Osvaldo Luis Rolla
DEPORTES

Osvaldo Luis Rolla: “El Chango”

Fue uno de los últimos masajistas de la época dorada del fútbol juninense. Además peleó y entrenó boxeadores.

Nací en la ciudad de General Arenales el 25 de noviembre de 1950. Viví hasta los cinco años y después mis padres se trasladaron a Junín. Se radicaron en el barrio de Villa Belgrano, más precisamente en Avenida Libertad casi Cabrera. Recuerdo que cuando llegamos a Junín, una familia de apellido Barile nos prestó una casa mientras mi papá construía la casa donde íbamos a vivir posteriormente. Ya habíamos comprado el terreno antes de venirnos y se estaba levantando la casa. Pero estuvimos casi un año en lo de los Barile.

De chico se jugaba a la pelota. En la intersección de las calles Cabrera y Pasteur había un terreno donde nos juntábamos todos los pibes del barrio, éramos como quince, a jugar a la pelota. Era el clásico potrero. 

Íbamos a la escuela número dieciocho, la mayoría, y a la salida nos encontrábamos en esa esquina para jugar y divertirnos. Tuvimos una niñez muy linda, con algunas carencias de la época pero siempre divirtiéndonos.

Estaban Carmelo Herrera, Néstor Lugli, Daniel Cirillo, Los hermanos Carlos y Luis Aguilar, el Cuca Galeano, Rubén Citterio. Recuerdo que estábamos jugando al fútbol y enfrente vivía Citterio. Entonces llegaba el autito de la persona que le enseñaba a tocar el acordeón y Rubén dejaba de jugar al fútbol para ir a tomar las clases. En ese tiempo abandonar el picado era bancarse las cargadas. Y después a donde llegó “Sensación” Citterio, un grande de la música.

A todos nos ficharon en Rivadavia de Junín. Estaba Champagna de director técnico. Yo era arquero, pero era petiso. Jugábamos en la séptima y me costaba ser titular, porque no llegaba al travesaño. Entonces tenía que esperar que se lesionara el arquero para poder jugar.

Pasé  por Independiente pero ya jugando de número cuatro y luego me fui a BAP donde estuve un par de años hasta que dejé de jugar.

Resultó que siendo técnico de la primera el Lobo Contreras, necesitaba un masajista para el plantel. Y me propuso que le diera una mano. Pero yo no sabía nada. Entonces agarramos jabón con agua y me puse a masajear a los jugadores. Ahí comencé a ver algunos libros, charlé con profesionales y ya después tenía un poco más de conocimientos, usaba lo que llamaban aceite verde. Estuve varios años.

Con el boxeo comencé casi a los 16 años. Siempre me gustó, lo miraba por televisión e iba al club 9 de Julio a mirar a los que entrenaban. En esa época estaban Firpito Bono, José Domingo Barrera y unos cuantos muchachos más.

Como yo trabajaba en una farmacia no tenía tiempo de ir a practicar porque se me hacía tarde. Hasta que un día Firpito Bono me dijo que si yo me quería dedicar él venía más tarde y nos quedábamos entrenando juntos.
Estaba Humberto Sardi de técnico y comencé a ir a entrenar con él. Hacíamos gimnasia, la soga, la bolsa. Después Sardi me dio algunas instrucciones de boxeo y ahí arrancamos.

Pero me fue fácil porque yo  de verlo tanto tenía asumido como era la cosa. Y a los cinco meses de estar entrenando hice la primera pelea en el club Los Indios contra un muchacho de la ciudad de Mercedes. Me llevaba cuatro kilos de diferencia. Yo hice la pelea con guantes de 7 onzas  y él con uno de 8 onzas. En ese tiempo los guantes eran de cerda de caballo. Duros, muy duros.

Hice aproximadamente 16 peleas, me tocó el servicio militar y dejé de boxear.

Después de un tiempo comencé a entrenar boxeadores junto con Manuel Lagoa en el club Villa Belgrano. Pero no llegamos a hacer nada. El club nos había dado un lugar muy chiquito, justo comenzaba con el básquet como actividad, no podíamos utilizar el gimnasio grande por los entrenamientos y tuvimos que dejar porque al poco tiempo nos dijeron que no nos daban más el lugar. Teníamos algunos chicos que podían andar muy bien, pero tuvimos que desistir.

Fue hasta que vino el Tata Baldomir a Junín que puso un gimnasio. Ahí se sacaron muchos chicos que andaban muy bien. Hicimos varios festivales.

Inclusive llevamos boxeadores a pelear a México y Canadá, con Patricio Retondaro. Me acuerdo que en una pelea en México en la presentación cantamos el himno nacional argentino para la televisión de Rusia.

Después pasó lo que pasó y ya no tuve ánimo como para seguir adelante, a pesar que unos cuantos chicos me pidieron que siguiera. Si bien me gusta muchísimo el boxeo, ya estaba un poco cansado y había que buscarle peleas, hacerles el rincón. 

Los chicos se fueron a otros lugares y muchos han ganado, o se hicieron profesionales, lo cual me llena de orgullo.

En Junín hay muy buen material. Pasa que los chicos son vagos. Buena gente, pero haraganes. La juventud hoy en día hace entrenamiento cuando tiene la pelea programada. Pero después faltan a los entrenamientos, vienen esporádicamente al gimnasio. Y dan chances a los rivales en ese aspecto. El boxeo es un deporte muy duro. Si uno quiere llegar a algo hay que estar constantemente entrenando y olvidarse de muchas cosas. Cumplir los horarios y por lo menos de lunes a viernes meterse de cabeza en el gimnasio. Y cuando hay pelea, hasta los sábados y domingo también. Un boxeador anda muy bien cuando tiene aire, entonces la mente está preocupada en cómo llegarle al rival y no en cómo recuperar lo que le falta.

La Indiecita López desde amateur fue una apegada al gimnasio. A la una de la tarde llegaba al gimnasio y entrenaba como uno le decía tanto en la preparación física como técnica. Por eso llegó a ser campeona mundial. Es muy inteligente y ya se veía que iba a llegar. Cuando había una pelea en la época amateur ella buscaba en internet cómo peleaba su rival. Muchas veces encontraba material y otras no.

Cuando el Tata Baldomir la hizo profesional sacándole la licencia, la dirigió en varias peleas y siempre supo cómo pelear al rival. Iba con una predisposición ideal para la pelea.

¿Monzón fue el mejor? Fue uno de los mejores.  No se puede decir el mejor de todos los tiempos. En su tiempo, el mejor. Pero hubieron muchos muy buenos boxeadores en la Argentina. Hay casi 50 campeones mundiales en el país, que no es poco.

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