Hace diez años, un diagnóstico inesperado obligó a Nicolás Rodríguez Esturo, un prometedor tenista de Junín, a colgar la raqueta y despedirse de los circuitos profesionales.
Lo que parecía el final de su carrera se transformó en el inicio de una lucha silenciosa por recuperar su salud y su vida.
Hoy, una década después, el juninense sorprende al mundo del deporte con su regreso a las canchas, acompañado por el apoyo incondicional de sus allegados y familiares, que nunca lo dejaron de alentar.
Su historia no solo es un testimonio de resiliencia, sino un ejemplo de cómo la pasión puede transformar incluso los momentos más difíciles.
“Yo me alejé del tenis no por decisión propia sino que por una cuestión de salud en uno de mis mejores momentos, en los que estaba con puntos ATP, ganando muchos torneos profesionales, haciendo una pretemporada para irme a Europa, y me iba a jugar a Francia, a Toulouse”, recordó en diálogo con Democracia.
“En ese entonces empecé con unos síntomas muy raros, empecé a dejar de ver de un ojo, a sentir electricidad en el cuerpo, en la espalda y a dejar de ver la pelota, no podía jugar más realmente”, explicó.
“Después de hacerme un montón de estudios me diagnosticaron esclerosis múltiple. Así que bueno, a raíz de eso y ya imposibilitado para jugar, más que nada por la visión, no me quedó otra que dejarme, tuve que colgar la raqueta por una cuestión de fuerza mayor”, expresó.
Esa fue la razón por la que dejó de jugar al tenis, y “en uno de mis mejores momentos en la realidad, lamentablemente. Obviamente que eso conllevó a tratamientos y fue un duelo muy fuerte, pero pasó, y seguimos para adelante”, afirmó.
“Obviamente, estuve muchísimo tiempo sin volver a agarrar una raqueta y al poco tiempo decidimos con mi pareja cambiar de vida. Yo trato de darle un enfoque a la enfermedad como que viene a avisar algo, entonces realmente sentí que tenía que cambiar un poco de vida. No le echo la culpa al tenis, sino como yo me lo tomaba quizás”, indicó.
Ahí tomaron la decisión de irse a vivir a la costa, y se alejó del deporte, del alto rendimiento. “Opté por una vida más relajada, sana en cuanto a la alimentación, súper sana. Dejé de medicarme por decisión propia, no me hacía bien la medicación, tenía otros efectos colaterales, así que dejé de medicarme y opté por tener una vida sana y sin estrés. Y eso me llevó a buen camino”, agregó.
Después de muchos años, “volví a hacerme una resonancia sin saber con qué me iba a encontrar y me encontré con que ya no había más enfermedad, que es muy loco porque es algo que no tiene cura, es como que lo podés mantener o empeora. Se dio que se revirtió la situación, así que a raíz de eso también dije de volver a jugar con lo que conlleva”, exclamó.
Según dijo, “es un encuentro de emociones impresionantes, pero es una deuda pendiente que yo tenía, retirarme del tenis por decisión propia. Así fue que este año, ya con 36 años, dije ‘vuelvo a entrenar, vuelvo a jugar, vuelvo a competir profesionalmente’”.
“De repente me encontré pasando las clasificaciones, haciendo cuartos de final, no gané ningún torneo este año, pero me fue bien, quedé casi entre los 100 mejores del país”, destacó.
Y continuó: “Así que a los 36 años y después de todas las que pasé, soy sincero, más que agradecido, solo agradecimiento”.
“Ahora de cara al año que viene, la idea es hacer una pretemporada y seguir, seguir jugando, pero con otro enfoque, con la idea de disfrutar, de pasarla bien, desde ese enfoque, sin presiones”, subrayó.
Ya después de todos los procesos que pasé, después de las experiencias que pasé, de hacer una evolución interna, de introspección, después de eso, veo al deporte y veo la cancha ya de otra manera también”, reconoció.
“Ojalá la hubiese visto como ahora, a los 20, 24 años, pero la vida es así, me tocó esto y ya a los 36 le metemos nomás, pero para disfrutar, solo para eso, desde otro enfoque, sin presiones, que eso fue lo que me llevó a enfermarme realmente”, concluyó.
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