MALEZAS RESISTENTES
El glifosato tendría los días contados
La Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires señala por qué las plagas generan resistencia y explica cuáles son los modos equivocados de aplicaciones de herbicidas que las potencian cada vez más.
El glifosato, desde su creación en Estados Unidos en la década del setenta, se posicionó como una de las herramientas más efectivas para el control de las malezas en los cultivos. Sin embargo, en los últimos 25 años, tanto en la Argentina como en otros países se viene reportando un número creciente de casos de resistencias a herbicidas.
En ocasiones, los productores responden aumentando las dosis, lo cual potencia el problema. En medio de este círculo vicioso resulta evidente la necesidad de implementar manejos sustentables y racionales. ¿Llegará a su fin el reinado del glifosato?
Esta pregunta se la hace un artículo difundido por el sitio de divulgación científica "Sobre la Tierra" de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires (Fauba) que intenta responder por qué las malezas generan estas resistencias y cuáles son los métodos de acción de los productores que, en lugar de combatirlas, colaboran en su extensión.
Para ello, citan a Martín Vila Aiub, docente de la cátedra de Ecología, quien viene investigando desde hace años las distintas maneras que tienen las plantas para defenderse del glifosato.
"Las malezas son plantas no deseadas que reducen el rendimiento de los cultivos; por eso debemos controlarlas. Durante casi 25 años, el glifosato fue un herbicida eficaz en todo el mundo dado que es barato, que controla un abanico amplio de especies y que su impacto negativo sobre el ambiente es bajo. Pero hoy, esa eficacia disminuyó con la aparición de malezas resistentes", puntualiza Vila.
Para este experto, el problema se remonta a 1996, cuando comenzó Argentina aprobó el uso de la soja RR, resistente al glifosato. El problema es que año tras año, la aplicación constante de cantidades muy altas de glifosato no hizo más que seleccionar a las malezas más resistentes.
Transformación
¿Qué sucedió para que el glifosato pasara de ser una herramienta altamente eficaz a generador de resistencia en malezas? "Las plantas son naturalmente susceptibles a los herbicidas ya que no poseen defensas específicas. Lo que sucede es que algunas sufrieron ciertas mutaciones en el ADN, que determinaron que el glifosato pierda su efectividad al ingresar a la planta. Además de conferirle a las malezas la capacidad de resistir al herbicida, esos cambios genéticos se transmitieron de una generación a otra", contesta Vila.
La manera en que las malezas se defienden del glifosato son tres:
Almacenaje “seguro” en las hojas: el glifosato es muy móvil dentro de la planta: en menos de un día puede llegar desde las hojas hasta las raíces. El origen de este mecanismo de defensa está en una mutación que provoca que cuando el herbicida ingresa a las hojas, queda "almacenado" en una parte de las células donde no puede ejercer su acción. Este mecanismo es el más frecuente en las plantas resistentes, como el sorgo de alepo.
Efecto esponja: en toda planta susceptible, el glifosato ingresa a las células, reconoce una proteína clave para el crecimiento, la inhibe y el organismo muere. En las malezas resistentes, una mutación estimula la producción de grandes cantidades de esa proteína. El efecto letal del herbicida termina diluyéndose dado que no alcanza a neutralizar semejante exceso.
Llave-cerradura: por efecto de otra mutación, esa misma proteína promotora del crecimiento cambia de forma. Figurativamente, si la proteína fuera una cerradura y el glifosato la llave, al modificarse la cerradura, la llave pierde su capacidad de acción. Así, la planta se torna resistente y continúa funcionando.
Errores productivos
A la hora de enumerar los errores que cometen los productores y que potencian este problema, Vila menciona: "Algo que vemos habitualmente a campo es que los productores están aumentando las dosis de glifosato para combatir a las malezas resistentes. Lamentablemente, de esta manera sólo magnifican el problema: la resistencia se manifiesta con más fuerza".
Según el investigador, otro fenómeno que ocurre a escala mundial es que los productores bajan las dosis de glifosato para reducir sus costos. El supuesto es que aun aplicando dosis subóptimas, el control de malezas sigue siendo aceptable y no se genera resistencia. Sin embargo, para ciertas especies y determinados herbicidas ya se han documentado casos de resistencia por empleo de subdosis.
"En esas situaciones no hay opción, la resistencia aparece por ambos lados. Por eso, siempre se debe respetar la dosis que recomienda el fabricante del herbicida. Y si sabemos que con esa dosis generaremos resistencia, entonces lo que hay que hacer es usarlo de forma racional: lo menos frecuentemente posible. Así prolongaremos la vida útil del herbicida y disminuiremos la probabilidad de tener resistencia", recomienda Vila.
