Tenía 77 años y había transitado una vida de leyenda. Haciendo muchas cosas a la vez, pero con la rigurosidad, la prolijidad y el compromiso de un corazón pensante y equilibrado. Con Agustín Prezioso, que murió anteayer, se fue una parte grande del periodismo local y una época del Junín de los años felices. Fue de todo un poco y todo lo hizo bien: laburante ferroviario en la oficina de Recursos Humanos, periodista gráfico, radial y televisivo, profesor de enseñanza media, locutor, bohemio, tanguero, presentador de orquestas, empresario musical. Pero especialmente un hombre puntilloso al extremo, tanto en su aspecto personal como en las ideas y sus métodos.
Uno, como periodista, siempre está preparado para escribir las necrológicas de gente importante, conocida, leyendas del fútbol, etc., simplemente porque es parte de la profesión. Pero nunca está presto para despedir a un amigo, con el que compartió, durante sesenta años, trabajos, despidos, hitos familiares, alegrías, tristezas. Es una tarea ciclópea, aunque espero estar a la altura, no ya de la mera escritura, sino de los sentimientos.
Lo conocí en 1959 en el ferrocarril y enseguida congeniamos. Nuestro común gusto por las letras hizo que participáramos juntos en varios acontecimientos culturales y musicales. Fui testigo de cómo se realzaban, de cómo se enaltecían los actos con su presencia y, sobremanera, cuando le tocaba su turno de oratoria. Aprendí mucho de él, no solo en la parte literaria, sino también en el diario quehacer. Sus ejemplos, su filosofía y su modo de ver las cosas, aún hoy me acompañan y no dudo en afirmar que mi vida, en muchos aspectos, se hizo más linda. Es una pérdida muy grande de alguien inimitable.
En ese tren de tanto cariño mutuo, me confió el padrinazgo de su primera hija, María Gabriela. Años después, el hermoso gesto se dio vuelta: Agustín fue el padrino de mi hijo primogénito, Ignacio.
Hace ya bastante tiempo, compartimos la redacción de Democracia, haciendo deportes junto al Toto Zerbini, Antonio Buono, Norberto Di Blasio, Ramón Frías y otros. Cuando José Luis Buono viajó para cubrir los Juegos Olímpicos de México (1968), nos confió a Agustín y a mí la página deportiva del diario y también la conducción de un programa dominguero en el viejo Canal 2 del recordado Aníbal Demattei, que dirigía “Pepe” y auspiciado por este diario.
Mucho después la vida quiso que compartiéramos la redacción en otro diario local, siempre con el deporte colocado como estandarte.
Pero él amaba, más que al periodismo gráfico, el radial, apoyado en su buena voz y distinguida pronunciación. No extrañó, entonces, verlo en el programa fetiche de la recién inaugurada LT20 Radio Junín, “Radiovisión Deportiva”, dirigido por Rubén Azconzábal, con el acompañamiento de Juan Carlos Vilches, Fortunato Costa, Raúl Marcos Conte, Raúl Zunino y Carlos De Rosa. Muchos años estuvo agustín cubriendo espectáculos, especialmente las campañas de Jorge Newbery en los Regionales y en los Nacionales de 1974 y 1975.
En su adolescencia, también se dedicó al fútbol. Se inició en las divisiones inferiores de Ambos Mundos, el club donde su padre fue un importante dirigente. Jugó en diversas categorías, para luego pasar a B.A.P. Luego, ya como veterano, participó activamente en la peña “Segunda Juventud”, junto a varios amigos: Luis M. Fernández, Mario Giorello, Oscar Velilla y Roberto de Benedetto, entre otros.
Dentro de sus amores más entrañables estaba el tango. Al margen de ser el presentador de varias orquestas, con sus amigos Luis Miguel Fernández, Jorge Gallardo, Miguel Suárez y Enrique Mario Giagante, fundaron “El Viejo Zaguán”, un reducto destinado a fomentar la música del dos por cuatro. Se inauguró el 12 de setiembre de 1980, en el local de Roque Sáenz Peña 82, para después recalar en Belgrano, casi a la misma altura. Por su “palco escénico” (como le gustaba graficar a Agustín) desfilaron legendarias figuras locales y nacionales, tales los casos de Carlos Rossi, Tito Reyes, Guillermo Galvé, Jorge Durán, Alfredo Dalton, Luis Correa, Carlos Ratto, Angel Cárdenas, Oscar Ferrari, Angel Díaz, Alfredo Belussi, Ana Medrano, Jorge Falcón, Héctor Darío, Beatriz Suárez Paz, Marcelo Biondini, Héctor Burgueño, Tito Lorenzi, Angel Valerga, Carlos Casado y César Cieri, entre muchos otros.
Precisamente, la última aparición pública de Agustín fue el pasado 9 de noviembre, cuando se festejó el 39º aniversario de “El Viejo Zaguán”, en las instalaciones del Club de los Abuelos y la organización de la Sociedad Española. Con el acompañamiento de Alfredo Farías (teclados) y Cacho Falcón (guitarra), cantaron María Angela Picchi, Carmen De Tomás, Enrique Mario Giagante, Juan Andrés Pastorino, Guillermo Porcel y Alberto Maestri, además de la actuación de los bailarines Agustín y Catalina Zeni. Allí Prezioso hizo lo que siempre supo hacer, con elegancia, buena dicción y alejado de los lugares comunes: la presentación de cada una de las figuras invitadas.
A la semana siguiente de este espectáculo, lo llamé al teléfono. Al margen de temas cotidianos, hablamos de algo perteneciente al futuro, como si uno pudiese manejar los tiempos. Concretamente, sobre los cuarenta años del mítico “El Viejo Zaguán”, que se festejarían en setiembre de 2020. Me comprometí a ayudarlo en su organización, si es que aceptaba esa colaboración. Lo encontré animado ante esa perspectiva y más cuando le propuse hacer todo lo posible para que viniera ese día a cantar una gran amiga uruguaya, Malena Muyala, dueña de estilo conmovedor. En fin, hablamos de todo. Casi cuatro horas. Aunque una y otra vez nos reprochamos que a nuestra entrañable amistad le hubiera faltado algo. Ya no hay remedio para eso. No lo hubo para su enfermedad. Prefiero despedirme sellando como recuerdo sagrado aquella escena en el Club Los Andes, despedida del año no sé cuál, junto al Negro Tomino, Rubén Massari, Ismael Rasso, Chiquito Rocha, Rubén Iurescia, Carlos Pose, Enrique Pelli, Eduardo Dimarco, Héctor Souza, Alfredo Banegas y Don Bisio, el jefe.
Estaba casado con la docente María Cristina Ciampagna (fallecida), de cuya unión nacieron tres hijas: María Fernanda, María Gabriela y María Cristina, quienes lo alegraron hasta el infinito con varios nietos. Luego de muchos años de viudez, volvió a contraer matrimonio con la cantante María Ángela Picchi.
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