El Gobierno está ante el desafío de evitar la depresión económica.
El Gobierno está ante el desafío de evitar la depresión económica.
ENFOQUE

¿Se puede evitar la depresión económica?

El eje del debate sobre el plan de transición del ministro Caputo está girando. Pasamos del énfasis en la inflación y el dólar, entre diciembre y marzo, al análisis del desplome de la actividad económica (y sus consecuencias laborales y sociales) y la preocupación por el atraso cambiario. La terapia de shock basada en el trípode austeridad fiscal, apretón monetario y anclaje del tipo de cambio postsalto devaluatorio de diciembre trajo una baja de la inflación mayor a la esperada, contuvo los tipos de cambio y brecha y permitió ir acumulando reservas. El frente monetario financiero luce entonces con mayor alivio. 

El Banco Central (BCRA) sigue bajando fuerte la tasa de interés (en el último mes recortó 30 puntos porcentuales la tasa de política monetaria), argumentando que los datos de inflación vienen mucho mejor de lo esperado. Abril ya prácticamente está confirmado que tendremos un dígito de inflación debido a la sorpresiva desaceleración de la inflación núcleo en torno al 5% mensual. Los más optimistas, y por supuesto el Gobierno, esperan que la inflación caiga a la zona del 4% en el segundo semestre. Sin embargo, por el lado real de la economía los indicadores primarios de actividad muestran desplomes históricos y aún no vemos indicios de recuperación. Los ingresos y el empleo se encuentran muy deteriorados y necesitan un respiro, de lo contrario el apoyo popular que el Gobierno sostiene como defensa a su ajuste comenzará a erosionarse rápidamente. 

Evitar la depresión económica 

El Gobierno sostiene que el hundimiento de la economía está próximo a encontrar un piso y experimentar un rebote en la segunda mitad del año. Podríamos señalar cuatro aspectos en los que descansa esta perspectiva optimista: 

• Una rápida desinflación, que se da más por el ajustazo fiscalmonetario que por la existencia de una estabilización consistente, aliviaría la presión sobre salarios e ingresos, y a la vez disminuiría la presión sobre el atraso del tipo de cambio y el complicado panorama para muchas industrias por la suba de sus costos en dólares. la Ley Bases y el Paquete Fiscal (luego de la media sanción en Diputados) representaría para este plan de transición una suerte de primer shock de reformas que mejoren la productividad y constituyan un atractor de inversiones extranjeras (RIGI de por medio). 

• El mencionado paquete fiscal podría dar algo de aire a las finanzas públicas y, con él, que el Gobierno empiece a liberar algo más de caja para la recuperación de la obra pública y la recomposición de transferencias a los segmentos que más necesidad están pasando en estos momentos. Además, tras la negociación de la Ley Bases con las provincias, podría haber mayores transferencias a provincias que logren reactivar la obra pública provincial, también paralizada. 

• La baja de la tasa de interés y la licuación de los pasivos remunerados (antes con elevadas tasas de interés para los bancos) sería un catalizador del crédito. Por las mejores condiciones de la oferta crediticia y por la necesidad de las entidades de volcarse a generar cartera rentable con el sector privado (del crawding out al crawding in). El propio presidente Milei puso muchas fichas públicamente en este aspecto, al arriesgar que rápidamente la penetración del crédito en la economía podría más que triplicarse para ubicarse por encima del 15% del PBI. 

El crédito, punto de partida y posibles impactos 

Si bien es posible este año un repunte de la actividad crediticia, son exageradas las expectativas sobre lo que puede aportar el motor de los préstamos (tanto a individuos como a empresas) para la recuperación económica. Dicho repunte se puede sostener en las nuevas líneas de inversión productiva, el agresivo financiamiento que está habiendo desde los bancos hacia las pymes y el inicio de lo que podría ser un programa de créditos hipotecarios. 

