Salvo cuando los dirigentes quedan perplejos ante fenómenos sociales que no pudieron anticipar, en la actividad política no existen las casualidades. Cada foto, gesto, ensayo discursivo y encuentro público o reservado lleva consigo una intencionalidad. Y las improvisaciones son contraindicadas por los ejércitos de asesores que se despliegan tanto en el oficialismo como en la oposición.
Por eso no debe atribuirse a un arranque espontáneo el hecho de que las fuerzas que enfrentan a Cambiemos hayan decidido pavimentar sus campañas hacia las elecciones legislativas con fuertes críticas al rumbo económico del Gobierno, no sólo desde un punto de vista ideológico sino también pragmático, porque denuncian la carencia de resultados auspiciosos del “Modelo M”.
Dos hechos que ocurrieron en la última semana grafican esta situación: por un lado, Massa y Stolbizer lanzaron una propuesta para eliminar el IVA a productos de la canasta alimentaria, con el objetivo de bajar los precios. Por otro lado, el kirchnerismo reunió a sus principales economistas -Kicillof, Feletti, Batakis- para bosquejar los temas que abordarán los candidatos del peronismo.
Una muestra ya viene ofreciendo Scioli -por ahora el único lanzado a recorridas proselitistas-, que ya no basa sus discursos en el “optimismo, la fe y la esperanza” sino que hace eje en los problemas que padecen las Pymes, los comerciantes y los trabajadores a raíz del estancamiento económico. “Ahora van por la segunda etapa del ajuste”, advirtió el ex gobernador días atrás en el Conurbano.
En el sector del PJ-FpV que sigue acatando la conducción de Cristina Kirchner -cuya candidatura en la Provincia está cada vez más en duda- hay un asunto que dificulta la estrategia económica de la campaña: la crisis de proporciones que atraviesa Santa Cruz, a cuya administración el Frente para la Victoria no puede presentar como un ejemplo virtuoso sin caer en una mentira evidente.
Arde Santa Cruz
Aun así, el diputado Máximo Kirchner aseguró a un grupo de intendentes del PJ bonaerense -con los cuales buscó estrechar filas para cerrarle el paso a Randazzo- que su madre envió a Santa Cruz 5.500 millones de pesos en 2015, su último año como Presidenta, mientras que la administración de Cambiemos sólo giró 800 millones en 2016. “Y eso que Peralta no nos quería nada”, ironizó.
Peralta fue el antecesor de Alicia Kirchner en la Gobernación santacruceña. Bajo su mandato, el FpV impuso la sanción de la Ley de Lemas que le permitió retener el poder provincial pese a que el candidato radical Eduardo Costa sacó más votos que la actual Gobernadora. Por eso ahora la Casa Rosada condiciona su ayuda a una reforma electoral, además de un plan de adecuación fiscal.
No es para menos, ya que Alicia Kirchner aumentó la cantidad de contratos respecto de los que había dejado Peralta, aun cuando no le alcanza el dinero para pagar los sueldos estatales. “Nosotros no dejamos que se incendiara ninguna provincia”, replican en el kirchnerismo para transferir la responsabilidad a la Casa Rosada. Igualmente, negocian las condiciones oficiales.
Por su parte, la administración del presidente Macri optó -por consejo del gurú Durán Barba y asentimiento de sus principales funcionarios- por llevar la contienda hacia el terreno político, donde se siente más cómodo para enfrentar al kirchnerismo, con el que busca polarizar el electorado. Así, intentará que el pasado siga teniendo más carga negativa que el presente.
Pero a esa estrategia le surgió un obstáculo impensado: la reaparición en la escena política -y por ende en los medios masivos- de Martín Lousteau, con conceptos tales como “la incentivación de la grieta atenta contra la llegada de inversiones”. La definición resulta toda una advertencia si se tiene en cuenta que la acuñó un economista que viene de ser embajador en Estados Unidos.
La tesis de Lousteau
En su estadía de quince meses en Washington al frente de la delegación diplomática argentina, Lousteau tuvo contacto directo con potenciales inversores y por ende puede darse por válida su opinión negativa sobre la estrategia oficial para polarizar, agrandando la grieta política y social que se abrió entre distintos sectores de la vida nacional en los últimos años de la “década ganada”.
Según la tesis de Lousteau, el Gobierno estaría atentando contra sí mismo, porque por un lado se embarcó en la búsqueda imperiosa de inversiones para dinamizar la economía y por otro prolonga -según varias interpretaciones- el conflicto político que provoca muchas dudas en el exterior, en lugar de clausurarlo y pasar a una nueva etapa. El próximo viaje de Cristina a Europa es parte del mismo engranaje.
Como es de esperarse, la ex presidenta llevará un mensaje hipercrítico de la gestión de Cambiemos al Viejo Continente, en un periplo que le servirá para mostrarse activa más allá de las complicaciones judiciales. La imagen que pretende dar Cristina Kirchner en el exterior es la de una líder en condiciones de regresar a la cúspide del poder en el próximo período presidencial.
De hecho, muy pocas personas, entre ellas una platense muy reconocida en la interna kirchnerista, saben que la ex presidenta no quiere ser candidata este año -ni en Buenos Aires, ni en Santa Cruz- sino que busca preservarse para las elecciones de 2019, cuando aspira a derrotar a Macri en un mano a mano. En la lógica K, se llegaría así al paroxismo de la “confrontación de dos modelos”.
Más allá de los grandes lineamientos ideológicos, el país no debe perder de vista que hay intereses permanentes que defender. Una pequeña muestra de ello es el prolongado reclamo para el ingreso de limones argentinos en el mercado estadounidense, que se mantiene más allá del sesgo del gobierno de turno. A tal punto, que formó parte de la agenda de Macri y Donad Trump.
De Occidente a Oriente
El trato respetuoso que brindó el presidente norteamericano al mandatario argentino fue la mejor noticia del periplo a Washington, sobre todo considerando que Trump tiene un temperamento que lo torna impredecible. Pero en términos diplomáticos y económicos, la visita a Estados Unidos puede considerarse como el cierre de una etapa de reapertura de las relaciones con el Occidente.
El propio Gobierno lo visualiza de esa manera. Tanto, que la próxima salida del país del presidente Macri será para viajar a China y Japón, las potencias del Oriente, durante el mes que comienza mañana. En lo que va de su mandato, la administración de Cambiemos pareció más cómoda en los foros internacionales que en la ríspida política doméstica, que no le da tregua dos días seguidos.
“No hay trabajo Macri”, le gritaron al Presidente ni bien bajó del avión, en una recorrida por el recuperado buque insignia de la campaña antártica Almirante Irizar. En la Casa Rosada enseguida identificaron a los manifestantes con el kirchnerismo. Con los gremios, en tanto, la tensión bajó luego del paro general y hasta empezaron a cerrarse paritarias muy cercanas a la pauta oficial.
La clave para destrabar estas negociaciones es la cláusula gatillo que se activa en caso de que la inflación supere la meta que el Banco Central fijó entre el 12% y el 17% para este año. El cierre de la Uocra y las cámaras de la construcción en un aumento salarial del 21% en dos tramos refleja también la incipiente recuperación de una actividad clave para el crecimiento de la economía.
Estas señales no son suficientes como para que la sociedad en su conjunto pueda darle un respiro a los bolsillos. Por eso la oposición está decidida a poner el dedo en la llaga que la economía le abre a Cambiemos, para la que cuenta con el impacto de las tarifas de electricidad en el ánimo colectivo. La fórmula del Gobierno para cerrar ese flanco es la polarización política.
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