Inquietudes, dudas y temores surgen entre los productores agrícolas a la hora de encarar la siembra de maíz. En el contexto del achaparramiento, el monitoreo de la chicharrita es una herramienta complementaria para guiar las decisiones de manejo en la región maicera. Por esto, y gracias a la conformación de una red de entomólogos y extensionistas dedicada a registrar -en sitios de monitoreo georreferenciados- el número de individuos que se encuentran en los lotes, y en base al análisis de condiciones ambientales típicas de diferentes zonas, especialistas del INTA analizan la tendencia de cambio de la densidad poblacional de la chicharrita y brindan recomendaciones sobre la siembra para la próxima campaña. Se trata de una propuesta de ventanas de fechas de siembra con base en un esquema de cuatro grandes zonas en todo el país.
“A más de un mes de la implementación del Sistema de monitoreo otoño-invernal en la región maicera, los datos actuales muestran una marcada disminución en la abundancia de chicharritas”, subrayó Eduardo Trumper –coordinador del Programa Nacional de Protección Vegetal del INTA– y agregó: “Este descenso se atribuye a la ausencia de maíz guacho y a las frecuentes e intensas heladas, fenómeno que se intensifica hacia el sur”.
En relación con las recomendaciones, Trumper explicó que –para el análisis– se dividió a la zona maicera en cuatro grandes regiones y, a partir de eso, la Mesa Técnica Nacional del INTA elaboró una propuesta de fechas de siembra para la próxima campaña. “El documento propone una estrategia basada en el vacío sanitario, que consiste en monitorear plantas voluntarias de maíz, controlarlas cuando ya no hay perspectivas de heladas y su permanencia compromete el vacío sanitario, y ajustar la fecha de siembra del cultivo”, indicó Trumper.
En la zona núcleo, “la necesidad local de grano de maíz cosechado temprano, o de silo, limita el vacío sanitario completo, por lo que se sugiere concentrar las siembras tempranas en septiembre para equilibrar el riesgo y la demanda, con una atención especial a la siembra escalonada, ya que demorarse a octubre expondría el cultivo a mayor presión del insecto y favorecería también su crecimiento poblacional”, indicó Trumper.
En el esquema, los límites geográficos para las recomendaciones propuestas, especialmente los lindantes con la zona núcleo, en el centro de la región productora, se pueden desplazar. “Aunque –según Trumper– no se ha definido qué constituye una alta o baja densidad de la población invernante, se recomienda poner el foco en los datos regionales proporcionados por las redes de monitoreo y las interpretaciones correspondientes por parte de especialistas”.
No existen puntos de referencia específicos, como umbrales económicos o de acción, para contrastar los niveles de abundancia. “El monitoreo no busca definir si se debe aplicar una medida de control, sino verificar en qué medida la población de chicharritas disminuye en invierno, en concordancia con la hipótesis de que la baja temperatura y la ausencia de alimento, como el maíz guacho, afectan su supervivencia y por consiguiente su abundancia”, expresó el especialista del INTA y agregó que “el seguimiento continuo es crucial para confirmar la disminución de la población de chicharritas y para ajustar las estrategias de manejo en función de su evolución en diferentes regiones”.
Según el monitoreo realizado por el equipo del INTA con los datos actualizados al 28 de agosto, la densidad relativa de la población de chicharrita fue extremadamente baja o nula en todos los sitios monitoreados en el extremo sur de la región maicera. Hilario Ascasubi, Bordenave y Balcarce, en el sur de la provincia de Buenos Aires, mostraron desde principios de junio en adelante valores nulos o muy bajos.
De acuerdo con Trumper, “esas ventanas permiten adaptar la siembra a distinta oferta ambiental en secano, al comienzo en los mejores ambientes de recarga hídrica, dejando para el final aquellos con las condiciones menos favorables y cultivos de segunda”, a lo que agregó: “Aunque muchos de los productores que riegan usan al maíz como segundo cultivo y la ventana de siembra es compatible con esos planteos, sería conveniente acordar en la región que, bajo riego, no se realicen siembras tempranas”.
En otoño hubo buena recarga de los perfiles hacia el este y, si bien hoy las lluvias son necesarias, las siembras tempranas podrían lograr buenos rendimientos y estar, a la vez, expuestas a una mínima presión de achaparramiento”, sugirió el especialista. En esta línea, Trumper aclaró que “antes de la implementación del sistema de monitoreo otoño-invernal, solo se podía esperar que se cumpliera la acción de las bajas temperaturas y especialmente la ausencia de alimento, el maíz guacho. Hoy, ya se dispone de datos concretos que lo confirman”.
SELLO DE BIENESTAR ANIMAL DE LA FAUBA
Desarrollo para producir carne y leche
La Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) asiste y acompaña a ganaderos a implementar normas de bienestar animal que permitan obtener la certificación de sus establecimientos. Al lograrlo reciben el Sello de Bienestar Animal FAUBA.
Para facilitar la certificación del bienestar animal en la producción bovina de leche y carne y en plantas de faena, la cátedra de Producción Lechera desarrolló el Sello de Bienestar Animal FAUBA. Según afirmó Jesica Iorio, docente de la cátedra de Producción Lechera de la FAUBA, "es un protocolo estandarizado que explicita y mantiene actualizados los requerimientos de las vacas en cuanto a alimento y agua, ambiente, sanidad y manejo".
Iorio explicó que desde la FAUBA se cumple un rol clave: asistir técnicamente a los productores para que implementen el protocolo en sus establecimientos productivos. De esta manera, evalúan el establecimiento, recorren las instalaciones, registran, analizan y monitorean distintos parámetros y al final se les entrega un informe con los problemas observados.
"Por ejemplo, en cuanto a la alimentación y al agua, el principio a seguir es que todos los animales deben ser libres de pasar hambre, sed y desnutrición en todas las etapas de su vida. Y en cuanto al ambiente, tienen que estar libres de molestias físicas y térmicas. Cada principio involucra numerosos requisitos a cumplir", especificó Jesica.
Una vez realizadas las mejoras, la Facultad emite un informe destinado a la certificadora, que lleva adelante el seguimiento, el control y la posterior certificación. "Al terminar todo el proceso, los productores reciben una constancia de cumplimiento del protocolo de producción con los sellos de la FAUBA y de la entidad certificadora".
Además, Iorio resaltó que todos los años la Facultad audita a la empresa certificadora para corroborar que los establecimientos que utilizan el Sello de Bienestar Animal se encuentran bajo seguimiento y cumpliendo efectivamente el protocolo.
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