. También Karina Milei y “Lule” Menem, entre otros. Caputo, de profesión consultor político, cree que para esculpir la figura de Milei como líder de una nueva derecha nacional debe eliminarse cualquier vestigio de competencia por ese rol. Macri, con rasgos más moderados que el Presidente, asoma para él como una rivalidad o acaso una amenaza. Por eso son enemigos declarados y es el elemento humano que enturbia la relación entre el actual y el ex mandatario.
“Después de la ayuda que le dio la oposición dialoguista a Milei con el apoyo a la Ley Bases se preveía un Congreso más hostil. El Gobierno debería tomar nota de esto que pasó en la semana porque se le viene una agenda legislativa cargada, con el gran punto cumbre del Presupuesto para 2025”, analizó Labaqui ante este cronista.
No sería el único. Si el ministro de Economía, Luis Caputo, llegara a conseguir un acuerdo con el FMI para desembolsar más dinero -hoy asoma complicado- necesariamente requeriría de la aprobación parlamentaria para poder ejecutar el desembolso.
En los más de ocho meses de gestión nada ayudó a la relación PEN-Congreso la actitud del propio Milei. Nunca hubo un mimo de su parte, sobraron las descalificaciones, incluso los insultos. Gestos funcionales a su relato anti-casta y síntoma de su lógica populista: él se vincula directo con el pueblo sin pasar por los partidos políticos. Nadie podrá decirle que no avisó. ¿O no fue eso aquel acto de asunción con un discurso de espalda al Palacio de las Leyes y de cara a la plaza?
LOS LÍMITES DE LA ESTRATEGIA
Así, el Presidente asoma a esta altura peligrosamente cercano a estar casi preso de esa lógica del “outsider” anti-política. Le ha venido dando resultado hasta ahora, si se miran las encuestas que muestran un nivel de aprobación aceptable a pesar de un profundo ajuste de la economía, recesión y profundización hacia abajo de índices de bienestar social. ¿Cuánto más le aguantará la estrategia a un hombre que decidió delegar la política en gente que no ha sido votada para eso, como el joven Caputo? El sistema, no sólo voces preocupadas de La Libertad Avanza, parece pedirle que empiece a hacer lo que hasta ahora no hizo: liderar políticamente el espacio que creó.
Aquella lógica de mayorías circunstanciales como eje de la actividad parlamentaria, que se demostró como una limitante del poder presidencial, arroja particularidades notables. Como ciertas alianzas coyunturales raras, otrora impensables.
La ley de movilidad jubilatoria, por ejemplo, fue votada por senadores kirchneristas, radicales y...macristas. El espacio amarillo reconoce cierta esquizofrenia: cuando pasó por Diputados, sus representantes votaron en contra, en sintonía con los intereses del Gobierno. Y el viernes, Macri avisó que apoyará el veto del Presidente a la norma, contrariando así el respaldo que le dieron a la misma los senadores de su partido. Un diván a la derecha.
LOUSTEAU Y LA SINTONÍA CON EL KIRCHNERISMO
Otro caso interesante es el del senador Martín Lousteau, que es el presidente del radicalismo a nivel nacional. Ha generado una sintonía evidente, y para él acaso estratégica, con el kirchnerismo. Aliado a estos, logró quedarse con la presidencia de la Comisión Bicameral de Inteligencia, que inicialmente iba a ir para un macrista. También votó a favor de la movilidad jubilatoria.
Hay ruido en la UCR con esa figura de rulos juveniles. Gobernadores como el mendocino Cornejo o el correntino Valdez están, por formación e idiosincrasia, más cerca de postulados generales de Milei (desregulaciones, cierta libertad de mercado, baja de impuestos) que de las lógicas ideológicas que suponen las ligazones del presidente de su partido. Eso pone a Lousteau en una posición de incomodidad coyuntural con sus (supuestos) dirigidos.
Está claro que Lousteau, economista de profesión, busca construir un perfil propio como referente opositor a Milei desde el no peronismo. Acaso intuya que, al ritmo de la crisis, empieza a haber una demanda de la sociedad de voces críticas. Pero, según coinciden casi todos los encuestólogos, por ahora el espacio natural para eso es el kirchnerismo puro. Especialmente en el AMBA, casi la única zona geográfica del país donde Cristina Kirchner conserva adhesiones.
¿Será por eso su acercamiento a figuras como Leopoldo Moreau o Leandro Santoro? ¿O esas sociedades que se ven en el Congreso son el prólogo de algo más vinculado al pago chico de Lousteau, la Ciudad de Buenos Aires, donde podría darse una sociedad electoral futura entre él y los K para vencer al oficialismo macrista y a la oferta que presenten los libertarios? Misterios.
“Ciertamente Lousteau es un opositor a este gobierno. Más que buscar una coalición con el PRO, como hizo la UCR en su momento, él se está reservando como el ‘Designated Survivor’ (Sobreviviente Designado) del espectro no peronista. Un hombre con ideas políticas liberales, con tinte social y productivo en lo económico”, analiza el politólogo Luis Tonelli ante este diario sobre la movida del senador.
En Estados Unidos, la figura de “sobreviviente designado” alude a la elección de un funcionario del gobierno que el día del discurso del estado de la Unión es trasladado a un lugar seguro para que, en caso de un atentado a gran escala, asuma como presidente y garantice la continuidad del gobierno. La alegoría de Tonelli es buena pero, trasladada a la cabeza de Lousteau, supondría la implosión del gobierno de La Libertad Avanza. Lo dicho: en rigor, la cuestión del radical tal vez sea una especulación (¿electoral) a mucho más corto plazo.
COMENTARIOS