“No esperaba esta traición de ustedes”, dijo el exsecretario general de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM) Antonio Caló. Fue desplazado tras 18 años al frente de la conducción, cuando recibió a un puñado de dirigentes metalúrgicos que consideraba aliados y que, en ese mismo momento, le anunciaron que iban en apoyo de la elección del kirchnerista Abel Furlán.
La charla, áspera, cargada de reproches mutuos, se dio a las 12.55 de ayer en una de las oficinas de la Seccional Capital de la UOM, en el barrio de Almagro.
En el auditorio de la planta baja, los 290 electores esperaban para votar a las autoridades nacionales. Todos llegaron con la certeza de que Caló iba a tener competencia interna, por primera vez en la historia. Algunos pocos creían que iba a presentar batalla.
En la calle, sobre Hipólito Yrigoyen al 4200, solo había militantes de las seccionales rebeldes que durante semanas planificaron el derrocamiento del jefe de la UOM. Los activistas llevados por Caló eran no más de 15 y se dedicaron a custodiar la entrada al sindicato.
En ese encuentro con sus opositores, que ya eran mayoría, el líder metalúrgico escuchó críticas, pero las devolvió. “Ustedes piensan que el problema de la UOM es Caló, pero no es así y se van a dar cuenta”, les advirtió.
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