La trama detrás de la decisión de Bullrich y Larreta de compartir búnker en las PASO
Después de varias semanas de negociaciones, Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich confirmaron que compartirán el búnker para esperar los resultados de las Primarias Abiertas entre ellos, el próximo domingo 13 a la noche. Desde allí seguirán el escrutinio provisorio.
Larreta fue el principal impulsor de la idea, inicialmente rechazada por los halcones bullrichistas. “Yo quiero que haya un solo búnker”, sostuvo ayer el alcalde porteño, sin un dejo de duda, en un reportaje radial.
Minutos después, Juan Pablo Arenaza, el jefe de campaña de Bullrich, lo avaló: “El 13 de agosto esperaremos los resultados de la elección en un búnker unificado de Juntos por el Cambio”.
La letra chica está ahora en discusión. Rodríguez Larreta querría que sea en Costa Salguero, un sitio histórico del PRO, predio que ya reservó su comando de campaña. Los de Bullrich, actuando con austeridad, dicen que preferirían algo “más chico”. Miran otro lugar emblemático de CABA: el Palacio San Miguel. Minucias.
Lo importante es lo que hay detrás de la negociación. La idea de que el domingo de las PASO sea el inicio del camino conjunto a octubre, regido por la premisa de que Juntos por el Cambio -al menos su dirigencia- no se dividirá de cara a la elección crucial, la de las elecciones presidenciales.
La postura de Macri
El expresidente Mauricio Macri habría sido clave para que se concretara la idea de compartir el búnker. Metió presión, explican en Juntos. En PRO aseguran que Macri se concebiría a sí mismo como una suerte de garante de la unidad de JxC posterior a las PASO. Deberá trabajar mucho, porque el clima entre las huestes rivales se caldeó bastante.
Es de acuerdo a esta idea que ayer se bajaban las expectativas de algo que sonó durante toda la semana: que mañana, Mauricio se pronunciará públicamente y sin eufemismos a favor de la precandidatura presidencial de Bullrich. Hasta ahora no lo hizo, pero claramente ha tenido gestos de preferencia. En especial, desde que Larreta se propuso disputarle el liderazgo en Juntos, convocando a las elecciones para jefe de gobierno porteño con la modalidad “concurrente”.
Esto es: con urnas diferentes para el nivel nacional y el local. El mauricismo interpretó que fue una movida para beneficiar al radical Martín Lousteau (la UCR es el gran aliado de Larreta a nivel nacional) y, en cierta forma, perjudicar a Jorge Macri, que es el pollo de Mauricio en el capítulo porteño.
Además, el clima entre “halcones” y “palomas” se calentó más cuando, la semana pasada, María Eugenia Vidal, que había prometido neutralidad, públicamente anunció su alineamiento con Rodríguez Larreta. Su amigo de siempre, su mentor político.
Todo esto hizo peligrar la idea del búnker conjunto como metáfora de la unidad post 13 A que, sin embargo, había tenido una primera insinuación el domingo 30 de julio, con una foto conjunta entre Rodríguez Larreta y Bullrich en Chubut. Fue el día en que el gobernador electo de esa provincia, Nacho Torres, logró el milagro de juntar a esos enemigos íntimos, rivales en la carrera presidencial.
Lo de Chubut fue importante porque mostró que allí no se trasladó la batalla entre los dos presidenciables, como sí sucedió en las PASO de Santa Fe (Larreta terminó cantando victoria con su candidato, Maxi Pullaro; Bullrich bebió el trago amargo de la derrota con su protegida Carolina Losada) o como sucederá en casi todo el territorio de la provincia de Buenos Aires en las batallas comunales y seccionales del 13 de agosto próximo.
Así, aquel domingo en Chubut no ganó el candidato de uno o de otro. “Ganó Juntos”, fue el mensaje que pretendieron transmitir. Un buen gesto de Bullrich consolidó esa idea: fue cuando la exministra silenció a un grupo de asistentes a los festejos de Torres que coreaba “Patricia presidenta” frente a un indigestado Rodríguez Larreta. No era el momento de hablar de eso, les pidió Bullrich.
De las fuertes tensiones a la necesidad de bajar un cambio
Larreta y Bullrich parecen haber entendido que la confrontación entre ellos llegó a niveles de tensión tan altos que se puso en peligro la solidez política del espacio conocido como Juntos por el Cambio para después de las Primarias Abiertas.
Entendieron, dicen en los respectivos equipos de campaña, que la militancia de cada bando está cercana al odio del rival. Y eso puede ser muy contraproducente de cara al desafío de octubre. Ya lo planteó este diario: el ganador de las PASO no puede darse el lujo de que la militancia del bando derrotado mire para otra lado después de agosto y no milite la pelea decisiva contra el peronismo.
En definitiva, Bullrich y Larreta parecen haber tomado conciencia de que deben dejar puertas abiertas para recibir al rival coyuntural de agosto en el camino hacia la pelea por la recuperación de la Casa Rosada. Es en este marco que cobra especial importancia simbólica lo que pase con el búnker en el que esperarán los resultados el día de las Primarias.
Conviene volver a las negociaciones. Un ámbito compartido supone que el festejo del ganador no será un festejo en términos tradicionales. Debería ser la proclamación de la victoria del que salga primero, la aceptación de la derrota del segundo y el puntapié inicial, sin rencores, del camino conjunto hacia las presidenciales. Sin humillaciones, sin cantitos irritantes, sin enrostrar la victoria del uno sobre el dos.
A priori suena a algo de difícil realización por aquello de que la militancia se subió a la pelea interna hasta niveles volcánicos. Pero es “trabajable”, opinan los más optimistas.
El trasfondo de todo esto, lo que en su momento le dio voltaje a la pelea Larreta-Bullrich y explica en parte la iracundia de Mauricio contra la movida independentista de su liderazgo del alcalde, es un diagnóstico que cruza al mundillo político argentino y en especial a la oposición.
Con un gobierno nacional que viene recibiendo piñas electorales en muchas provincias y que avanza en su campaña intentando remontar el ancla de la cuestión económica desmadrada, las PASO de Juntos se vuelven clave. Aunque suena aventurado ahora, el ganador de la misma empezará a ser mirado el lunes 14 de agosto como el muy probable próximo presidente de la Argentina. Necesitará que los votos del derrotado de las Primarias lo acompañe sí o sí en octubre y no migren, por enojo o desilusión, a otras ofertas electorales.
Por supuesto es algo más que el búnker compartido. Es el compromiso público de tirar para el mismo lado. Es otro de los ítems que se están trabajando contra reloj.