Diego Flores: “Lo que me deja este triunfo es que todavía puedo seguir intentando luchar contra los más jóvenes”
Tras una nueva victoria en el torneo más fuerte del año, el juninense se mostró optimista sobre su futuro ajedrecístico.
El Salón Federal del Centro Cultural Kirchner fue sede de una nueva victoria del ajedrecista de nuestra ciudad Diego Flores. Actual pentacampeón argentino de ajedrez, Flores se coronó en el Magistral Memorial Jorge Szmetan, certamen in memoriam del ex campeón argentino de 1976.
“Sentía que iba a ser un torneo pesadilla y que venía al matadero, porque era muy fuerte, muy exigente y yo estaba en una mala racha”, le contó Flores al diario capitalino Clarín, quien lo entrevistó luego de su logró. “Lo que pasa es que cuando venís con una racha tan negativa y sintiendo que no podés salir, es difícil. Este año, en Montevideo, en el Abierto de la Legislatura y en el Abierto de Mar del Plata me fue mal y perdí ELO (el puntaje con el que se valora el ranking mundial). Llegué muy cansado física y mentalmente a este torneo durísimo, que tenía jugadores en un gran momento, como Bachmann, Sandro (Mareco), Alan y Granda, que siempre están muy fuertes. No tenía ningún motivo para pensar que en este torneo me iba a ir bien. Y encima pierdo en la primera ronda con (Carlos) García Palermo jugando horrible. Me “cagó” a palos. Y me dije: “Esta diarrea no termina nunca”.
-¿Qué pasó entonces para ganar?
-Empecé a jugar mejor, me sentí confiado y gané partidas importantes jugando bien. Y sabemos que el aspecto psicológico es muy importante en el ajedrez. Además, me motivó que no es normal jugar esta clase de torneos en Buenos Aires: cerrado, con comodidades y bien organizado. El ritmo de juego me ayudó mucho, porque en otros torneos pensaba mucho y llegaba apurado por el tiempo y en este la media hora que ganabas luego de las 40 movidas te daba aire hasta el final.
-¿La lección es que jamás hay que darse por vencido?
-Sí, claro. Lo que me deja este triunfo es que todavía puedo seguir intentando luchar contra los más jóvenes. Me da una inyección de confianza completamente inesperada, porque no me veía luchando así en el torneo hasta el final. Aunque hubiera salido segundo o tercero, la sensación habría sido muy buena.
“Esta muy buena actuación me da esperanzas. Ojalá me sirva para seguir en este nivel”, confiesa. Consiguió su primer título argentino en 2005 y se convirtió en gran maestro en 2008. Su mejor momento en cuanto a ranking internacional llegó en enero de 2011, con un ELO de 2628 . “Ese fue mi pico, pero después jugué varios con un ELO de casi 2600 hasta que me caí un poco. El año pasado sentía que estaba repuntando (llegó a 2595 en septiembre) porque había cambiado mi preparación con mi amigo Jorge Rosito, pero vino el bajón y es difícil decir en qué lugar estoy hoy”, admite con la misma tranquilidad que no abandona durante toda la charla.
-¿En qué notás que le ayuda el ajedrez a un chico?
-Si bien no hay nada comprobado, uno se inclina a decir que ayuda a la concentración, a que el chico esté más tranquilo y a fomentar la amistad. El ajedrez es un juego sano y no tiene ningún tipo de limitación. Es una actividad a la que no le encuentro nada malo. Por ahí no podes decir si es bueno para algo, pero malo seguro que no. En esta era de la tecnología, con tantas tablets, compus y celulares, encontrar que un chico juegue con a un juego en el que no hay una pantalla de por medio le puede interesar a cualquier padre.
-Queda claro que tu vida pasa por el ajedrez. ¿Cómo bajás un cambio, más allá de tus hijos?
-Como el chip está incorporado, seguís con la mente puesta en el ajedrez. Más aún porque yo trabajo con esto. Es cierto que cuando estás en competencia tenés otro estrés, pero en la vida cotidiana siempre están los peoncitos dando vueltas.
Su relación con la Olimpíada de Ajedrez
“Es cierto que el Argentino querés ganarlo siempre, pero no siento nada especial por ese torneo. Lo que más me motiva es que es un puente para clasificarme a la Olimpíada”, explica el “Turu”.
-Con seis Olimpíadas en tu haber, ¿qué tiene de especial ese torneo?
-Es como un Grand Slam. Es el único torneo en el que podés medirte con monstruos y el clima es diferente porque se juega por países y Argentina compite en equipo. Siempre aspiro a clasificarme a la Olimpíada, aunque cada vez se hace más difícil. Debuté en Torino 2006 y jugué ininterrumpidamente en Dresden 2008, Khanty-Mansiysk 2010, Estambul 2012, Tromso 2014 y Bakú 2016.
En Turquía, Flores, fanático hincha del Boca Juniors, recordó el enfrentamiento con el equipo ruso, en la segunda mesa. “Perdí con Sergey Karjakin en el segundo tablero y Sandro (Mareco) entabló la última partida, en la que había tenido ventaja, ante un ruso (Dmitry Jakovenko) al que sus compañeros no pararon de felicitar porque les garantizó el triunfo. Los hicimos transpirar”, confiesa. “Nos pareció tocar el cielo en esa Olimpíada y recuerdo que Sandro comentó entonces que nos iba seguir yendo bien (Argentina terminó 22º) –continúa Diego-. Y la de 2014 fue impresionante pero con otro estilo, porque terminamos más arriba (18º) pero no tuvimos el pico de volver a jugar en la mesa 2, aunque sí jugamos contra Francia y Estados Unidos. De la de 2016 nos fuimos con un sabor agridulce (32º puesto), porque sentimos que hicimos una buena Olimpíada, pero hubo un sistema de emparejamiento extraño y siempre nos tocaban rivales durísimos. Hay una tendencia importante al progreso”.
-¿Cómo se puede fomentar el apoyo para que ese progreso continúe?
-Hay tres jugadores argentinos que tienen un futuro inmenso: Sandro Mareco, Federico Pérez Ponsa y Alan Pichot. Se dedican mucho, estudian y son los tres pilares que van a hacer que Argentina pueda tener una actuación resonante en la Olimpíada de 2018. Si Alan y Federico dan un saltito más, estaremos para pelear.
-¿Te gustaría ser protagonista de ese equipo el año que viene?
-¡Por supuesto! Voy a hacer todo lo posible, pero cada vez es más difícil por los jóvenes que vienen -Leandro Krysa, por ejemplo- y por los históricos como Fernando Peralta y Rubén Felgaer, si es que este vuelve a jugar.