Nací en Junín, en el barrio San Francisco de Asis. Una barriada con calle de tierra donde se jugaba siempre a la pelota. Había un montón de potreros, pero yo nunca supe jugar a la pelota. Andaba siempre en bicicleta. Un abuelo mío era Ciclista y ese fue mi ejemplo a seguir.
Fui muchos años a la Escuela número 1 y terminé en la Escuela número 7.
Estábamos con mi mamá, solitos, y cuando podía agarraba la bicicleta, porque trabajé siempre, desde los 15-16 años. Entrenaba, corría algunas carreras amateur que hoy se llaman debutante. Entrenaba quince días y corría uno a dos meses.
Siempre con intermitencias porque agarraba la bici, laburaba, volvía a tomar la bici. Me fui acobardando, después formé pareja, tuve familia y debí trabajar el doble.
Un día se me dio por agarrarla de nuevo. La armé de a poco, comprando materiales modernos porque todo cambia vertiginosamente, y a la calle. Antes eran de acero las bicis, pesaban un montón. Lo único que era de aluminio eran las ruedas y algunos manubrios. Hoy cambió todo. Si bien el cuadro que yo tengo es obsoleto para lo que se está usando, es lo mejorcito que hay de aluminio. Hoy todos están utilizando fibra de carbono. Yo solamente tengo las ruedas de fibra de carbono.
Cuando volví comencé despacio con algunas carreras amateur, fui a la zona. Igual me acalambraba a cada rato. Un día me crucé con quien hoy es mi entrenador y le manifesté que quería hacer las cosas bien, que me quedaba una carrera muy corta. Me empezó a entrenar con un plan. En tres meses preparamos el primer campeonato argentino de ruta.
Estaba muy bien, venía de correr del sur. Un amigo –Raúl Castellazzi- me bancó todo para competir en la carrera de los 7 lagos. Fue la competencia más hermosa que disfruté. Hay paisajes que tiene Argentina que son increíbles. Entré cuarto en la general, sin tener mucho entrenamiento.
Luego arrancamos con el campeonato argentino de ruta. En tres-cuatro meses competimos y tuve la mala suerte que enganché la rueda. Me quedé con mucha angustia porque me había preparado con todo.
Yo salgo a las 16hs del laburo. Generalmente este deporte se entrena al mediodía que es donde encontrás los pelotones. A las cuatro de la tarde no hay nadie. Yo hacía todo solo, diariamente, lloviendo o con un sol rajante.
Mi señora me decía que estaba loco, pero yo le decía que en algún momento este sacrificio tenía que verse, que no tenía dudas de eso.
Este deporte es así. Vos te quedás un día y perdés mucho. Más en la situación mía donde hay que progresar todo. Fui de a poco.
Mi entrenador me dijo que íbamos a hacer el de pista que tal vez no logre demasiado, pero que iba a disfrutar y tener un parámetro de donde estaba con respecto al resto de los ciclistas de la Argentina.
Duró siete meses el entrenamiento. Hicimos una pretemporada, luego con la monuntain, luego con la ruta. Siempre molestando a la gente que no nos quiere camino a la Laguna de Gómez, yendo y viniendo.
El último mes fue todo pista y poca ruta. Es duro, muy complicado y sacrificado.
En Mar del Plata mi entrenador me dijo que era cómo me sentía ese día. Las sensaciones, la ganas mías, más la adrenalina que genera todo.
Hicimos la persecución individual, fuimos con un chico de Junín –Emiliano Sanchetta- por la de oro y la de plata. Largamos uno de cada lado de la pista y el que hace el mejor tiempo se queda con la medalla de oro.
Hice 3.43 minutos y el 4 y moneditas. Ibamos empujando todos. Pero logré la medalla de oro.
El sábado hicimos el scratch donde se complicó un poco todo. No es lo mismo cuando sos favorito que cuando no te conoce nadie. A mí no me conocía nadie y no era favorito. Eso me benefició en la individual. Ahora, con la medalla encima, me empezaron a tirar de todos lados. Nos marcaban demasiado. Si nosotros no perseguíamos en la vuelta, no perseguía nadie. Laburamos mucho pero no se dieron los resultados. Demostramos que estábamos muy bien.
Cuando uno labura y sostiene una familia se complica en demasía para pagar un entrenador, y en realidad es raro que te tiendan una mano. Este chico, Walter Andrés Gavazza, me dijo que él ya había vivido esto y que era muy egoísta el ciclismo en ese sentido. No en cuanto si necesitas un repuesto, que te tienden una mano enseguida, para que te luzcas es difícil. Y decidió darme una mano desinteresadamente. Él también entrenó a Scorza, de Vedia, que corrió para la juninense y ganó medalla de oro.
Éramos nosotros dos solitos y ganamos, así que como entrenador está más que feliz.
El horario de entrenamiento es relativo, de acuerdo a como te sientas. Los últimos 20 días hice cinco horas, descansaba, al otro día 3 horas y dos a la pista. Luego hacíamos tres horas. Por eso se precisa una persona a la que uno le vaya contando las sensaciones, los dolores, los cansancios. Uno es laburante, no es de elite que llega a la casa, pone los pies para arriba y se terminó el día.
Ahora la idea es correr algunas carreras de la zona, quiero progresar para el próximo Campeonato Argentino, ya sea de pista o ruta, el año que viene. Son los campeonatos que más sabores tienen.
Quiero agradecer a mi familia que es la que me banca todo esto, sino sería todo inviable, y por supuesto a mi entrenador.
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