“Toda lucha se gana asegurando la comida”, así resume el sentido de su trabajo Eugenio Kasalaba, productor, dirigente agrario y presidente de las Ferias Francas de la zona centro de Misiones. Bajo la promesa de no abandonar la chacra familiar, donó hectáreas para crear una de las primeras escuelas de la Familia Rural del departamento de Oberá y se propuso vivir para trabajar su tierra y producir sus propios alimentos.
Como éste hay muchos casos de productores que este año finalmente son reconocidos por la Organización de las Naciones Unidas con el “Año Internacional de la Agricultura Familiar”, en un intento de visibilizar al sector y fortalecer otro tipo de agricultura, caracterizada como “diversa, sustentable y justa”.
En la Argentina, se estima que entre el 70 y el 80% de las explotaciones agropecuarias se encuentran en manos de agricultores familiares que aportan el 53% del empleo total en el sector agropecuario y es uno de los principales proveedores de alimentos frescos para las economías regionales.
“En los 90, quisimos no depender de las leyes del mercado y empezamos a trabajar con grupos de productores que generaban excedentes, lo que nos permitió comenzar a hablar de la construcción y participación en las ferias francas”, señaló Kasalaba.
Como “célula originaria” de la feria, las organizaciones de productores canalizaron su producción en esos espacios con el objetivo de convertirse en mercados de cercanía para abastecer de alimentos frescos a pequeñas y medianas poblaciones. Como “vidriera”, las ferias francas acercan al productor con los consumidores y comienzan a delinearse relaciones comerciales fidedignas que, con el paso del tiempo, trascienden esos espacios y necesitan de otras modalidades e instrumentos de política pública para abastecer al consumidor.
En este sentido, para Andrea Maggio, directora del Centro de Investigación y Desarrollo para la Pequeña Agricultura Familiar del INTA (CIPAF), las ferias francas y los mercados solidarios nacieron como una “alternativa de diversificación y comercialización de las producciones familiares sin intermediación, que tiene que ver más que nada con el mercado local, con el arraigo de la familia, con la calidad diferenciada y con una alimentación más saludable”.
El modelo de ferias itinerantes y francas comenzó a desarrollarse en el país durante la década de los noventa, como respuesta a la crisis económica, y se intensificó durante la última década, como una forma de acompañar a la reactivación del consumo y a otra ruralidad que tuvo a los agricultores familiares como protagonistas.
En el Área Metropolitana de Buenos Aires hay más de 30 ferias que completan el centenar en toda la provincia. En el caso de Misiones, hay 55 nucleadas en la Asociación provincial de Ferias Francas en la que trabajan alrededor de 90 mil personas. Allí, no se configura sólo un lugar de encuentro para la comercialización sino que funciona como espacio de socialización entre productores y consumidores que responde al carácter social y de fomento de la feria.
Al respecto, la directora del CIPAF las describió como “el primer eslabón donde toman fuerza otras necesidades de las familias productoras como la educación de sus hijos y las mejoras en los barrios, entre otras, ya que no hay experiencia de comercialización y venta posible sin una célula primaria de organización”.
El desarrollo de este tipo de organización productiva posibilitó que en provincias como Misiones, donde el 80% de los alimentos que consumían eran elaborados en otras zonas del país, hoy se revierta esa relación y ese porcentaje sea provisto por la agricultura familiar provincial. Kasalaba señaló que “Misiones nunca fue pensada como provincia productora de alimentos sino que, por el contrario, siempre fue reconocida por abastecer de materia prima como es el caso del té, la yerba y el tabaco”.
Al respecto, un estudio del INTA relevó que en 144 ferias y mercados solidarios de todo el país, el 80 por ciento son acompañadas por equipos técnicos de la institución.
Un trabajo organizado, miles de beneficios
La Agricultura Familiar (AF) involucra a productores de yerba, té, ganado, aves, mandioca, hortalizas frescas y pesadas, maderas, entre otras tantas producciones que “no se canalizan a través de las ferias sino que, por el momento, lo hacen en mercados de concentración donde pierden la identidad de origen en la AF”, aseguró Maggio.
Sin embargo, la directora estimó que esas otras formas de comercializar logran incluir a esos agricultores familiares y rescata las modalidades de organización de los consumidores que, cada vez en mayor medida, buscan vínculos directos con los productores.
Así, los espacios reconocidos como de “comercialización inicial” derivan en “ventas directas para una clientela propia, local y fidelizada con estos feriantes porque reconocen que sus productos son ricos, saludables y de estación”, señaló.
La ciudad misionera de Posadas cuenta con más de ocho ferias francas permanentes que reciben en cada edición a puesteros de distintas localidades de la provincia que buscan comercializar en forma directa su producción. Según el director general de Producción y Ferias Francas del municipio de esa ciudad, Facundo Galeano, se trata de una instancia que “permite al productor abaratar sus costos, ya que actúa sin intermediarios y, por otra parte, ofrece al público sus productos que provienen de un proceso de cultivo orgánico, no industrial, y que genera alimentos sin el uso de agrotóxicos”.
A raíz de este tipo de producción, se presentan más alternativas de comercialización que garantizan productos frescos, saludables y sustentables. Para ello, se creó una herramienta denominada “certificación participativa” que es de carácter solidario y cuyos integrantes actúan como garantía mutua.
En Bella Vista, Corrientes, las 20 familias de productores hortícolo-ganaderos que conforman la cooperativa “Tres Colonias”, lograron certificar su producción y comercializarla bajo el sello de garantía “Red Eco Agro”. Para Maggio, este proceso es “un control mutuo que se rige por un protocolo en el que participan los técnicos del INTA y otros organismos que pautan un proceso que queda reglamentado como garantía solidaria y mutua por la propia organización para validarlo, luego, con el consumidor”.
La herramienta “certificación participativa” es de carácter solidario y cuyos integrantes actúan como garantía mutua.
AGRICULTURA FAMILIAR
Crecen los espacios de comercialización
La huerta aporta una parte importante de los alimentos que se consumen en el mundo. Frente a la escasez de canales directos de venta, las ferias generan oportunidades sociales y laborales para el sector.
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