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La muerte del fiscal Nisman, un enigma que atraviesa a la sociedad argentina

A casi un año de la muerte violenta del fiscal Alberto Nisman, la pregunta central sobre si fue un suicidio o un asesinato sigue sin respuesta, y prolonga el estado de sospecha que atraviesa a la sociedad desde el 18 de enero último

La investigación judicial no está cerrada pero decenas de constancias y peritajes médicos, criminalísticos y tecnológicos asentados en el expediente robustecen la hipótesis de que fue una muerte autoinfligida.
Antes de tener que ceder el control de la pesquisa a la jueza, la fiscal Viviana Fein se esperanzaba con que informes pedidos a servidores de Internet en los Estados Unidos por vía de la estación local del FBI permitieran reconstruir -e iluminar- los últimos tráficos del fiscal, esenciales para determinar si recibió presiones capaces de obligarlo a quitarse la vida.
Pero esa línea nunca fue aceptada por la ex mujer del fiscal de la causa AMIA, la jueza Sandra Arroyo Salgado, quien con la fuerza de su lugar en la justicia federal afirma, desde antes aun de los peritajes criminalísticos, que la muerte del padre de sus hijas fue un “magnicidio”.
En su última versión, aseguró sin dar aun demasiados detalles que fue un crimen sofisticado con participación de servicios de inteligencia extranjeros "con ayuda local'', ya que, según dice, está probado que no hubo negligencia sino “zona liberada” por los prefectos y los policías federales de la custodia.
En esa teoría no está claro qué lugar ocupan las declaraciones de uno de esos policías, quien aseguró que un día antes de aparecer muerto Nisman le pidió un arma para defensa, lo mismo que el informático Diego Lagomarsino, dueño de la pistola Bersa 22 hallada bajo su cuerpo y cuyas coartadas fueron verificadas.

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