Una potencial definición de lo que ha sido y es la trayectoria de Carlos Tayaldi podría sintetizarse en la siguiente oración: “Un ejemplo que testifica la importancia del deporte en la vida de las personas”. Con sus primeras experiencias barriales, sumado al paso por distintas instituciones y disciplinas, encontró en el ámbito deportivo un lugar a partir del cual y por el que trabajar.
En diálogo con Democracia, Tayaldi repasó su infancia en Villa Talleres; resaltó el lugar ocupado por los clubes San Martín, Ambos Mundos y Los Miuras; recordó su paso por la ciudad de Buenos Aires cuando intentó formarse en periodismo deportivo; y destacó el lugar ocupado por el deporte como espacio de formación en la vida de cualquier persona.
Recorrido
“Nací en Ferré y, a los dos años, la familia se vino a Junín. Vivimos en el barrio de Villa Talleres. Mi papá comerciante y mi mamá ama de casa. Éramos una banda de ocho o diez amigos que iban al campito Sánchez, al campito República y jugábamos en la vereda. Muchas anécdotas en ese barrio”, introdujo acerca de su infancia. Y siguió: “Cada vez que paso se me emocionan los ojos. Jugábamos contra el barrio de República, que tenían un baldío ahí donde ahora hay una estación de servicio. Yo era el arquero del equipo”.
Sin embargo, al terminar el colegio secundario en el Nacional, Tayaldi tuvo que incursionar en una experiencia que recuerdan los mayores de cincuenta años: la colimba. Al respecto, recordó: “La notificación fue el peor día de mi vida. Me entregaron un documento que decía ´apto´ y me quería morir. Fui en bicicleta al cuartel. Lo más difícil fueron los primeros 60 días; después fue llevadero. Íbamos a las 5 de la mañana y volvíamos a la tarde”.
“Yo ya jugaba al rugby y el capitán me puso como ayudante. Un día le escondieron el auto, que era un Fiat 600, en el casino de oficiales y lo buscamos por todo el cuartel. Terminamos volviendo a las 12 de la noche a nuestras casas producto de esa broma”, narró y consideró: “Me dejó una linda experiencia porque aprendés a estar solo y a cuidarte. Se formó un buen grupo y la pasamos bien”.
Luego de haber finalizado la colimba, Tayaldi siguió con su interés en el deporte y se dirigió a Buenos Aires para estudiar periodismo deportivo. “Fue la época de Alfonsín en la hiperinflación. Trabajé como mantero y vendía aritos y sahumerios en Santa Fe y Montevideo. Ha pasado que venía la policía y tenías que sacar el tablón con el caballete. Fue una linda experiencia, pero lástima que no pude desarrollar el estudio”, contextualizó.
Antes que se cumplieran los dos años de su partida y por distintas circunstancias que coincidieron en un momento determinado, decidió volver a nuestra ciudad.
Respecto a aquel suceso contó: “Entré a trabajar en la mueblería y me hice cargo del negocio. Con el tiempo lo cerramos porque, a través de mi cuñado, conseguí un trabajo como viajante. Hoy viajo en una zona grande para visitar casi toda la provincia de Buenos Aires y La Pampa. Voy a dos o tres lugares distintos a vender y cobrar”.
Deporte como formación
Una premisa en la vida de Tayaldi es su afinidad por los deportes en general, pasión que desarrolló desde que era un niño. De hecho, así mismo lo reconoció: “Me gusta mucho y me defiendo en casi todos. Empecé con básquet en el club San Martín y jugué al fútbol en Ambos Mundos. Empecé a competir en Octava, viví años fantásticos y siento que le debo algo al club por la gente que tiene y los valores”.
“Uno de los mejores maestros que tuve fue Edgar Aramburu, quien te marcaba límites y enseñaba. Después, cuando estaba por jugar en Primera, varios amigos del secundario me invitaron a jugar al rugby”, afirmó.
Siguiendo con los recuerdos en el Tricolor rememoró: “Tenía varias locuras como arquero. Tenía cosas de Gatti o el Mono Burgos. Una vez jugando con Sarmiento la gente me tiraba cubitos, tapé una pelota y me di vuelta para gritarle a la gente, la pelota no había salido y casi me hacen el gol”.
Respecto a la génesis de su vínculo con el rugby explicó: “Un domingo estaba comiendo tallarines con mi mamá y a mis amigos les faltaba un jugador para un partido. Me llevaron a jugar a Bragado y, desde ese día, no paré más. Me fui entusiasmando y adaptando al club, lo aprendí a querer y no paré hasta ser presidente”.
