Nací en Junín en calle Chile al fondo, pasando Intendente de la Sota. Era un barrio de gente humilde, trabajadora. Calles de tierra que se ponían difíciles los días que llovía. Había que quedarse adentro, los más chicos, y los más grandes hacían artilugios para llegar a sus trabajos. A veces era imposible salir.
Jugábamos al fútbol con una pelota de trapo. No había otra cosa. Pasábamos las horas corriendo detrás de la redonda.
Fui a la Esc N° 19, que era la que más cerca quedaba de casa. Teníamos que patear un poco para llegar, pero no éramos muchos pibes. De calle Chile para el lado de Pastor Bauman eran pocas casas que en ese entonces.
Fiché para Sarmiento en la época que comenzaba el furor de jugar en el fútbol de AFA. Alcancé a jugar un preliminar cuando Sarmiento recibió a Argentinos Juniors. Yo jugaba atrás, de número 4 y me la rebuscaba bastante.
Enseguida pasé a la quinta de Defensa Argentina y salimos campeones de la Liga Deportiva del Oeste en el primer torneo que hicimos. El técnico era José Ale.
Sin embargo lo que más me gustaba era el boxeo. Y me fui a practicar a Ciclista Juninense. Estaba Sardi que preparaba unos boxeadores bárbaros. Había logrado hacer un equipo desde peso Mosca, que era el mío, hasta pesos pesados que estaba Francisco Morante. Fue en 1950, cuando Pascual Pérez fue campeón Mundial. Acá habíamos hecho las selectivas para ir a pelear por el título.
Alcancé a hacer una pelea en el club Ciclista. Luego me tocó el servicio militar. Pero como los contactos existieron siempre, a mi me sacaban fin de semana por medio para hacer peleas. Iba a pelear a Lincoln, Pinto, Villegas. Empaté tres y gané tres. No perdí ninguna.
Yo tenía el quiosco en la escuela normal y había un chico que siempre hablaba conmigo y que estaba interesado en correr. Entonces lo preparé para una carrera de 3.000 metros que pasaba inclusive por el centro de la ciudad. La cuestión fue que no llegó nunca. Hizo 1.500 metros y fundió máquina. Y me acusó que como yo no corría no sabía lo que era.
Ahí me puse a entrenar solo, para demostrarle que se podía. Corrí la carrera de Junín y entré octavo mezclado entre medio de los que ya estaban compitiendo desde hacía años.
Y me entusiasmé. Me fui juntado con uno, con otro. Después se formó la agrupación Los Flamencos que fue fundamental para que yo pueda viajar al Campeonato Mundial .
En 1980 me fui a correr el Mundial a Nueva Zelanda. Ya en ese tiempo parecía otro mundo. Nada que ver con la Argentina. Una educación la gente, una limpieza, no se veía un papelito en el suelo.
Acá teníamos un gran entrenador, Juan José Ibáñez, que me preparó para ir a correr el Mundial. Lluvia, viento, sol, siempre en el parque, si no había pista. Hasta lloviendo se quedaba debajo de una planta y yo hacía las pasadas para no perder estado físico.
Los sábados hacía las pasadas hasta la aviación, por la ruta 188, y el controlaba el tiempo. No dejaba nada librado al azar.
En el Mundial me fue bien. Hice record Argentino en 10.000 metros, con 33´19”. En 5.000 metros no pude batir el record. Había salido cuarto en la serie y quedé 15 y 17 ubicado respectivamente.
Luego competí en un sudamericano que se hizo en el CENARD. Gané e hice el record Argentino en 3.000 metros con obstáculos, logrando un tiempo de 11´09” que hasta el día de hoy ostento.
Llegué a correr las fiestas Mayas, que era desde el Gráfico hasta la cancha de River Plate. La primera vez eran 12.000 y entré 51. Después fueron 14.000 y entré 37.
En Uruguay corrí cuatro carreras con la selección. Gané en 1.500, 3.000 y 5.000 metros.
Ya después comencé a tener problemas en la rodilla y me fui marginando de las competencias, si no hasta hoy hubiese intentado correr.
Falta apoyo del estado para los atletas, que tengan un seguimiento estricto para la alta competencia con médicos, nutricionistas, todo un equipo. Falta un plan de trabajo deportivo a nivel país. Ya en 1980, cuando fui a Nueva Zelanda, los
atletas de allá nos llevaban un campo. Había un muchacho, con el que pude hablar a través de un traductor, que corría 200, 400 y 800 metros nada más. Son carreras ligeras. Tenía un técnico exclusivo que le iba secando la transpiración en el calentamiento y una dieta que tenía que pesar las comidas antes de ingerirla. Nosotros no teníamos nada de nada. Y hoy seguimos igual.
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