El temor a un agravamiento de la crisis económica y a una derrota histórica del peronismo parieron la sorpresiva lista que llevará a Sergio Massa como postulante -hasta el cierre de esta edición tenía que enfrentar una interna contra Juan Grabois, según anunció el dirigente social cercano al papa Francisco- a la primera magistratura. Pero el dato más elocuente de esta alquimia electoral es que llegó por la debilidad manifiesta de Cristina Kirchner que no pudo imponer un “candidato propio” y optó, ante el riesgo de un traspié en las urnas, apostar a mantener una minoría intensa en ambas cámaras del Congreso y a intentar retener la Provincia.
Es que pese a los cantos de sirena de los últimos días, y el intento de refundación que la Vice urdió con el sello Unión por la Patria (UP), el oficialismo llega a los próximos comicios en una situación de fragilidad por una administración que empeoró las condiciones socio-económicas del electorado al que dice representar. En este contexto, gobernadores del PJ, intendentes del Conurbano y ministros como Gabriel Katopodis, consideraban casi “suicida” ir desunidos a las elecciones nacionales.
Otro síntoma de la debilidad cristinista fue haber involucrado a Wado de Pedro y a un sector importante de su armado en la virtual oficialización de la candidatura del ministro, junto a su efímero compañero de fórmula, el tucumano Juan Manzur. Tanto en el grueso de La Cámpora –no toda la agrupación apoyaba la aventura presidencial del oriundo de Mercedes- y en el ala izquierda del oficialismo se habían ilusionado con postular a un “candidato propio” para disputar con “la derecha”. Ahora dirigentes como Grabois y Claudio Lozano amenazan con “romper” al considerar inadmisible dar un apoyo explícito al tigrense.
Reacciones
En espejo, fue la CGT quien primero salió a celebrar la unción de la candidatura de la “unidad” de UP; justamente los integrantes de su mesa chica, que manejan los hilos de la central gremial desde hace décadas, fueron los únicos ausentes en el escenario montado por Cristina el pasado 25 de Mayo. No sólo hay recelos personales, sino que la Vice los acusó de ser “complices” del gobierno macrista.
En ese escenario, se terminó imponiendo el dirigente más audaz que hizo valer sus estrechos contactos con el “círculo rojo”: la embajada de Estados Unidos, grupos empresarios y dueños de medios de comunicación. Y también, claro, influyó su interesada alianza con Cristina y Máximo Kirchner.
El jueves pasado, cuando Wado dio a conocer un video de lanzamiento de su precandidatura, en el oficialismo primaba la idea que encabezaba una “fórmula para perder” pero sobre todo poco representativa de toda la coalición oficialista ¿Acaso el tándem de Massa y Agustín Rossi representará mejor a los diferentes sectores que conforman el Gobierno? Quizás la mejor explicación del apoyo de los intendentes del GBA y de los mandatarios provinciales es que dicha alquimia electoral podría evitar una “mayor dispersión” del voto oficialista, y los efectos no deseados de una “interna sangrienta” para la gobernabilidad. A nadie se le escapa la fragilidad que acompañó a Mauricio Macri hasta final de mandato luego de perder categóricamente las primarias de 2019.
Si bien Massa no podrá exponer números auspiciosos al frente del Palacio de Hacienda, sus leales aseguran que garantiza “gobernabilidad”. El líder del Frente Renovador, además, cuenta con el aliciente de haber jubilado una nueva aventura presidencial de un rival interno, Daniel Scioli, que contó con la bendición de Alberto Fernández, a quien algunos dirigentes ahora le reivindican haber pactado el nuevo ordenamiento con la Vice, con la designación de Rossi en la fórmula como mérito propio.
Pero el Presidente no podrá dejar como legado haber ampliado las bases del peronismo con las PASO que tanto venía impulsando desde 2021. Es difícil, asimismo, que “la unidad” del oficialismo no deje heridos.
En la otra vereda
La nueva fórmula presidencial de UP tampoco resultó inocua para Juntos por el Cambio. En una semana en la que Horacio Rodríguez Larreta pareció fortalecerse con la presentación como compañero de fórmula del gobernador Gerardo Morales, que resistió un intento de desestabilización en Jujuy, la irrupción del tigrense a la grilla de presidenciables quizás lo haga recalcular su estrategia. Es que tanto el alcalde porteño como el mandatario norteño supieron cultivar un vínculo fluido con el ahora candidato del oficialismo.
En los años ´90 Larreta comenzó en el justicialismo casi en paralelo con el tigrense; Morales en 2015 rubricó una alianza electoral con éste para ganar la gobernación jujeña. Y fue un canal natural de diálogo cuando en enero de 2022 el entonces presidente de la Cámara de Diputados buscaba votos en la oposición para aprobar el acuerdo con el Fondo.
Ahora los dirigentes opositores tendrán como objetivo diferenciarse del único referente del oficialismo que evitó “condenar” la represión de la Policía jujeña del pasado martes. En tanto, Bullrich sí salió a castigar duro la designación del líder del FR. En alianza con sectores del radicalismo que comandan el mendocino Alfredo Cornejo y el bonaerense Maxi Abad, intentará contrastar la oferta “dialoguista y aperturista” que por ahora propone el larretismo.
Ayer quedó confirmado que la UCR no irá a las PASO con un presidenciable propio ante la declinación de Facundo Manes. Finalmente el centenario partido quedó preso de la interna del PRO y ahora deberá darle una contención institucional a una disputa que podría “desmadrarse” tras las primarias y poner en riesgo la competitividad de JxC rumbo a las generales del 22 de octubre, el cénit en el que se definirá en las urnas el nuevo mapa de poder de la Argentina.
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