“Me ubicaron como forward y empecé. Alguna noción tenía porque nos había entrenado Tudisco”, añadió y valoró: “Ambas instituciones fueron escuelas de vida que me enseñaron todo: compromiso, sacrificio, humildad y compañerismo. Todo eso transmitido por los más grandes”.
En tal sentido, profundizó: “Siempre digo que hay que estar agradecido a lo que da un club y siempre voy a estar en deuda con Los Miuras y Ambos Mundos porque me hicieron pasar los momentos más felices de mi vida”.
Gestión deportiva
Para poder acercarse a entender la vida de Tayaldi es fundamental prestar atención a los procesos y la importancia de la gestión deportiva. En lo que hace a su relación con la materia resaltó: “Hice algún curso de gestión deportiva, pero lo que más te enseña es la calle y el diálogo con la gente grande. Se aprende de copiar a los más grandes que han hecho mucho para que no nos falte nada. Por ejemplo, antes no había pelotas o luz y se logró un lugar para entrenar y tener los materiales”.
“Uno va viendo a medida que se va interiorizando. Desde el 2001, hemos crecido muchísimo no solo en cantidad de gente sino en infraestructura que es fundamental al momento de pensar en lo que viene”, describió y valoró: “Tenemos muchas familias dentro del club que apoyan y colaboran. Hemos ganado espacio de a poquito. No es tan fácil como puede pasar en fútbol o básquet, pero estamos tratando de seguir creciendo. Es un club con mucho futuro”. Además de su faceta dirigencial, Tayaldi, actualmente, también se desarrolla como entrenador de jóvenes con edades entre 13 y 17 años. “Me gusta entrar y transmitir un poco lo que fue el deporte para uno. El rugby no era un deporte tan conocido y, en los últimos años, se hizo más popular con la televisación. Para mí todos los deportes son iguales y transmiten valores”.
Siguiendo con su análisis, abordó un hecho de la actualidad como es la potencial irrupción de las sociedades anónimas en el deporte argentino y opinó: “El rugby aún es amateur. Con el tiempo se irá haciendo algo mixto, que no está mal, porque los clubes necesitan hoy mantenerse y no podés vivir haciendo pizza y empanadas”.
“Estoy en contra del juego de apuestas y tendríamos que enojarnos más con ese tipo de cosas. La apuesta daña a la idiosincrasia del deporte”, tomó posición sobre otro tópico que atraviesa al presente de cientos de jóvenes.
Para cerrar con su mirada sobre la gestión deportiva reflexionó: “Obvio que se hace el duelo de la derrota, pero ya está, siempre hay revancha y al otro día hay que ir a entrenar para lo que se viene. Soy de retomar al DT Marcelo Gallardo con esa idea de que hay que creer y ser positivo”.
Cierre
Las distintas aristas que giran en torno al deporte desembocan en un mismo caudal: es importan que los jóvenes se acerquen a las distintas opciones deportivas. Al respecto, manifestó: “Hay que inculcarlo: los chicos tienen que hacer deporte porque les saca horas de calle que, vale aclarar, no es la misma calle que viví yo y por eso hay que acompañarlos”.
“No es dejarlo en el club a las cuatro y volver a buscarlo a las ocho, sino, acompañarlo e ir a verlo jugar. Fundamentalmente para los padres una cosa a mejorar es ir en silencio, no agredir al rival o al que sea, apoyándolo. En el deporte se pierde más de lo que se gana, pero siempre es importante el apoyo de la familia”, expuso.
De tal forma, tomó el caso de Los Miuras y dijo que “la idea es seguir creciendo. Hemos arreglado vestuarios y necesitamos un poco más de tierra, ya que, sueño es tener un colegio en la zona. Estamos en un lindo barrio y lo próximo sería terminar de adquirir los lotes que tenemos más en frente y hacer algo ahí. Ojalá tengamos otra cancha de hockey y de rugby. Lo que tenemos es que somos muy emprendedores, por lo que, nos trazamos una cosa y lo logramos. Que sea un club de todos”.
Finalmente concluyó: “Me llena de alegría ver jugar a mis hijas en el club y me parece sensacional. Comenzaron con hockey y las acompañé adonde fueran siempre con la idea de inculcarles que practiquen deporte. Actualmente están en Buenos Aires y sé que crearon un club de fútbol llamado ´Miurens´ y ojalá todos los padres pudieran vivirlo”.
En el presente, Tayaldi disfruta del afecto de sus hijas a la distancia y se encuentra en plena actividad tanto como viajante como en su carácter de presidente de Los Miuras con decenas de desafíos y metas por cumplir para el 2025.
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