En ese marco, sostiene que hay que comenzar a evaluar herramientas alternativas de control más allá de las químicas. "Tarde o temprano, la vida útil de cualquier herbicida, incluyendo obviamente al glifosato, llegará a su fin por la generación de resistencia", destaca.
En ocasiones, los productores responden aumentando las dosis, lo cual potencia el problema. En medio de este círculo vicioso resulta evidente la necesidad de implementar manejos sustentables y racionales. ¿Llegará a su fin el reinado del glifosato?
Esta pregunta se la hace un artículo difundido por el sitio de divulgación científica "Sobre la Tierra" de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires (Fauba) que intenta responder por qué las malezas generan estas resistencias y cuáles son los métodos de acción de los productores que, en lugar de combatirlas, colaboran en su extensión.
Para ello, citan a Martín Vila Aiub, docente de la cátedra de Ecología, quien viene investigando desde hace años las distintas maneras que tienen las plantas para defenderse del glifosato.
"Las malezas son plantas no deseadas que reducen el rendimiento de los cultivos; por eso debemos controlarlas. Durante casi 25 años, el glifosato fue un herbicida eficaz en todo el mundo dado que es barato, que controla un abanico amplio de especies y que su impacto negativo sobre el ambiente es bajo. Pero hoy, esa eficacia disminuyó con la aparición de malezas resistentes", puntualiza Vila.
Para este experto, el problema se remonta a 1996, cuando comenzó Argentina aprobó el uso de la soja RR, resistente al glifosato. El problema es que año tras año, la aplicación constante de cantidades muy altas de glifosato no hizo más que seleccionar a las malezas más resistentes.
Transformación
¿Qué sucedió para que el glifosato pasara de ser una herramienta altamente eficaz a generador de resistencia en malezas? "Las plantas son naturalmente susceptibles a los herbicidas ya que no poseen defensas específicas. Lo que sucede es que algunas sufrieron ciertas mutaciones en el ADN, que determinaron que el glifosato pierda su efectividad al ingresar a la planta. Además de conferirle a las malezas la capacidad de resistir al herbicida, esos cambios genéticos se transmitieron de una generación a otra", contesta Vila.
La manera en que las malezas se defienden del glifosato son tres:
Almacenaje “seguro” en las hojas: el glifosato es muy móvil dentro de la planta: en menos de un día puede llegar desde las hojas hasta las raíces. El origen de este mecanismo de defensa está en una mutación que provoca que cuando el herbicida ingresa a las hojas, queda "almacenado" en una parte de las células donde no puede ejercer su acción. Este mecanismo es el más frecuente en las plantas resistentes, como el sorgo de alepo.
Efecto esponja: en toda planta susceptible, el glifosato ingresa a las células, reconoce una proteína clave para el crecimiento, la inhibe y el organismo muere. En las malezas resistentes, una mutación estimula la producción de grandes cantidades de esa proteína. El efecto letal del herbicida termina diluyéndose dado que no alcanza a neutralizar semejante exceso.
Llave-cerradura: por efecto de otra mutación, esa misma proteína promotora del crecimiento cambia de forma. Figurativamente, si la proteína fuera una cerradura y el glifosato la llave, al modificarse la cerradura, la llave pierde su capacidad de acción. Así, la planta se torna resistente y continúa funcionando.
Errores productivos
A la hora de enumerar los errores que cometen los productores y que potencian este problema, Vila menciona: "Algo que vemos habitualmente a campo es que los productores están aumentando las dosis de glifosato para combatir a las malezas resistentes. Lamentablemente, de esta manera sólo magnifican el problema: la resistencia se manifiesta con más fuerza".
Según el investigador, otro fenómeno que ocurre a escala mundial es que los productores bajan las dosis de glifosato para reducir sus costos. El supuesto es que aun aplicando dosis subóptimas, el control de malezas sigue siendo aceptable y no se genera resistencia. Sin embargo, para ciertas especies y determinados herbicidas ya se han documentado casos de resistencia por empleo de subdosis.
"En esas situaciones no hay opción, la resistencia aparece por ambos lados. Por eso, siempre se debe respetar la dosis que recomienda el fabricante del herbicida. Y si sabemos que con esa dosis generaremos resistencia, entonces lo que hay que hacer es usarlo de forma racional: lo menos frecuentemente posible. Así prolongaremos la vida útil del herbicida y disminuiremos la probabilidad de tener resistencia", recomienda Vila.
En ese marco, sostiene que hay que comenzar a evaluar herramientas alternativas de control más allá de las químicas. "Tarde o temprano, la vida útil de cualquier herbicida, incluyendo obviamente al glifosato, llegará a su fin por la generación de resistencia", destaca.