“No le ganaron a Crusaders, pero ahora se pretende que le ganen a los All Blacks”. El titular del viernes de New Zealand Herald avisaba que la pretensión de vencer el sábado en Vélez podía sonar algo utópica. ¿Por qué si Jaguares había caído claramente en la final del Super Rugby contra la franquicia neocelandesa? ¿Por qué si jamás había habido triunfo de Los Pumas en 32 enfrentamientos previos contra los All Blacks? Pero sí. Primero, por una ley básica del alto rendimiento deportivo. Ningún equipo, en ese escenario, sale a jugar previendo derrota. Y, segundo, porque la expectativa tenía fundamento. Por los Jaguares finalistas del Super Rugby. Porque Nico Sánchez y Juan Figallo eran refuerzos de peso. Y porque los All Blacks llegaban con bajas, aunque un suplente All Black, sabemos, suele ser el anuncio de una nueva y futura gran estrella. Más de treinta mil personas fueron a Vélez. La mayoría intuyendo la posibilidad de un triunfo histórico.
Y el inicio dio para ilusionarse. All Blacks cometió penales tontos y rápido 6-0 de Los Pumas y hasta casi try de Pablo Matera. Pero otra vez fue el turno de los “detalles mínimos”, esos que definen el partido en el alto rendimiento. Podríamos decir “avivada” de Aaron Smith al jugar rápido un penal, o Pumas desatentos, para el primer try All Black (7-6). Y podríamos decir otra vez “avivada” de Brodie Retallick, o pase demasiado anunciado de Nico Sánchez, para el segundo try visitante, pesado, porque fue sobre el final de una primera etapa cerrada, pero que los All Blacks terminaron ganando 20-9.
Es cierto que Ramiro Moyano y Matera salvaron posibles tries en esa primera etapa, pero, a la hora del balance, duele la derrota final si se advierte que los All Blacks no pudieron anotar un solo punto en todo el segundo tiempo.
Los Pumas reiniciaron a gran ritmo. El partido se hizo de ida y vuelta. Pura intensidad. Emiliano Bofelli, otra vez entre los mejores, ganó dentro del in goal rival tras una gran patada de Nico Sánchez y Los Pumas quedaron a un paso (16-20). El cansancio afectó a ambos y el juego perdió ritmo. Pero siempre bajo la tensión de que la victoria estaba a un paso. Beauden Barrett, fabuloso en la aceleración, pero malo en las definiciones, salvó la derrota a los 67 minutos con un tackle oportuno que hizo tocar la línea a Moyano. Después se le cayó una pelota a Matías Orlando. Y, por último, los line outs finales a metros del in goal neocelandés. Acaso nunca antes Los Pumas estuvieron tan cerca de ganarle por primera vez en la historia a los All Blacks. Como escribió el portal neocelandés Stuff: “Pocas veces antes los All Blacks sintieron tanto alivio con un pitazo final”. Cinco minutos más y el try de Los Pumas, empujados por la gente, parecía un hecho.
Es cierto, el técnico All Black, Steve Hansen, decidió darle descanso a jugadores de Crusaders otra vez campeones del Super Rugby. Mario Ledesma alistó en cambio a trece Jaguares en la formación titular. Confieso que me da un poco de temor saber cómo llegarán Los Pumas al Mundial. Si acaso no arribarán “quemados” a Japón. Hoy faltó tal vez algo más de lucidez para definir un duelo que estuvo ahí. El fastidio pospartido expresado por los propios jugadores es una demostración de que ellos mismos sabían que se perdió acaso una oportunidad histórica para ganarle por fin a los All Blacks. No coincido entonces con titulares pospartido que dijeron que Los Pumas estuvieron “a un paso de la hazaña”. Ya no. Un triunfo no hubiese sido hazaña. Sino más bien la consecuencia del duro trabajo y de la gran evolución del rugby argentino en los últimos años, ya sea Jaguares o Los Pumas.
Conciente del superprofesionalismo alcanzado por ambos equipos, en un deporte que siempre se jactó de su esencia amateur, la Unión Argentina de Rugby (UAR) celebra sus 120 años de vida con acciones que buscan incluir a todos los actores, como “Pumas para toda la vida”, que une a jugadores de todos los tiempos. Nueva Zelanda, toda una paradoja, vive un momento también especial. All Blacks es la selección más eficiente en toda la historia del deporte mundial. En todos los deportes. Pero el camino para ser All Black profesionaliza casi todas las estructuras, inclusive las del rugby colegial. El rugby de quienes no forman parte de esa elite está sufriendo por su falta de recursos. Lo afirmó en los últimos Graham Henry, técnico neocelandés que supo trabajar con Los Pumas, con la formación del rugby argentino, y que sabe muy bien la importancia de cuidar siempre las bases.
No hubo milagro ayer en Vélez. No hubo triunfo histórico. Ni siquiera aquel notable empate 21-21 de 1985 en Ferro, en tiempos de amateurismo. Y tampoco hubo caída por una jugada final, como sucedió con el 24-20 de 2001 en River, ganado por All Blacks en la última jugada. Pero, aún así, pocas veces como ayer Los Pumas parecieron a un paso del triunfo ante Nueva Zelanda como consecuencia lógica del crecimiento de su rugby. Es la confirmación de que, por momentos, ya es un hecho la posibilidad de jugar de igual a igual contra los más poderosos. Hay una sensación de crecimiento indetenible. Y, aunque duela, esa sensación va mucho más allá de un resultado.
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