Pero subsisten dos interrogantes sobre la mesa. En primer lugar, el punto de partida (profundidad del crédito actual) y luego la dinámica de los últimos meses. De ninguna manera un mayor apalancamiento va a neutralizar ni impedir destrabar los grandes dilemas que tiene por delante la conducción económica. Debe consolidar y sustentar mucho mejor la consolidación fiscal, requiere mayor apoyo político y legislativo a varias de sus reformas, estamos lejos del nivel de reservas necesario para salir del cepo (eso requiere mejorar el tipo de cambio) y aún no hay ni miras de conseguir financiamiento externo (ni vía organismos ni por el mercado). Tenemos una economía estructuralmente raquítica en términos de profundidad financiera. Desde ya esto es por los desbarajustes macroeconómicos de sucesivas administraciones del pasado. 

El crédito en relación al PBI ha tocado el mínimo histórico al situarse en el 4%, algo que luce paupérrimo frente al 80% de Chile y Brasil y 47% del promedio de Latinoamérica. El punto de partida del crédito en términos del producto es el menor en al menos quince años. La estabilidad transitoria de 2016-17 previo a la crisis de 2018-19 fue el último impulso al crédito (luego de sus picos en 2013). A partir de allí, con algunas pequeñas recuperaciones parciales, todo fue cuesta abajo. Los principales enemigos del crédito al sector privado son el déficit permanente y la escalada inflacionaria. 

Argentina sufre ambas situaciones crónicamente. La inflación no solo licúa el stock existente, sino que también genera que haya tasas de interés prohibitivas para quienes quieren acceder a financiamiento. Es ahí donde los bancos prefieren posicionarse en títulos indexados o en pasivos remunerados. Desde este punto de vista la tendencia hacia adelante puede ser más promisoria dado el férreo compromiso del presidente por mantener la conducta fiscal y no recurrir al financiamiento monetario espurio. 

Cuando observamos la evolución de las colocaciones en el corto plazo aún no se percibe algún indicio claro de despegue, más allá de todos los anuncios y expectativas oficiales.

El stock sigue cayendo casi 40% i.a real, y en abril apenas se percibe un 0,7% de aumento respecto a marzo. Considerando el segmento en dólares, la cifra repunta un poco más dado que, como los rendimientos en pesos superan ampliamente al devengamiento cambiario (crawling de 2%), los exportadores decidieron tomar préstamos para prefinanciar sus envíos al exterior y así tener los dólares para liquidar en el mercado de cambios. Si bien este es un efecto transitorio, no puede dejar se mencionarse, ya que coincide en parte con la idea del presidente de profundizar el mercado de capitales en dólares. 

Volviendo al universo pesos, las dos principales líneas de financiamiento se encuentran prácticamente en pisos históricos. Si tomáramos diciembre de 2013 como base 100 en términos reales, tanto los préstamos comerciales como al consumo estarían experimentando una contracción cercana al 65%. En el caso de los préstamos al consumo, desde el pico de 2017-18 la caída llega al 71% descontando la inflación del período.

Finalmente, el potencial que tiene el crédito para recuperarse es enorme a mediano y largo plazo, pero, como sabemos de memoria, en Argentina la tarea previa a la expansión sostenida del financiamiento es la estabilidad macroeconómica y el crecimiento de la economía. En ambos aspectos aún estamos en el subsuelo. Además, como en el tango, se necesitan dos para bailar. Por más atractivo que se presente desde la oferta, con mejores líneas crediticias y baja de tasas, tiene que aparecer la demanda. 

En las familias el pre-requisito es mejorar los ingresos para tener mayor capacidad de pago y endeudamiento y percibir expansión del mercado laboral. No estamos precisamente en dicha instancia, donde recién comienzan a manifestarse con fuerza despidos que seguramente abarcarán a más sectores que la industria y construcción. En las empresas se requiere no solo mirar la oferta agregada de la economía, sino que es fundamental la demanda tanto de consumo como de inversión. Tiene que existir un panorama favorable para producir, vender e invertir. Actualmente esa rueda está girando, pero justo al revés, para el lado del estancamiento con paradas de planta y desinversión.

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