Alberto Fernández, en medio de los vaivenes que impone la pandemia, busca impulsar la actividad económica.
PANORAMA POLÍTICO NACIONAL

En plena discusión interna, el oficialismo procura apuntalar a Alberto Fernández

Crece en la coalición gobernante la idea de fortalecer el Gabinete nacional, aunque las versiones generan desconfianzas.

El peronismo gobernante está en plena discusión interna. Las voces que reclaman un cambio en el gabinete de Alberto Fernández se hacen escuchar entre los distintos sectores del Frente de Todos. Los rumores se expanden al ritmo de la crisis del dólar y de la imperiosa necesidad del Gobierno de dar en la tecla para “encender la economía”, como pregonaba el Presidente en la campaña que lo depositó en la Casa Rosada, antes de que la pandemia apagara todos los motores.
Las sospechas siguen a la orden del día: están los que creen que detrás del “operativo desgaste” a algunos ministros está la vicepresidenta Cristina Kirchner; los que piensan que Sergio Massa quiere ser jefe de Gabinete y que por eso echa a rodar las versiones; y los que no identifican el origen de los comentarios pero aseguran, de todos modos, que al Gobierno le hace falta una oxigenación política para encarar la reconstrucción económica.
“Siempre pensamos que este Gabinete era para el primer año de gobierno. El desgaste fue muy grande durante la pandemia y necesitamos darle más volumen político a la defensa del Presidente”, deslizó un intendente del Conurbano que habla con Cristina y tiene llegada a la mesa chica del albertismo.
La idea de apuntalar a Fernández recorre a todo el oficialismo. Existe en el FdT una genuina preocupación por la caída de la imagen presidencial en las encuestas. Así alumbró la convocatoria virtual de la CGT al acto por el 17 de octubre, en el que no faltarán quienes propongan que Alberto encabece una lista única para presidir el PJ nacional. 
El oficialismo necesita conjurar el internismo que puso en evidencia el culebrón oficialista en torno al régimen de Nicolás Maduro en Venezuela. El hecho de que una dirigente de segundo orden como Alicia Castro se haya animado públicamente a desafiar al Presidente y que éste le pidiera sin éxito que no renuncie a su designación como embajadora en Rusia, hizo mucho ruido político en el peronismo, acostumbrado a los liderazgos verticalistas.

El silencio de Cristina
El silencio de Cristina también disparó interpretaciones de todo tipo: desde que “dejó hacer” al ala chavista del FdT con duros cuestionamientos a Fernández y al canciller Felipe Solá; hasta que comprende que no es momento de hablar porque el Gobierno necesita el apoyo de los Estados Unidos para las negociaciones que acaban de comenzar con el Fondo Monetario Internacional. Tal vez la expresidenta considera que debe tener un ala izquierda y otra más cercana al peronismo tradicional que mantenga lazos con la clase media.
En rigor, la posición de Buenos Aires y la de Washington no difiere en la condena a las violaciones a los derechos humanos en Venezuela, pero el Gobierno argentino piensa que debe haber una salida que incluya al chavismo residual y el norteamericano que debe darse una renuncia previa de Maduro, para que el proceso electoral no se realice bajo la tutela del Ejército bolivariano.
Por eso, el apoyo de Fernández y Solá al Informe Bachelet, la expresidenta de Chile de reconocido prestigio internacional, viene a reparar años después aquel mal paso de Cristina por parte de un sector del peronismo que fue crítico del kirchnerismo: basta recordar que Felipe fue candidato opositor en 2009 (junto a Macri y De Narváez) y luego en 2013, en la lista que encabezó Massa. Y que Alberto jugó con Florencio Randazzo en las elecciones de 2017.
En la política exterior existe otro elemento interno en el Gobierno que difiere de la mirada histórica del kirchnerismo y que encarna el secretario Gustavo Beliz, de sólidos nexos en los organismos internacionales y en el Vaticano. Ni a Solá, y seguramente tampoco a Beliz, les cayó en gracia que Aníbal Fernández apareciera dos días de la semana pasada en el sector presidencial de la Casa Rosada. “¡Otra vez este tipo!”, se le escuchó comentar a un dirigente que creía que el múltiple ex ministro era parte del pasado político enterrado del peronismo.
Pero lo cierto es que Aníbal habló directamente con Alberto, lo cual alentó dos versiones: que próximamente ingresará al Gabinete como ministro (algunos mencionan Seguridad, en reemplazo de la antropóloga Sabina Frederic). Otros deslizan, en cambio, que el Presidente lo usó como una suerte de escudo para frenar “operaciones” contra Santiago Cafiero, que señalaban a Massa como candidato puesto para la Jefatura de Gabinete.

Massa no vuelve al PJ
Aunque el presidente de la Cámara de Diputados no tendría intenciones de dar ese salto político: “Es un cargo en el que quedas a tiro de decreto”, aseguraron en su entorno. También descartaron un posible retorno al PJ y ratificaron que Massa buscará fortalecer el Frente Renovador con un congreso partidario nacional en noviembre próximo.
En un desayuno de trabajo que compartieron el Presidente y Massa días atrás, el tigrense convino con Fernández en la necesidad de marcar su postura cuando vea que el Gobierno se esté “distanciando de la clase media”. Esa lógica aplicó al anticipar la decisión del Ministerio de Educación de fomentar el regreso a las aulas de alumnos terminales del primario y el secundario. Una forma de marcar la cancha al dubitativo ministro Nicolás Trotta.
El “intocable” del Gabinete sigue siendo Martín Guzmán (Economía), a tal punto que se estaría imponiendo su opinión sobre un recambio en la cúpula del Banco Central. Ya se sabe que perdió sintonía con Miguel Pesce –un amigo personal de Alberto Fernández- y que tiene mejor relación con Sergio Chodos, el representante argentino ante el FMI.

La oposición, movilizada
La oposición observa los movimientos internos del Gobierno decidida a no ser comentarista de la realidad ajena, el principal error que cometió durante los 12 años del kirchnerismo en el poder. Por eso se sumó a la convocatoria de una marcha para mañana (#120) a sabiendas de que la reiteración de protestas callejeras incomoda al oficialismo.
El costo que deben pagar los impulsores de los “banderazos” radica en los cuestionamientos a las aglomeraciones de personas en medio de una pandemia que no está superada, ni mucho menos, en ningún lugar del mundo. Incluso el gobernador radical de Jujuy, Gerardo Morales, se mostró en contra de la marcha de mañana, a la salida del mensaje que compartió con Fernández en la Casa Rosada.