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Alberto Fernández, en su primera salida internacional, se reunió con el francés Emmanuel Macron, entre otros jefes de Estado.
PANORAMA POLÍTICO NACIONAL

El Gobierno, ante el primer round de una pelea de largo aliento con los acreedores

En su viaje a los EE UU, al ministro de Economía lo esperan los bonistas que quieren escuchar precisiones sobre el reperfilamiento de la deuda que intentará la Rosada.

Martín Guzmán tendrá, de primera mano, un testeo inicial del ánimo con el que bonistas e inversores con intereses en el país aguardan el inicio de la negociación por los vencimientos de deuda. El ministro de Economía tomará ese pulso cuando visite en las próximas horas el Consejo de las Américas, donde también procurará ir afinando otra conversación paralela: la que viene llevando adelante con funcionarios del Fondo Monetario Internacional.
Ese sondeo viene envuelto en un clima de incertidumbre alimentado en los núcleos financieros internacionales por lo que, afirman, falta de precisiones sobre el rumbo que adoptará la Argentina en busca de reperfilar sus obligaciones. Buscan definiciones de Guzmán sobre esa hoja de ruta.
No es el único aspecto que los inquieta: en carpeta está la forma en que se resolverá, o no, la discusión por el pago de los 250 millones de dólares a bonistas que el gobernador Axel Kicillof persigue postergar. Ese dato es central: si la Provincia entrara en default, complicaría el posterior acuerdo que la Nación intentará cerrar con sus acreedores.
En los Estados Unidos, Guzmán procurará sacar provecho de las señales que viene ensayando el Presidente entre el frente externo y las presiones domésticas que le plantean sus aliados. Alberto Fernández acaba de llegar de Israel de una gira cuya conclusión central pareció ser el gesto que significó compartir actividades con líderes de Occidente.
El eventual respaldo del gobierno norteamericano a la Argentina podría ser decisivo en la negociación con el Fondo Monetario Internacional. Ya hay conversaciones para la reestructuración de la deuda por los 44 mil millones de pesos que el organismo internacional entregó al país. La gestión de Fernández avisó que no está en condiciones de pagar los vencimientos y persigue una reprogramación. Guzmán, de hecho, se reunirá con Luis Cabeddu, jefe de la misión del Fondo para la Argentina.

La cuestión salarial
Por cuerda separada comienza a rendir algunos frutos el deseo oficial de aplacar los reclamos salariales de los gremios. En medio de la crisis económica, la Casa Rosada viene pidiendo “prudencia” en los planteos en procura de no reavivar el proceso inflacionario y tejió acuerdos con algunos sectores.
En sintonía con sus deseos, la UTA (que agrupa a los choferes de media y larga distancia) pactó el pago de sumas fijas a cuenta de la paritaria. Comercio, liderado por el legendario Armando Cavalieri, redujo sus aspiraciones del arranque de la negociación. El Gobierno no quiere ni hablar este año de cláusula gatillo. Algunos sindicatos comenzaron a hacerle algún guiño. A ese barco todavía no se sube Hugo Moyano, quien sigue aguardando gestos adicionales de Fernández.
Los equilibrios de Fernández no solo tienen relación con la política exterior y las necesidades que impone la renegociación de la deuda. Hacia el interior de la alianza gobernante muchos de ellos tienen relación con el kirchnerismo y la propia Cristina Kirchner.

Con más sintonía
Cuentan cerca del poder que la vicepresidenta habría sido una pieza clave para que Axel Kicillof se subiera al avión que depositó a Fernández en Jerusalén. Una gestión de buenos oficios, cuentan, para intentar limar algunas diferencias de gestión y de estilo que comenzaron a verificarse entre ambas administraciones.
Sectores de la Rosada apuntan al Gobernador porque estiman que adoptó una postura dura respecto de la negociación con los bonistas. Si bien hay una estrategia que surge coordinada en ese tema, se apunta más a los modos que a la forma de encarar un problema de resolución compleja que podría terminar afectando a la negociación nacional.
Los dotes de acróbata político del Presidente afloraron en otras cuestiones espinosas. Varios referentes ultra K, incluso su ministro del Interior, Eduardo “Wado” De Pedro, salieron a afirmar la existencia de presos políticos en la Argentina, entre los que mencionaron a Amado Boudou, Milagro Sala y Julio De Vido. Fernández tuvo que salir a corregir esas afirmaciones, aunque sin encender ninguna hoguera.
En medio de esos cruces Cristina Kirchner hizo un silencio prudente. Evitó cualquier declaración en su fugaz vuelta a la Presidencia cuando reemplazó a Fernández por su ausencia del país. Incluso evitó acercarse a la Casa Rosada. Pero esa actitud no implica que la expresidenta no sea traducida por sus dirigentes más cercanos y afines, ellos son quienes hablan y que, indirectamente, marcan estilos y opiniones disonantes con el Jefe de Estado.

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