Corría el año 2001 y un joven tenista suizo de solo 19 años llamado Roger Federer era el jugador más joven en el top 100 del ranking ATP. Nadie dudaba de su talento, pero en aquella época se destacaba por sus enojos y comportamientos desmedidos en cada partido.
Federer ya había ganado su primer título ATP en Milán y venía de terminar el año 2000 entre los mejores 30 del mundo, aunque no lograba dar el gran paso para meterse en la pelea grande. Pero hubo un partido que marcó un antes y un después, y fue justamente contra el argentino Franco Squillari.
En la ronda de 64 del ATP de Hamburgo, Federer se tenía que medir contra Squillari, que con 25 años ya había ganado tres torneos (todos ellos en tierras alemanas) y había estado muy cerca de ingresar al top 10.
Pese a que en la previa pintaba para ser un partido parejo, Squillari se quedó con un cómodo triunfo por 6-3 y 6-4 contra Federer. Pero eso tal vez no fue lo más relevante del partido: a lo largo del encuentro, Su Majestad maldijo una y otra vez, y rompió su raqueta contra la silla del umpire tras el saludo post derrota. "Me comporté fatal y lloré porque había jugado muy mal y todo era horrible", confesó luego.
Ese momento fue clave en la carrera del suizo, ya que a partir de aquel partido decidió realizar un cambio rotundo en su actitud: "No se puede actuar así. Si juego así durante los próximos 10 años no podré soportarlo. Fue entonces cuando decidí permanecer tranquilo, calmado y concentrado", indicó.
¿Cómo le fue a Federer tras el cambio de actitud?
El cambio en su actitud tuvo un efecto casi inmediato: en Roland Garros pudo meterse por primera vez en los cuartos de final de un torneo de Grand Slam y en Wimbledon volvió a estar entre los ocho mejores. Además, en la Catedral del Tenis tuvo su primer encuentro con la historia grande del tenis cuando derrotó a Pete Sampras (venía de ganar las últimas cuatro ediciones del torneo y siete de las últimas ocho) en la cuarta ronda.
A partir de allí, su ascenso nunca paró. Finalizó el año en la 13° colocación en el ranking y a mediados de 2003 obtuvo el primero de sus 20 títulos de Grand Slam, en Wimbledon. Además, a principios de 2004 alcanzó por primera vez el número 1 del mundo.
Esta modificación en su forma de actuar dentro (y fuera) de la cancha le permitió convertirse en un sinónimo de elegancia en el mundo del deporte y un ejemplo para los jóvenes fanáticos del tenis.
Su comportamiento llegó a tal nivel que en 2009, cuando rompió una raqueta después de varios años, en un partido correspondiente al Masters de Miami, la imagen recorrió el mundo entero.
Pero esta situación terminaría siendo totalmente excepcional para Federer, ya que a partir de aquel partido contra Franco Squillari en 2001, tomó la decisión que, quizá, hizo que termine convirtiéndose en la leyenda que es actualmente.
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